Termina Robert Goodwin su libro parafraseando a Miguel Moya Ojanguren, director del periódico El Liberal, quien a finales de noviembre de 1898 escribió un artículo titulado “Día Nefasto” y en el que se decía:
Hoy se firmará en París el Tratado por el cual renuncia España á la posesión de Cuba, de Puerto Rico y de Filipinas. Hoy se cerrará, para siempre la leyenda da oro, abierta por Cristóbal Colón en 1492, y por Fernando de Magallanes en 1621. […] Al cabo de cuatrocientos años, volvemos de las Indias Occidentales, por nosotros descubiertas y del extremo Oriente por nosotros civilizado, como inquilinos a quienes se desahucia, como intrusos á quienes se echa, como pródigos á quienes se incapacita, como perturbadores á quienes se recluye. (El Debate, 28 de noviembre de 1898. Disponible en la hemeroteca digital de la Biblioteca Nacional).
La cita es elocuente sobre un estado de ánimo y contextualiza muy bien el sentimiento de quienes consideraban que, a finales de ese año 1898, se cerraba la etapa imperial iniciada cuatro siglos antes con el desembarco de Colón en la isla de San Salvador.
Robert Goodwin. |
Pero este libro no es una narración del Imperio español –aunque a veces pueda parecerlo–, sino una obra sobre la presencia hispana en lo que actualmente es la franja sur de los Estados Unidos de América: un extenso territorio que durante tres siglos formó parte del Virreinato de la Nueva España, y que actualmente son (gran parte de) los estados de California, Arizona, Nuevo México, Utah, Colorado, Texas, Luisiana y Florida. Una presencia que ha dejado un legado perdurable en algunos de esos estados, como en el idioma de un 40% de la población de Nuevo México y la toponimia de California (gracias a la extensión de las «misiones»), por poner dos ejemplos. La herencia española en los Estados Unidos actuales es evidente, por mucho que la Alt-Right o el presidente Donald Trump quieran poner cotos a la inmigración mexicana u olvidar una historia del país que no comienza necesariamente con la fundación de Jamestown en o la llegada de los peregrinos del Mayflower en 1620. Una herencia que incluso ha llegado a la moneda, el dólar, cuyo símbolo ($) es una derivación (o corrupción) del peso real y el peso españoles; o que ha llevado a conmemorar a Bernardo de Gálvez, militar y virrey español del siglo XVIII, como ciudadano honorario del país gracias una resolución del Congreso estadounidense firmada por Barack Obama en 2014 como reconocimiento a su labor durante la Guerra de Independencia del país en contra de los británicos.
Estructurado en cuatro partes –“Myth, Dreams and History”, “The Age of Settlement”, “The Bourbon Refoms” y “Sunset and Perdition”– América: The Epic Story of Spanish North America, 1493-1898 de Goodwin (Bloomsbury, 2019) comparte algunos elementos con su anterior libro, Spain: The Centre of the World, 1519-1682 (Bloomsbury, 2015), publicado en 2016 en castellano por La esfera de los libros bajo el título España. Centro del mundo, 1519-1682 (reseña). Semejanzas en el estilo, ameno, documentado, y en el uso de la biografía como uno de los ejes narrativos o el comentario de algunas obras escritas. Pero también grandes diferencias: así, mientras que su anterior libro la cultura del Siglo de Oro –en sus múltiples facetas, con especial incidencia en la literatura y la pintura– era el núcleo principal en una narración que sigue un orden cronológico (sin descuidar, por supuesto, los aspectos políticos y militares del Imperio español), en este nuevo libro prima una mirada a la labor de conquistadores, exploradores, misioneros, virreyes y militares, sobre todo en sus tres primeras partes, quedando la cuarta y última para el escenario mexicano y sus relaciones con Estados Unidos y, en un capítulo final, Puerto Rico como última «colonia» española en «territorio» estadounidense.*
*Puerto Rico, con todo, es un territorio no incorporado estadounidense bajo la fórmula de un autogobierno. Aunque sus habitantes gozan de la ciudadanía estadounidense desde 1917, Puerto Rico no es uno de los estados de la Unión y no pueden votar en las elecciones presidenciales (a menos que sean residentes permanentes en uno de los 50 estados), aunque podría cambiar su estatus. Así, un plebiscito no vinculante de junio de 2017 se saldó con una aplastante mayoría (97% de los votos) por la anexión a los Estados Unidos (y una futura conversión como el 51º estado de la Unión), pero apenas votó un 22% del electorado. Por ahora se man tiene el estatus actual.
Fuente: este y los siguientes dos mapas se extraen del fragmento del libro disponible en Amazon. |
Quizá por ello, frente a la variedad de temas del volumen precedente, que además resultaban atractivos no sólo para el público anglosajón para el que estaba concebido el libro sino también para el español, este libro tiene otro planteamiento, más restrictivo y en ocasiones menos interesante. Desde luego, todo el volumen es muy atractivo, pues Goodwin es un buen narrador y sabe llevar a los lectores al meollo de una exploración, una campaña militar o una pugna política, pero en ocasiones hay demasiada paráfrasis o resumen de algunas de las obras literarias que utiliza: por ejemplo, la crónica La Florida del Inca (1605) del Inca Garcilaso de la Vega o la epopeya Historia de Nuevo México (1610) de Gaspar Pérez de Villagrá, obras que por su envergadura bien pueden compararse a la Ilíada de Homero y la Eneida de Virgilio, respectivamente, pero que llenan demasiadas páginas.
Goodwin desarrolla, pues, una historia sobre la presencia y la ocupación españolas en parte del territorio estadounidense actual durante más de tres siglos,** que va de la llegada de Colón al Caribe en 1492-1493 y las primeras expediciones, en el cambio de siglo a Tierra Firme, en concreto a la Florida (Ponce de León y Cabeza de Vaca). La conquista del Imperio azteca por Cortés en 1519-1522 lleva a los españoles a internarse en expediciones hacia el norte del actual México y adentrándose en el sur de Nuevo México, Colorado y Texas, y llegando incluso a Arkansas. Expediciones como la de Pánfilo de Narváez en 1528 llevó a algunos españoles incluso hasta las Carolinas, mientras que la de Francisco Vázquez de Coronado partió en 1540 en busca de las Siete Ciudades de Oro, entre las que destacarían las legendarias Cíbola y Quivira. Estas expediciones pusieron en contacto a los españoles con pueblos «indios» como los apaches, los comanches y los utes. De hecho, las relaciones entre españoles e indios fueron constantes durante el Imperio español, alternando entre una cierta colaboración y un franco enfrentamiento en el territorio de los actuales Nuevo México y Arizona.
**Formalmente, el libro tendría que «terminar» con la independencia de México en 1821, en el capítulo 24, quedando este y los dos siguientes capítulos como un «añadido» sobre los avatares del México de Iturbide y Santa Anna, la independencia de Texas (con episodios como El Álamo) y la guerra entre México y Estados Unidos en 1846-1848, «acordándose» el autor de la guerra hispano-estadounidense de 1898 y el caso de Puerto Rico.
Quizá en los capítulos de las partes primera y segunda que tratan esta cuestión resida lo mejor de este libro, por ser aspectos menos conocidos para un lector hispano medio, acostumbrado a la imagen que el cine y le literatura han extendido sobre las guerras indias de la segunda mitad del siglo XIX (de Nube Roja a Wounded Knee, pasando por Tore Sentado y Litle Big Horn o Gerónimo y el final de la Apachería). También resulta interesante, en general, la práctica totalidad de la tercera parte, con la familia Gálvez como protagonista en el período de las reformas borbónicas de Carlos III y la intervención española en la Guerra de Independencia estadounidense; José de Gálvez, visitador de Nueva España entre 1765 y 1772 y ministro de Indias de 1776 hasta su muerte en 1787, y el ya citado Bernardo de Gálvez, se erigen en protagonistas de un período muy atractivo y en el que a menudo se pasa de puntillas, y en el que se produjo las expediciones de Juan Bautista de Anza y la creación de las misiones de fray Junípero Serra en California, la exploración de Alaska (en competencia con rusos y británicos) o la integración de la Luisiana francesa en el seno del Imperio. Y, cómo no, la participación de Bernardo de Gálvez en el conflicto de los «patriotas» estadounidenses contra la metrópolo británica entre 1776-1781: George Washington consideró que sin las operaciones de Gálvez en los actuales estados de Alabama y Florida (pugnando por recuperar este territorio para España, que lo había cedido unos años antes a Gran Bretaña), el éxito de los estadounidenses no habría sido igual.
Lo cierto es que es un libro que no pretende ser exhaustivo, centrándose más bien en algunos personajes, algunas expediciones (las de Coronado, Oñate, Otamín, Anza, entre otras) y algunas guerras (por ejemplo, la revuelta de los pueblos en Nuevo México en la década de 1680) que en general no suelen ser tan conocidas como otras muchas campañas: así, Ponce de León y Cabeza de Vaca en pos del elixir de la eterna juventud en la Florida resultan más trillados que la expedición de Oñate en Nuevo México contra algunos pueblos indios, y que Villagrá relata con detalle en su poema épico Historia de Nuevo México. La reivindicación de Bernardo de Gálvez, por su papel como militar y virrey, además de su participación en la Guerra de Independencia estaodunidense, resulta también pertinente, aunque últimamente ha sido un personaje y un escenario que también han sido recuperados.*** Cierto es que algunos capítulos (y algunas historias que cuenta) son más interesantes que otras, pero en general estamos ante un libro que llena un relativo vacío historiográfico***** y por ello resulta especialmente valioso.
****Con obras que van del academicismo –la tesis doctoral de Gonzalo Quintero Saravia, Bernardo de Gálvez y América a finales del siglo XVIII, Universidad Complutense de Madrid, 2015, parte de la cual habrá servido para su libro Bernardo de Gálvez: Spanish Hero of the American Revolution (The University of North Carolina Press, 2018)– a lo más divulgativo, como el libro de Guillermo Fesser Conoce a Bernardo de Gálvez (Santillana, 2017), enfocado a un público infantil.
*****Que ha tenido también recientemente una aportación sustanciosa con Nuestra América: una historia hispana de Estados Unidos de Felipe Fernández-Armesto (Galaxia Gutenberg, 2014), que comparte algunos episodios (las expediciones a Florida y Cíbola) con este libro de Goodwin pero con un planteamiento diferente, pues se centra en la huella de lo hispano, en general, en los Estados Unidos actuales, especialmente en los siglos XIX y XX.
Como conclusión, aun asumiendo que estamos ante un libro que no es tan redondo como el anterior volumen de Goodwin, lo cierto es que resulta una obra reveladora en muchos aspectos sobre cuestiones del Imperio español, pone en su lugar la presencia (y ocupación) española de gran parte de los Estados Unidos de América y deviene un atractivo y muy ameno libro sobre los contactos entre europeos y nativos en esta parte del Nuevo Mundo.
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