5 de enero de 2019

Efemérides historizadas (XXXIV): 5 de enero de 1477 - muerte en combate de Carlos el Temerario, duque de Borgoña

Un 5 de enero de 1477 murió en combate el duque de Borgoña (y muchos más títulos), Carlos I, apodado “el Temerario”. Su muerte tuvo lugst durante el sitio de Nancy, capital de la Lorena, durante la guerra que mantuvo con su duque, Renato II, con quien se las tenía desde unos años atrás y en medio de un conflicto que comenzó con ambos aliándose contra el rey francés Luis XI (“la Araña Universal”). La contienda entre ambos duques se había mezclado con las viejas querellas entre el conglomerado de ducados, condados y principados que acabarían formando un "Estado" borgoñón, embrión de un imperio, y el reino de Francia en esa zona central, de los Países Bajos a Suiza, que siglos atrás fue el breve reino de la Lotaringia (855-900). La “segunda Lotaringia”, por así llamarla, se había convertido en un peligroso enemigo para la Francia de Luis XI, que aprovechó la muerte de Carlos para apropiarse de un feudo, el ducado de Borgoña, que su tatarabuelo Juan II hsbía entregado asu hijo Felipe II el Atrevido en 1363. La semilla del Estado borgoñón surgió entonces, engrandecida por el matrimonio de Felipe con la condesa Margarita de Flandes, que aportó a este matrimonio los condados de Borgoña (la “otra” Borgoña), Nevers y Artois.

Se creaba así un pequeño imperio borgoñón que los herederos de Felipe engrandecieron con el ducado de Luxemburgo, el ducado de Brabante y los condados de Holanda y Zelanda en los Países Bajos, el principado de Limburgo y algunos pequeños condados en el interior de Francia. Las querellas entre los descendientes de Carlos V (sucesor de Juan II) y Felipe el Atrevido, a caballo entre los siglos XIV y XV, llevó a que ambas ramas de la misma casa real (los Valois) se enfrentaran en la fase de la Guerra de los Cien Años que Enrique V de Inglaterra inició con su cabalgada y victoria clamorosa en Agincourt (1415). El asesinato del duque borgoñón, Juan I Sin Miedo, en 1419 llevó a que su sucesor, Felipe III el Bueno, entablara una alianza con el rey inglés, rechazando incluso a Carlos VII como rey de Francia y reconociendo como tal al bebé Enrique VI de Inglaterra (desafortunado monarca en su reino paterno). La guerra, interludio de Juana de Arco mediante, finalmente se decantaría hacia Carlos VII, que acabaría por expulsar a los ingleses del suelo francés (a excepción de Calais) y pondría fin al control que estos mantenían sobre la Guyena desde los tiempos del inglés Enrique II (mediados del siglo XII).

Previamente se acordó la paz entre rey francés y duque borgoñón, pues a fin de cuentas eran parientes no demasiado lejanos, mediante el tratado de Arras, en 1435, por el cual el segundo reconocía al primero y este reafirmaba el dominio de aquel en los (teóricamente) feudos en el interior de Francia: a saber, el ducado de Borgoña y condados como los de Nevers, Charolais y Maçon, entre otros. Liberado de su participación en el conflicto secular ente Francia e Inglaterra, el duque borgoñón, además de crear órdenes caballerescas como la del Toisón de Oro (1429), se dedicó a engrandecer su “Estado”, lo que tarde o temprano le llevaría al conflicto con su primo el rey francés. A la muerte de Carlos VII en 1461 y Felipe el Atrevido en 1465, serían sus sucesores respectivos, Luis XI y Carlos el Temerario, los que pasaron de las palabras agrias a las armas, buscando cada cual sus aliados. El borgoñón lo encontró en el emperador Federico III de la casa de Habsburgo, con quien firmó una alianza en 1473 que se cimentó, como suelen hacerse estas cosas en aquellos tiempos, en un matrimonio: su hija María se casaría con el hijo del emperador, Maximiliano, quien con el tiempo (1493) heredaría la corona imperial y los dominios de los Habsburgo en Austria, Carintia y Carniola. 

Luis XI, "la Araña Universal".
La alianza con el emperador para hacer frente al rey francés no le impidió a Carlos meterse en guerras de pequeña dimensión como la que, como decíamos, mantuvo con el duque de Lorena y con las ciudades de Alsacia desde 1474. Renato II, que finalmente se alineó con Luis XI, contrató mercenarios suizos. Estos serían decisivos en la derrota de Carlos a las puertas de Nancy, agudizada por la traición de uno de sus hombres de confianza, el conde de Campo Basso, a quien el borgoñón había ofendido. Abandonado por las tropas de este y rodeado por loreneses y suizos, Carlos y sus tropas fueron masacrados; el cuerpo de Carlos quedó tan desfigurado que costó reconocerlo cuando pudo ser recuperado (o lo que se creía que eran sus restos) unos días después. Su muerte fue rápidamente aprovechada por Luis XI, que se apropió de las dos Borgoñas, ducal y condal. María, heredera de Carlos y con veinte años de edad, y Maximiliano se casaron aquel verano de 1477 y la alianza entre borgoñones y habsburgos se consolidaba. Finalmente, y tras la muerte prematura de María, en 1482, su viudo y el rey francés firmaban la paz: Maximiliano reconocía la posesión de la Borgoña ducal por parte de Luis XI (en realidad, revertía a la casa real francesa ciento diecinueve años después al extinguirse con María la cesión de lo que fuera patrimonio real), se garantizaba que el heredero de María y Maximiliano, Felipe IV (el Hermoso, futuro esposo de Juana de Castilla, “la Loca”), mantendría la Borgoña condal y el Artois, y se acordaba un matrimonio entre Margarita, hija de Maximiliano y María, y el delfín francés, que finalmente no se produjo. Pues Maximiliano buscó desde entonces la alianza con los Reyes Católicos de Castilla y Aragón, que se cimentaría, a finales de siglo, en ese doble matrimonio de Margarita con el malogrado príncipe Juan y de Felipe el Hermoso con Juana. El resto, como se sabe, es historia. 

La pérdida de la Borgoña ducal sería algo que acompañaría a los sucesores borgoñones de María: su hijo Felipe y especialmente su nieto, Carlos "II de Borgoña", pronto rey de las Españas y flamante emperador Carlos V. Sería precisamente la  restitución de la Borgoña ducal una de las exigencias de éste último al rey francés Francisco I en el tratado de Madrid (1526), firmado meses después de la victoria del emperador en Pavía; el francés aceptó pero una vez libre se desdijo y las guerras continuaron hasta la firma del tratado de Cambrai, en 1529: en virtud del mismo, y muy a su pesar, Carlos renunciaba a un territorio que su abuela borgoñona había perdido, pro no así al título de duque, que como tal seguirían ostentando los reyes hispanos (y Grandes Maestres y Jefes Soberanos de la Orden del Toisón de Oro) hasta la actualidad. Para entonces el sueño de un Estado borgoñón, una nueva Lotaringia, quedaba olvidado; en su lugar, se abriría pronto, con el hijo de Carlos, Felipe II (“V de Borgoña”), el espinoso asunto de los Países Bajos, Flandes, que sería una sangría de dinero y hombres para la Monarquía Hispánica hasta la Paz de Westfalia (1648).

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