Treme terminó a finales de 2013: todo el mes de
diciembre estuvo dedicado a la 4ª y última temporada, más corta que de
costumbre: sólo 5 episodios, un regalo por parte de David Simon, alma y,
junto a Eric Overmyer, creador y productor ejecutivo de la serie. Ya
hace un tiempo, pues, que terminó, pero la serie continuaba en mi mente
de una manera u otra, y eso me impulsaba a recordarla, del modo que
fuera: visualizando algún vídeo en YouTube, colgando alguna canción en
Facebook, leyendo algún artículo de prensa sobre series de televisión.
Hace pocos días se emitió la última temporada en Canal Plus y el
recuerdo de los últimos minutos de la temporada (y de la serie), con
John Boutté poniendo la banda sonora a una larga secuencia final, me impulsa a
escribir aunque sean unas pocas líneas. Unas líneas sobre Treme, la permanencia de seguir con la lucha y el aparente paso del tiempo.
La serie comenzaba con el retorno a la ciudad y se cierra con la
sensación de que la lucha por recuperarla no ha terminado y debe
continuar. Se podría decir que de principio a fin de la serie hay una
continuidad pero no un final claro: incluso en el inicio de la 4ª
temporada, con la euforia por el triunfo electoral de Barack Obama en
las elecciones presidenciales de 2008, la noción de que no ha cambiado
nada (o al menos no tanto como pudiera parecer) era evidenciada por un
Kermit Ruffins en la calle, trompeta en mano, mirando de lejos a un
corro de coches policiales que rodeaban sutilmente a la multitud en
celebración. El espectador de Treme asume que la serie tiene dos
tiempos: el cronológico, entre finales de 2005 y ya avanzada la
primavera de 2009, y el interior, que pasa más lentamente o en el que
las cosas suceden sin que aparentemente haya grandes cambios. Los
personajes han tenido una evolución clara: así, Antonie Batiste (Wendell
Pierce) ha pasado de callejear por locales en el Treme en pos de una
actuación a tener un trabajo fijo como profesor ayudante de música en un
instituto; Annie (Lucia Micarelli) ha dejado de tocar en las calles
para conseguir grabar un disco e iniciar una carrera de relativo éxito,
pero más estable que al lado de un inestable Sonny (Michiel Huisman),
que por su parte, dejando de lado las drogas y una vida de vagabundo,
encuentra la estabilidad casándose con una chica vietnamita, trabajando
en el barco pesquero de su padre y actuando de tanto en tanto; el
policía Terry (David Morse) se ha enfrentado (perdiendo, de hecho) a la
corrupción del NOPD, pero ha ganado en cuanto a su vida personal (aunque
sea lejos de Toni Bernette). Quizá sea la propia Toni (Melissa Leo)
quien simbolice mejor que las cosas no han cambiado tanto –a pesar de la
pérdida de Creighton o la independencia de su hija Sofia [India
Ennenga], ya en la universidad – o, mejor dicho, que la lucha sigue; y
algo parecido sucede con David McAlary (Steve Zahn), que recupera su rol
como DJ en la radio local, sigue defendiendo la variada cultura musical
de Nueva Orleans y su vida parece perpetuarse en una cierta
irresponsabilidad e incluso inmadurez.
Y junto a la lucha está la supervivencia. Ladonna trata de recuperar
su bar, asolado por el huracán y con un contratista que se hace de
rogar cuando ella insiste en que le arregle el techo. El bar es lo que
le queda cuando ha perdido a Daymo y será la causa de su crisis
matrimonial, pero es la base de su supervivencia económica y emocional.
Lo mismo sucede con Janette, que trata de sobrevivir en la primera
temporada manteniendo a flote su restaurante, obligada a tirar la toalla
al final de la misma, trasladándose a Nueva York, exilio en cierto modo
dorado, y finalmente regresando para reflotar el negocio, primero en
colaboración con un socio (que le acaba robando el nombre del local, la
marca comercial) y finalmente en solitario, volviendo otra vez al
principio: la chef que trata de sobrevivir al frente de un pequeño
restaurante. El viaje iniciático de Janette es parecido al de Delmond
Lambreaux (Rob Brown), que en Nueva York tiene el éxito laboral pero no
la estabilidad emocional que le significan la familia en Nueva Orleans;
la suya es una odisea desde el aparente desencanto por la tradición
familiar (el microuniverso indio) en la primera temporada, evolucionando
a la fusión cultural (cultura criolla y jazz moderno) en la segunda
temporada, y aferrándose al legado paterno cuando Big Chief Lambreaux
sucumba a la enfermedad en la tercera y cuarta temporadas. Antoine
Batiste sobrevive, a golpe de taxis y actuaciones en bares y gigs
ocasionales, en la primera temporada; la ilusión por constituir un grupo
musical estable no perdura a lo largo de la segunda temporada, siendo
finalmente la estabilidad como profesor en un instituto, y ayudando a
adolescentes, lo que consigue en las dos últimas tandas de episodios,
abandonando por el camino la vida de bohemia, impropia de un padre de
familia (de dos familias, de hecho).
Con la canción final a cargo de John Boutté, el engarce de los dos
títulos episódicos, Treme alcanza en sus minutos finales la esencia más
pura de lo que realmente siempre fue: la constatación de que el tiempo
pasa, pero a diferencia de Heráclito, algo permanece, y eso es la
necesidad de seguir combatiendo, de seguir luchando por recuperar la
ciudad, el barrio, la calle perdidas. Poniendo esa canción, Davis
McAlary asume que Nueva Orleans seguirá siempre ahí, y para nosotros los
espectadores, formará parte de nuestros recuerdos catódicos. Hasta que
decidamos volver a ella en un nuevo/perenne visionado. Do You Know What
Means To Miss New Orleans…?
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