19 de marzo de 2021

10 de marzo de 2021

Crítica de cine: Entre nosotras, de Filippo Meneghetti

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.

Dos mujeres maduras bailan agarradas en un local mientras se escucha a Petula Clark cantar una versión en italiano (“Sul carro mio”) de su hit “I Will Follow Him”.* Ambas comparten un momento de intimidad rodeados de personas que no las conocen y es de las pocas veces que pueden mostrarse cómo son delante de un mundo que, por muy en el siglo XXI que estemos, no imagina una relación de amor entre mujeres si no son jóvenes. Pues Madeleine, “Mado”, (Martine Chevallier) y Nina (Barbara Sukowa) son pareja en secreto desde hace más de veinte años. Un amor secreto, pues Mado estuvo casada con alguien que no la trataba bien y no se atrevió, ya viuda, a decir a sus hijos, Anne (Léa Drucker) y Frédéric (Jérôme Varanfrain), que su vecina de rellano, la misteriosa señora Dorn, es su pareja; que ambas prácticamente viven juntas de puertas para adentro, manteniendo la ficción de que sólo son amigas cuando Mado recibe visitas; que han decidido vender sus casas e irse a vivir a Roma lo que les queda de vida; y que sí, que se aman apasionadamente, aunque nadie más lo sepa. Pero Mado no se atreve a dar el paso definitivo –vender el piso y confesar a sus hijos sus planes–, lo cual resulta incomprensible para una Nina que no rinde cuentas a nadie y que no tiene ataduras en esa ciudad francesa en la que siempre estuvo de paso. Pero cuando Mado sufre una embolia, pierde el habla y queda medio paralizada, todo se irá al traste y Nina se las verá y deseará para poder estar cerca de su amada: nunca un rellano será una distancia tan enorme para ambas. 

Canciones para el nuevo día (3207/2426): "Mannish Boy"

Muddy Waters - Mannish Boy



Disco: Mannish Boy - single (1955)



3 de marzo de 2021

Reseña de Schadenfreude. The Joy of Another’s Misfortune, de Tiffany Watt Smith

En el tercer episodio de la tercera temporada de Los Simpson (FOX: 1988-), titulado “Cuando Ned Flanders fracasó”, el protagonista de la serie, que siempre le ha tenido ojeriza a su «vecinillo», fantasea con el fracaso de la tienda para zurdos que éste ha abierto en el centro comercial de Springfield: primero lo imagina andrajoso y con los bolsillos vacíos, después llorando ante su negocio cerrado y finalmente ve una tumba con su nombre; en ese momento se dice a sí mismo que su deleite es excesivo (too far, en el original) y vuelve a la imagen de Flanders lamentándose ante la persiana de su negocio arruinado (secuencia en YouTube). Se complace maliciosamente –pues esa es la definición que da el Diccionario de la RAE para «regodearse»–, pero sin pasarse demasiado; a fin de cuentas, tampoco es plan de desearle la muerte a nadie, pero si a esa persona le pasa alguna pequeña desgracia, pues, oye, no hay mal que por bien no venga y además me alegra el día. 

Canciones para el nuevo día (3202/2421): "Fall on Me"

R.E.M. - Fall on Me



Disco: Lifes Rich Pageant (1986)



1 de marzo de 2021

Crítica de cine: Nuevo orden, de Michel Franco

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.

En un hospital de la capital mexicana los pacientes son desalojados de sus camas cuando llega una multitud de heridos, muchos de ellos manchados de verde. Algo ha pasado en las calles. En un barrio selecto de la ciudad, se preparan para celebrar una boda entre Marián Novello (Naian González Norvind), la hija de una adinerada familia de la alta sociedad, con Alan (Darío Yazbek Bernal), un joven arquitecto, y lo más granado de México DF se reúne para conmemorar el evento. Son acontecimientos aparentemente inconexos, pero pronto el espectador, que piensa que se trata de una estampa de clase alta, verá que no es así. En un momento determinado Rebeca (Lisa Owen), la madre de Marián, abre un grifo: el agua sale de color verde, algo que sólo ve ella durante un momento: al informar a su marido, todo está normal. Este color verde es lo que conecta ambos sucesos, junto a la visita de un antiguo empleado, Rolando (Eligio Menéndez), que les pide dinero para que su esposa sea operada después de ser desalojada del hospital. La madre y el hermano de Marián, Daniel (Diego Boneta), tratarán de quitarse de encima a Rolando con unos pocos miles de pesos; sólo Marián se preocupará por el anciano y saldrá de la casa en coche, acompañada de uno de los chóferes de la familia, Cristian (Fernando Cuatle). Y entonces todo estallará en mil pedazos. 

Nuevo orden de Michel Franco es una distopía que epata de principio a fin con intensidad y fuerza para golpear al (incauto) espectador que quizá no dé crédito ante lo que ve durante apenas ochenta minutos: se pasa de la incomprensible (¿o quizá no tanta?) violencia de unos manifestantes en las calles y los asaltantes a esa casa aparentemente segura a la que se ejerce con el establecimiento de una dictadura militar de resonancias muy reconocibles para quien tenga memoria del tarumático siglo XX. Franco anticipa que la respuesta a la violencia a las calles sólo podrá ser la que se imponga con un nuevo orden en el que el ciudadano deja de tener derechos y se convierte en un sujeto pasivo que debe cumplir el toque de queda y llevar una identificación para poder trabajar, si no quiere recibir un balazo; y que la corrupción, el secretismo y los intereses de unos pocos se superponen a los valores democráticos si resulta necesario para mantener el control en las calles. Asusta el modo en el que Franco muestra con un hiperrealismo muy verosímil (y creíble) lo que puede suceder cuando lo que damos por seguro, un estado de derecho, se desecha para establecer el nuevo orden autocrático. 

Y es que el filme de Franco, partiendo de una lectura algo simplista de la lucha de clases (el asalto a esa casa y cómo los de abajo aterrorizan a los de arriba), se muestra incisivo, e incluso cruel, en la disección de cómo las bajas pasiones humanas pueden estallar con una facilidad pasmosa y utilizarse a conveniencia para aterrorizar a las masas. La violencia (física, mental, sexual) ya no será patrimonio de unos pocos, sino de todos, y la cámara acompañará al espectador para enseñarle que cuando cae el viejo orden (corrupto, desigual, hipócrita) lo que viene después sólo puede ser peor. Quizá es en esa idea de disparar en algunas direcciones (¿o son todas?) sea lo que frustre al espectador que intente encontrar un sentido a lo que observa: no lo hay cuando la violencia acaba por ejercerse contra los de siempre. Y quizá la pulsión violenta que se representa acabe teniendo un componente paródico. 


La película no deja apenas títere con cabeza en ese nuevo orden y no ha estado exenta de controversia cuando se estrenó en México el pasado otoño: se desató una ola de críticas en las redes sociales que tildaron al filme de Franco de clasista y racista respecto a las clases populares y que se mostraba una imagen demasiado whitexican en cuanto a la victimización de los personajes mexicanos blancos; la respuesta del director y guionista no fue mejor: respondió que se sentía atacado por esa definición, que consideraba propia de un “racismo inverso”. Sea como fuere, el filme, que no va sobrado de sutileza, nos obliga a reflexionar (si superamos el terror de lo contemplado durante sus ochenta y pocos minutos) sobre la fragilidad del mundo (y el orden) que nos rodea. Que su estreno en España se produzca casualmente en la semana de las algaradas callejeras en varias ciudades, tras la detención y entrada en prisión del rapero Pablo Hasél, no deja de tener un reverso de sarcasmo cruel. Casi tanto como que, después de ver esta película, el verde ya no nos parezca el color de la esperanza.