17 de julio de 2018
16 de julio de 2018
Crítica de cine: El mejor verano de mi vida, de Dani de la Orden
Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.
Dani de la Orden (n. 1989) encontró una fórmula para hacer películas como Love Actually (Richard Curtis, 2003) –una película que a su vez derivó en productos similares a ambos lados del Atlántico– pero en clave local: así surgieron Barcelona, noche de verano (2013) y Barcelona, noche de invierno (2015), películas corales resultonas y agradables, de esas que vas a ver en grupo una tarde-noche que no tienes otra cosa que hacer. Hizo además algunos documentales y se encargó de una película de encargo, la flojísima El pregón (2016), y ahora en Atresmedia –siguiendo la estela de Mediaset con Perfectos desconocidos (Álex de la Iglesia, 2017), adaptación española de Perfetti sconosciuti de Paolo Genovese (2016)–, le han encomendado el remake español de una comedia italiana, Sole a catinelle (Checo Zalone, 2013); “sol a cántaros”, dice el protagonista de la película italiana y es una frase propia que repite a menudo Curro (Leo Harlem) en esta adaptación española diseñada para atraer a las salas de cine al público veraniego con una comedia “de toda la vida”. El resultado, no obstante, no es para tirar cohetes.
13 de julio de 2018
12 de julio de 2018
11 de julio de 2018
10 de julio de 2018
9 de julio de 2018
Crítica de cine: No te preocupes, no llegará lejos a pie, de Gus Van Sant
Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.
Si hay un director que ha tocado lo indie y lo comercial, el corto y el largometraje, el cine y la televisión, el videoclip y las grabaciones de voz, ese es Gus Van Sant. Nunca podrás decir que te deja indiferente o que no has visto nada de él. Hagamos un poco de memoria cinematográfica. ¿Te acuerdas de películas independientes como Mi Idaho privado y Cowboy Drugstore? Son suyas. ¿Te acuerdas de películas oscarizadas como El indomable Will Hunting y Mi nombre es Harvey Milk? Él las dirigió. ¿Te acuerdas de Elephant, Gerry y Last Days? Él las concibió, escribió y dirigió. ¿Te acuerdas del remake (fotograma a fotograma y en color) de Psicosis? Él lo perpetró. ¿Te acuerdas de una película con mala baba como Todo por un sueño? Él la dirigió y permitió que Nicole Kidman se luciera. ¿Te acuerdas de decepciones como Descubriendo a Forrester? Él también es responsable. ¿Te acuerdas del primer episodio de Boss, la serie de televisión con Kelsey Grammer como alcalde de Chicago? Él lo dirigió y le dio el tono a la serie (Farhad Safinia la creó y escribió varios de sus episodios). ¿Te acuerdas del vídeo de “Fame ’90” la canción de David Bowie? Él lo dirigió. Sí, recuerdas a Gus Van Sant más de lo que sospechabas.
6 de julio de 2018
5 de julio de 2018
4 de julio de 2018
3 de julio de 2018
2 de julio de 2018
Crítica de cine: 78/52. La escena que cambió el cine, de Alexandre O. Philippe
Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.
Interior: una habitación de un motel de carretera. Suena una música suave de cuerdas que invita al sosiego. Una mujer joven, rubia –cómo no, la obsesión del director– y vestida con una bata hace cuentas en un papel, sentada frente a una mesa; no convencida, acaba por hacerlo trizas. Hace asomo de tirar los pedazos a la papelera, pero se lo piensa: no conviene dejar rastros, leemos sus pensamientos. Busca un lugar donde pueda deshacerse para siempre de los restos de papel. Tiene una idea, se levanta y entra en el cuarto de baño, arroja los pedazos al retrete y tira de la cadena. Baja la tapa del retrete, cierra la puerta, se quita la bata, que deja sobre el retrete, y se mete en la bañera. Corre la cortina: su figura desnuda se vislumbra a través del traslúcido plástico. Plano frontal: escuchamos cómo desenvuelve la pastilla de jabón, mira hacia arriba, la alcachofa de la ducha, y abre el grifo. Una tímida sonrisa recibe al agua que resbala sobre su cuerpo. Primerísimo plano del agua saliendo de la alcachofa. La mujer se enjabona el cuello, la sonrisa es franca, abierta: goza con el agua que cae sobre su cuerpo, se podría decir incluso que la recibe con una cierta liberación. Durante unos segundos, que parecen eternos, observamos cuan mirones cómo la mujer se ducha, mientras su cuerpo gira en una sucesión de planos: ella no lo sabe aún, pero debe situarse de espaldas a la cortina y a la puerta del cuarto de baño, en segundo término. La joven claramente disfruta con el agua caliente y el enjabonado sobre su piel. Pasamos a un plano lateral de la alcachofa de la ducha, regalando el preciado fluido. No hay música, solamente el ruido del agua lloviendo sobre el cuerpo de la joven y repiqueteando sobre el suelo de la bañera. Se muestra un plano medio: la mujer a la derecha frota su piel con las manos mientras deja que el agua caiga sobre su cuerpo; purificándola, quizá, podría pensar ella en ese momento. Detrás, la cortina traslúcida. Hay un enorme vacío en ese plano, a la izquierda. Pero hay que llenarlo: así, se abre la puerta, alguien entra; no sabemos quién es, sólo es alguien que lentamente se acerca a la cortina.
Interior: una habitación de un motel de carretera. Suena una música suave de cuerdas que invita al sosiego. Una mujer joven, rubia –cómo no, la obsesión del director– y vestida con una bata hace cuentas en un papel, sentada frente a una mesa; no convencida, acaba por hacerlo trizas. Hace asomo de tirar los pedazos a la papelera, pero se lo piensa: no conviene dejar rastros, leemos sus pensamientos. Busca un lugar donde pueda deshacerse para siempre de los restos de papel. Tiene una idea, se levanta y entra en el cuarto de baño, arroja los pedazos al retrete y tira de la cadena. Baja la tapa del retrete, cierra la puerta, se quita la bata, que deja sobre el retrete, y se mete en la bañera. Corre la cortina: su figura desnuda se vislumbra a través del traslúcido plástico. Plano frontal: escuchamos cómo desenvuelve la pastilla de jabón, mira hacia arriba, la alcachofa de la ducha, y abre el grifo. Una tímida sonrisa recibe al agua que resbala sobre su cuerpo. Primerísimo plano del agua saliendo de la alcachofa. La mujer se enjabona el cuello, la sonrisa es franca, abierta: goza con el agua que cae sobre su cuerpo, se podría decir incluso que la recibe con una cierta liberación. Durante unos segundos, que parecen eternos, observamos cuan mirones cómo la mujer se ducha, mientras su cuerpo gira en una sucesión de planos: ella no lo sabe aún, pero debe situarse de espaldas a la cortina y a la puerta del cuarto de baño, en segundo término. La joven claramente disfruta con el agua caliente y el enjabonado sobre su piel. Pasamos a un plano lateral de la alcachofa de la ducha, regalando el preciado fluido. No hay música, solamente el ruido del agua lloviendo sobre el cuerpo de la joven y repiqueteando sobre el suelo de la bañera. Se muestra un plano medio: la mujer a la derecha frota su piel con las manos mientras deja que el agua caiga sobre su cuerpo; purificándola, quizá, podría pensar ella en ese momento. Detrás, la cortina traslúcida. Hay un enorme vacío en ese plano, a la izquierda. Pero hay que llenarlo: así, se abre la puerta, alguien entra; no sabemos quién es, sólo es alguien que lentamente se acerca a la cortina.
29 de junio de 2018
28 de junio de 2018
27 de junio de 2018
26 de junio de 2018
25 de junio de 2018
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