28 de abril de 2017
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26 de abril de 2017
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20 de abril de 2017
19 de abril de 2017
18 de abril de 2017
17 de abril de 2017
14 de abril de 2017
Crítica de cine: Nieve negra, de Martín Hodara
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13 de abril de 2017
12 de abril de 2017
Crítica de cine: Negación, de Mick Jackson
En 1996 el autor británico David Irving, autor de
numerosos estudios sobre el Reich nazi, la Segunda Guerra Mundial y
Adolf Hitler en particular (suyo es un best-seller de los años setenta, La guerra de Hitler,
que en nuestro país fue editado por la Editorial Planeta), presentó una
demanda por difamación contra la historiadora estadounidense Deborah
Lipstadt y la editorial Penguin. Irving argüía que Lipstad, en su obra Denying the Holocaust
(1993), le difamaba y lo consideraba un negacionista del Holocausto.
Penguin y Lipstadt se pusieron en manos del bufete de Anthony Julius y
prepararon la defensa del caso: en el Reino Unido, a diferencia del
modelo estadounidense, en una demanda por difamación son los demandados
quienes deben demostrar unos hechos, no el demandante, algo que puede
parecer ilógico. Sea como fuere, durante tres años se preparó la defensa
del caso (o más bien la acusación implícita contra Irving) y en ella
colaboró el historiador Richard Evans, que aún no había publicado su
magna trilogía sobre el Tercer Reich. La maquinaria legal se puso en
marcha, se citaron a testigos y expertos por parte de la defensa: no
sólo Evans, también historiadores e prestigio como Peter Longerich o el
especialista en arquitectura histórica Robert van der Pelt, para
testificar sobre las cámaras de gas que Irving negó que existieran.
Irving se representó a sí mismo, sin abogados, y llevó a cabo la
acusación (o habría que decir la defensa implícita de ser un
negacionista, racista y antisemita).
El juicio duró varias semanas, creó una enorme expectativa en aquellos
primeros meses del año 2000, y más en un proceso que dirimiría un juez y
no un jurado, como deseaba la defensa de Lipstadt y Penguin.
11 de abril de 2017
10 de abril de 2017
7 de abril de 2017
Crítica de cine: Life, de Daniel Espinosa
Crítica publicada previamente en Fantasymundo.
Como bien sabemos, la ciencia-ficción enfocada a mirar más allá de nuestro mundo es un género recurrente en el cine y en los últimos años hemos asistido a buenas muestras de ella: la belleza y el peligro del vacío en Gravity (Alfonso Cuarón, 2013); la búsqueda de nuevos mundos que poblar ante la certeza del final de la Tierra en Interstellar (Christopher Nolan, 2014) o el contacto con una especie extraterrestre que llega a nuestro planeta en La llegada (Arrival) (Denis Villeneuve, 2016). Sobre este último aspecto, y como ya comentamos en la crítica correspondiente, Hollywood ha hecho muchas variaciones, con la dicotomía esencial entre el contacto amistoso y aquel más peliagudo, violento y… letal. En este último caso, apartándonos de los Independence Day de turno, en ocasiones el género espacial se mezcla con el thriller, el terror o incluso el gore. E inevitablemente el espectador potencial de esta película pensará en Alien: el octavo pasajero de Ridley Scott (1979) como espejo en el que se ha mirado Life del director sueco de origen chileno Daniel Espinosa. Y es que la odisea de la teniente Ripley y del bicho alienígena siempre está ahí, latente.
Como bien sabemos, la ciencia-ficción enfocada a mirar más allá de nuestro mundo es un género recurrente en el cine y en los últimos años hemos asistido a buenas muestras de ella: la belleza y el peligro del vacío en Gravity (Alfonso Cuarón, 2013); la búsqueda de nuevos mundos que poblar ante la certeza del final de la Tierra en Interstellar (Christopher Nolan, 2014) o el contacto con una especie extraterrestre que llega a nuestro planeta en La llegada (Arrival) (Denis Villeneuve, 2016). Sobre este último aspecto, y como ya comentamos en la crítica correspondiente, Hollywood ha hecho muchas variaciones, con la dicotomía esencial entre el contacto amistoso y aquel más peliagudo, violento y… letal. En este último caso, apartándonos de los Independence Day de turno, en ocasiones el género espacial se mezcla con el thriller, el terror o incluso el gore. E inevitablemente el espectador potencial de esta película pensará en Alien: el octavo pasajero de Ridley Scott (1979) como espejo en el que se ha mirado Life del director sueco de origen chileno Daniel Espinosa. Y es que la odisea de la teniente Ripley y del bicho alienígena siempre está ahí, latente.
6 de abril de 2017
5 de abril de 2017
4 de abril de 2017
3 de abril de 2017
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