Se podría decir que Mateo Gil ha estado a la sombra de Alejandro Amenábar, con quien ha escrito algunas de sus películas –Tesis, Abre los ojos, Mar adentro, Ágora–, ganadoras de numerosos, y nos equivocaríamos. De hecho, Gil ha tenido una trayectoria en paralelo a la de Amenábar, con una filmografía propia y en labores de guionista para otros directores; así, en 2005 Gil ganó el Goya al mejor guion adaptado por El método y en 2010 se llevó otro “cabezón” por el corto de ficción Dime que yo; premios en solitario a los que añadir los dos Goyas que comparte con Amenábar por los guiones de Mar adentro y Ágora. Pero no sólo de premios se curte un cineasta, lo hace sobre todo con sus experiencias, con las películas que ha realizado. Gil apuntó maneras con el thriller Nadie conoce a nadie (1999), su debut en las tareas de director, basada en la novela de Juan Bonilla y con unos crímenes en serie en la Semana Santa sevillana como trama principal. En 2006, y dentro del proyecto colectivo “Películas para no dormir”, presentó Regreso a Moira, que se presentó directamente en DVD, y en la senda de la serie televisiva Historias para no dormir (1966), de Narciso Ibáñez Serrador. No se conformó Gil con un solo género y en 2010 probó el western crepuscular en la muy sólida Blackthorn, con Sam Shepard en la piel de un anciano Butch Cassidy, y en 2017 volvió a cambiar, apostando por la ciencia-ficción en la también interesantísima Proyecto Lázaro, que tuvo, inmerecidamente, un discreto paso por las salas de cine. Culo inquieto, como podemos observar, Mateo Gil ha ido bebiendo de diversos géneros, que ha adaptado a su manera y estilo, y de este modo su carrera siempre ha llamado la atención (con resultados desiguales) en los últimos veinte años. Su última película, Las leyes de la termodinámica, logra justamente eso, que nos interese saber qué ha hecho con un género tan popular como el de la comedia romántica.
24 de abril de 2018
23 de abril de 2018
22 de abril de 2018
Crítica de cine: Un lugar tranquilo, de John Krasinski
Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.
Para cuando acabe 2018 y llegue ese momento en el que los críticos y aficionados elaboran sus listas sobre las mejores películas del año, sospecho que Un lugar tranquilo va estar no sólo incluida en esos listados sino en un puesto muy destacado. Y es que esta película, con un presupuesto más bien modesto (unos 17 millones de dólares que, en términos hollywoodienses, es casi calderilla) pero con unas ganancias (en sus primeras dos semanas), que multiplican por diez cada dólar invertido, puede convertirse (si es que no lo está haciendo ya) en uno de los filmes más comentados este año. La respuesta en el mercado estadounidense ha sido entusiasta, tanto por parte de la crítica como de un público que ha acudido en masa a las salas de cine; y es algo digno de elogio en estos tiempos en los que todo parece “más de lo mismo”, y más en un género como el terror post-apocalíptico cada vez más cultivado. Por ello, hay que destacar positivamente que este filme aporte un soplo de aire fresco y algunas ideas muy originales, aunque luego la puesta en escena sea muy convencional. Pero,” tiquismiqueces” al margen, en la balanza de las virtudes y los deméritos, se decanta claramente su peso hacia el lado de las virtudes.
20 de abril de 2018
Crítica de cine: Custodia compartida, de Xavier Legrand
Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.
Una jueza se dirige a una vista sobre la custodia de un niño de once años, Julien. Sus padres, Miriam y Antoine, se han divorciado, de manera poco o nada amistosa, y queda decidir con quién se quedará el niño; tienen otra hija, Joséphine, pero está a punto de cumplir los 18 años y ha decidido que no quiere estar con el padre. Las abogadas de cada parte exponen sus argumentos: la letrada de la madre exige la custodia exclusiva de Julien y una pensión alimenticia para el niño, no reclama nada para ella; la abogada del padre solicita la custodia compartida, con fines de semanas alternativos. Se lee una declaración tomada a Julien, en la que este se muestra contrario a estar con su padre; es más, no quiere. Sale a la luz el carácter violento del padre, que se queja de que su ex esposa pidió el divorcio de un día para otro y manipula a los hijos para que no quieran estar con él. La jueza tiene dudas, sospecha que Julien es la víctima colateral de un divorcio traumático y tampoco se le aportan pruebas de un maltrato por parte del padre. Meditará su decisión y la comunicará a los abogados de cada parte unos días después. Miriam la recibirá por teléfono, cuando está visitando un nuevo piso para ella, Julien y Joséphine (un octavo piso en una barriada de grandes edificios de viviendas familiares): la jueza ha dictaminado que ambos padres compartirán la custodia de Julien, que vivirá con Miriam, pero con períodos alternativos de estancia con Antoine. Pero lo peor está por llegar…
19 de abril de 2018
18 de abril de 2018
17 de abril de 2018
16 de abril de 2018
Reseña de Felipe V, esclavo de sus mujeres, de Philippe Erlanger
Sobre Felipe V, antes, durante y después del III Centenario de la llegada de los Borbones al trono de España, conmemorado con todo lujo de boatos y congresos, se ha escrito mucho, y no menos sobre la Guerra de Sucesión de España (1702-1714) en los últimos años (al margen de polémicas y controversias más o menos "historiográficas"). Desde que Philippe Erlanger (1903-1987) publicara este libro –edición original, Philippe V d'Espagne: un roi baroque esclave des femmes (Perrin, 1978; la edición que consta en los créditos de la traducción española, Philippe V d’Espagne, 2000, debe de ser una reedición)– ha llovido mucho, historiográficamente hablando (la edición castellana es de Ariel, 2003, en una colección de biografías nada desdeñable). Tanto, de hecho, que la valoración de este libro, dentro del panorama de estudios sobre el monarca español, puede caer fácilmente en la etiqueta “superado”. Pero es que, y hay que decirlo de entrada, este libro juega en otra liga, dentro del mismo deporte. Fundamentalmente porque Erlanger no fue un historiador académico, y menos en clave actual,
sino un alto funcionario, escritor y periodista, autor de algunas
biografías escritas a partir de memorias y correspondencia, y con un estilo netamente
évènementielle. Y es importante incidir en ello para comprender el
estilo de Erlanger en este libro.
13 de abril de 2018
12 de abril de 2018
11 de abril de 2018
10 de abril de 2018
Reseña de Ascenso y caída de Adán y Eva, de Stephen Greenblatt
Esta reseña parte de la lectura del original en inglés, The Rise and Fall of Adam and Eve (W. W. Norton & Company, 2017).
Notas al final de la reseña.
Notas al final de la reseña.
El crítico e historiador literario estadounidense Stephen Greenblatt se ha convertido en uno de los representantes, sino el principal, del llamado Nuevo Historicismo, tendencia que –no sin críticas– [1] conjuga crítica literaria e historia desde una aproximación no reduccionista, sino a partir del contexto histórico en el que las obras literarias en el que fueron creadas y, al mismo tiempo, la historia cultural desde las piezas que se escribieron en ese período. Sus estudios sobre Shakespeare [2] o la recuperación de Lucrecio a cargo de Poggio Bracciolini en el siglo XV, [3] por poner dos ejemplos recientes, siguen esta particular “hoja de ruta”, de modo que conocemos las obras de un período a través de un ejercicio de historia cultural que no se circunscribe únicamente a su condición de artefacto literario producido en un momento determinado (y consumido como tal en ese período). Así, en la biografía que escribió sobre Shakespeare, Greenblatt emprende el viaje para conocer al personaje a través de sus obras, más que de las evidencias que tenemos del personaje (que también); pero no sólo sus obras (pues cómo reconstruir los “años perdidos” –entre 1585 y 1592, es decir, entre el nacimiento de sus hijos gemelos y la primera mención como autor teatral en Londres–, sino del ambiente literario que conoció el Bardo (el desprecio que sufrió por parte de los escritores de formación “oxoniense”, con Robert Greene a la cabeza, y de cómo el caldo de cultivo social y cultural nos permiten conocer a William a través del espejo de sus obras (o, cómo se menciona en el título original de la biografía citada, situar a Shakespeare en el mundo que lo rodeaba y del que bebió tanto, ya sea la cuestión de la Reforma anglicana en su familia y círculo de amigos o el antisemitismo latente en la sociedad inglesa, y de ahí obras como El mercader de Venecia, por ejemplo). En esta cuestión shakesperiana, que en el fondo es el iceberg de mucho más, sin disociarse en exceso del neohistoricismo, es el de James Shapiro, y sus estudios sobre el Bardo, aunque el estilo de este especialista británico es diferente: escoge un año de la vida, y sobre todo de la producción teatral de Shakespeare, y “reconstruye” a partir de un análisis de esos libros lo que sabemos del autor y su contexto histórico. [4]
9 de abril de 2018
7 de abril de 2018
Crítica de cine: Juego de ladrones. El atraco perfecto, de Christian Gudegast
Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.
De tanto en tanto, el género de películas de atracos made in USA asoma la cabeza, enseña la patita y nos deja un título en la cartelera. A estas alturas hemos visto cintas de este tipo de todos los colores y por eso la noticia de que llega otra película más de este tipo provoca una cierta pereza que no oculta del todo una pizca de curiosidad. “Igual está bien, mientras entretenga…”, te dices a ti mismo cuando te diriges al pase de prensa (más bien escueto en asistentes) y te sientas en la butaca para ver Juego de ladrones. El atraco perfecto –no sé cómo, pero los exhibidores patrios han logrado meter en una misma frase dos títulos de lo más trillado en castellano; el original tampoco es que sea la repanocha: Den of Thieves (“guarida de ladrones” sería la traducción literal)–; una película de la que lo máximo que he querido saber, pues ya el título es lo suficientemente elocuente, es su duración: 140 minutos. Arrugo un poco el ceño, pero finalmente me puede el curioseo. Con los títulos de crédito finales (bastante chulos, por cierto), mis sensaciones son un pelín ambivalentes, encontradas, como se suele decir, pero en general positivas.
6 de abril de 2018
5 de abril de 2018
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