Nota: esta reseña parte de la lectura del original en francés: 1064, Barbastro. Guerre sainte et djihâd en Espagne (Gallimard, 2018).
Una búsqueda de “Barbastro 1064” en Google ofrece unos 37.600 resultados (a fecha de 9 de septiembre de 2020 [84.500 el 3 de marzo de 2019, cuando se escribió esta reseña]) y en las primeras páginas se menciona la palabra “cruzada” junto al nombre de la localidad aragonesa, incluso se habla en algunas entradas de “cruzada antes de la cruzada”. Los autores de este libro (publicado por Gallimard en 2018) también se preguntan si se puede hablar de “cruzada” para la expedición “internacional” que, tras una “predicación” por parte del papa Alejandro II, tomó la ciudad de manos de los musulmanes en la primavera del año 1064. En dicha “cruzada” participaron numerosos soldados allende los Pirineos –borgoñones, aquitanos, normandos– así como tropas del flamante reino de Aragón y de los condados de Barcelona y Urgel. El asedio de la ciudad fue asediada y tomada con celeridad, y se causó una masacre que, según fuentes musulmanas como Ibn Hayyán, provocó unas cincuenta mil bajas entre los defensores, una cifra sin duda exagerada. Los “cruzados” dejaron una guarnición armada en Barbastro, que no pudo resistir al contraataque musulmán, apenas nueve meses después: en abril de 1065, tras convocar una yihad o guerra santa en todo Al-Andalus, el rey de la taifa de Zaragoza, Al-Muqtadir, recuperó la ciudad con facilidad. La ciudad no sería “reconquistada” por los cristianos, las tropas del rey aragonés Pedro I en el año 1100.
Se mencionan algunos conceptos como predicación, cruzada y Reconquista, que, hasta cierto punto, forman parte de un imaginario medieval e historiográfico fuertemente analizado por los especialistas en las últimas décadas, y que los dos autores –que, por su parte, han trabajado en artículos y comunicaciones la cuestión de Barbastro– también tratan. Y todo ello en un libro ciertamente breve, apenas 130 páginas de texto sobre un total de 230 en la edición original [145 de 224 en la traducción; extracto], siendo el resto notas, bibliografía e índices. Un libro que dedica sus tres primeros capítulos a al-Ándalus en las décadas centrales del siglo XI tras la caída del califato omeya, los reinos cristianos y la villa de Barbastro en particular, antes de entrar en materia propiamente dicha, en el capítulo cuarto, sobre el papel del Papado de Roma en la “predicación” de la guerra santa antes de las Cruzadas. Son los capítulos quinto y sexto los que desarrollan la expedición cristiana y la respuesta musulmana unos meses después, apenas treinta páginas del libro, quedando el séptimo capítulo para las consecuencias de un “evento” (événement) y su reflejo en las fuentes de la época y la conformación de un lieu de mémoire, un espacio de memoria. Pero a veces lo bueno, si breve dos veces bueno, como reza el refrán, y este libro es una buena muestra. Y es que sobre Cruzada y Reconquista ya se analizó, actualizando el debate, en el también breve pero muy sustancioso libro de Francisco García Fitz y Feliciano Novoa Portela, Cruzados en la Reconquista, publicado por Marcial Pons en 2014. Es inevitable, pues, pensar en esta obra cuando leemos 1064, Barbastro, pues hay muchos puntos en común; de hecho, más que con El domingo de Bouvines de Georges Duby (publicado en 1973), mencionado en la contracubierta del libro, y que no aparece referenciado en la bibliografía, pues Laliena y Sénac no realizan un estudio al estilo de la obra de Duby, aunque es innegable que la sombra del historiador francés sobrevuela obras como esta.*
*Para buscar y encontrar un claro paralelismo con el libro de Duby, asumido por sus autores en forma y fondo, habría que remitirse a Las Navas de Tolosa de Francisco García Fitz (Ariel, 2008; reed. En 2012, en la llamada “edición del VIII Centenario” de la batalla) y a los dos libros que Martín Alvira reelaboró a partir de su tesis doctoral, Guerra e ideología en la España medieval: cultura y actitudes históricas entre el giro de principios del siglo XIII: batallas de las Navas de Tolosa (1212) y Muret (1213) (Universidad Complutense de Madrid, 2000), es decir, El jueves de Muret: 12 de septiembre de 1213 (Publicaciones de la Universidad de Barcelona, 2002; una versión y actualización posterior en Muret 1213: la batalla decisiva de la Cruzada contra los Cátaros, Ariel, 2013) y Las Navas de Tolosa 1212: idea, liturgia y memoria de la batalla (Sílex, 2013).
Este es un pequeño libro y muy valioso, decíamos, pues nos permite entrever qué sucedió con el caso de la expedición cristiana para conquistar (o “reconquistar”) Barbastro antes de que, propiamente, se produjeran las Cruzadas: es decir, antes de la predicación de la cruzada por el papa Urbano II en un concilio en Clermont en noviembre de 1095, que daría pie a la convocatoria de una magna expedición (en realidad, dos, pues hubo también la “cruzada de Pedro el Ermitaño”, en 1096 y que culminó en la toma de Jerusalén en julio de 1099.* Laliena y Sénac analizan el papel del papa Alejandro II y los intereses de la nobleza aquitana y borgoñona en un proyecto de “cruzada” que llevó a caballeros y soldados de varios lugares de Europa a ayudar a las tropas del rey aragonés Sancho Ramírez (1063-1094) en la toma de Barbastro, ciudad situada en una zona estratégica que permitía la expansión (o “reconquista”) aragonesa hacia el sur, hacia la taifa de Zaragoza, y chocando también con intereses de los condes de Urgel y Barcelona para expandirse a costa de la taifa de Lérida. Una expedición que se origina tras la muerte del rey aragonés Ramiro I en una expedición contra la ciudad de Graus, bajo dominio de la taifa zaragozana, en mayo de 1063, y en la que participaron soldados castellanos (quizá bajo mando del futuro Cid Campeador). La muerte de Ramiro I impulsó a reunir un ejército “internacional”, auspiciado por un mensaje “proto-cruzado” por parte del papa Alejandro II, y con un trasfondo de predicación en el que los monjes de Cluny pudieron intervenir, cuestión que no queda del todo clara.
*Remitimos al ya clásico estudio de Christopher Tyerman, Las guerras de Dios: una nueva historia de las Cruzadas (Crítica, 2010), que actualiza con largueza los tres libros sobre las Cruzadas de Steven Runciman, A History of the Crusades (1951-1954), traducidos entre 1956 y 1956 por Revista de Occidente, posteriormente por Alianza Editorial en 1973 y finalmente reeditados por este mismo editor en un solo volumen, Historia de las Cruzadas, en 2008. Más recientemente, y con una adecuada puesta al día del tema, tenemos las obras de Christopher Tyerman Las guerras de Dios: una nueva historia de las Cruzadas (Crítica, 2008), Cómo organizar una cruzada: el trasfondo racional de las guerras de Dios (Crítica, 2016) y The World of the Crusades Crusades: An Illustrated History (Yale University Press, 2019)... entre otros muchos libros.
Lo interesante del análisis de Laliena y Sénac está en que a la “cruzada” cristiana se contrapuso, unos meses después, una yihad musulmana, siendo la “guerra santa” un concepto que ambos bandos utilizaron para sus propios intereses (la conquista y el control de un territorio). Las fuentes musulmanas fueron más detallistas en el relato de la expedición cristiana y la respuesta cristiana. En el capítulo final se habla del eco de la victoria en 1064 por parte de los cristianos, así como de la fulgurante expedición musulmana, y como el recuerdo de Barbastro caló pronto en Francia (o lo que consideramos “Francia” en la segunda mitad del siglo XI y el siglo XII), y en cómo quedó también una idea del “exotismo” musulmán entre los trovadores (Guillermo IX de Aquitania, por ejemplo). O en el papel rector del Papado, que pudo influir en el reino aragonés con una cierta autoridad espiritual e incluso “paternal”.
Se preguntan ambos autores en las conclusiones (y particularmente nos interesa para valorar este libro): “¿Qué fue, entonces y a la postre, Barbastro? ¿Una conquista? ¿Una reconquista? ¿Una cruzada? ¿O un no evento cuya importancia se habría sobrestimado? De hecho, ninguna de estas preguntas ofrece una respuesta adecuada. Sin duda, la toma de la ciudad musulmana fue una conquista, pero una victoria fugaz, ya que este éxito fue seguido de una derrota. Indudablemente, el episodio se inscribe en el proceso que se califica como reconquista, pero es más bien la sumisión final de la localidad en el año 1100 lo que marcó la historia de la expansión aragonesa” (p. 139, cursiva de los autores; traducción propia). A continuación, no consideran que se trate de una “cruzada”, aunque la intervención del papa, la presencia de soldados procedentes de diversos lugares, el saqueo de la ciudad y la violencia ejercida “inevitablemente evocan los eventos que ocurrieron en 1099” (ibid.; traducción propia), con lo que se puede llegar a la conclusión de que se produce un “proceso” que antecede y prefigura el movimiento cruzado.
De hecho, “la importancia que debe otorgarse a los eventos en Barbastro en el año 1064 va mucho más allá de la península” y establece unos parámetros propios de una epopeya en el imaginario francés que, en la lucha contra el infiel, evocan otras expediciones aventureras; es más, “la campaña de Barbastro fue también la conmemoración de una antigua gesta, la expedición [de Roldán] del año 778” (p. 141; traducción propia). Una expedición, la de 1064, que influyó en los caballeros aquitanos, gascones, bearneses, borgoñones, champaneses y normandos, como aquellos que, treinta años después, participaron en la Primera Cruzada. La ideología de la “guerra santa” se fue asentando en las familias nobiliarias que entonces se unieron al mensaje de Urbano II. En última instancia, para Laliena y Sénac la conclusión es clara: “Dejando de lado los conceptos controvertidos de cruzada, precruzada o cruzada antes de las cruzadas, se considera finalmente que Barbastro fue sobre todo una aventura feudal, el reflejo de un Occidente cristiano en pleno auge, conquistado por la idea de la guerra santa y apoyado por Roma. En resumen, un enorme testimonio de la intensidad y efectividad de las redes de relaciones y alianzas que unieron al gran linaje aristocrático de la época” (p. 142, cursiva de los autores; traducción propia).
Una conclusión interesantísima, y de gran calado historiográfico, que evidencia un análisis de fondo por el que este libro justificaría ser publicado en nuestro país y que añade una muesca al debate historiográfico sobre “cruzada” y “reconquista” que García Fitz y Novoa Portela actualizaron en 2014.
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