17 de abril de 2018
16 de abril de 2018
Reseña de Felipe V, esclavo de sus mujeres, de Philippe Erlanger
Sobre Felipe V, antes, durante y después del III Centenario de la llegada de los Borbones al trono de España, conmemorado con todo lujo de boatos y congresos, se ha escrito mucho, y no menos sobre la Guerra de Sucesión de España (1702-1714) en los últimos años (al margen de polémicas y controversias más o menos "historiográficas"). Desde que Philippe Erlanger (1903-1987) publicara este libro –edición original, Philippe V d'Espagne: un roi baroque esclave des femmes (Perrin, 1978; la edición que consta en los créditos de la traducción española, Philippe V d’Espagne, 2000, debe de ser una reedición)– ha llovido mucho, historiográficamente hablando (la edición castellana es de Ariel, 2003, en una colección de biografías nada desdeñable). Tanto, de hecho, que la valoración de este libro, dentro del panorama de estudios sobre el monarca español, puede caer fácilmente en la etiqueta “superado”. Pero es que, y hay que decirlo de entrada, este libro juega en otra liga, dentro del mismo deporte. Fundamentalmente porque Erlanger no fue un historiador académico, y menos en clave actual,
sino un alto funcionario, escritor y periodista, autor de algunas
biografías escritas a partir de memorias y correspondencia, y con un estilo netamente
évènementielle. Y es importante incidir en ello para comprender el
estilo de Erlanger en este libro.
13 de abril de 2018
12 de abril de 2018
11 de abril de 2018
10 de abril de 2018
Reseña de Ascenso y caída de Adán y Eva, de Stephen Greenblatt
Esta reseña parte de la lectura del original en inglés, The Rise and Fall of Adam and Eve (W. W. Norton & Company, 2017).
Notas al final de la reseña.
Notas al final de la reseña.
El crítico e historiador literario estadounidense Stephen Greenblatt se ha convertido en uno de los representantes, sino el principal, del llamado Nuevo Historicismo, tendencia que –no sin críticas– [1] conjuga crítica literaria e historia desde una aproximación no reduccionista, sino a partir del contexto histórico en el que las obras literarias en el que fueron creadas y, al mismo tiempo, la historia cultural desde las piezas que se escribieron en ese período. Sus estudios sobre Shakespeare [2] o la recuperación de Lucrecio a cargo de Poggio Bracciolini en el siglo XV, [3] por poner dos ejemplos recientes, siguen esta particular “hoja de ruta”, de modo que conocemos las obras de un período a través de un ejercicio de historia cultural que no se circunscribe únicamente a su condición de artefacto literario producido en un momento determinado (y consumido como tal en ese período). Así, en la biografía que escribió sobre Shakespeare, Greenblatt emprende el viaje para conocer al personaje a través de sus obras, más que de las evidencias que tenemos del personaje (que también); pero no sólo sus obras (pues cómo reconstruir los “años perdidos” –entre 1585 y 1592, es decir, entre el nacimiento de sus hijos gemelos y la primera mención como autor teatral en Londres–, sino del ambiente literario que conoció el Bardo (el desprecio que sufrió por parte de los escritores de formación “oxoniense”, con Robert Greene a la cabeza, y de cómo el caldo de cultivo social y cultural nos permiten conocer a William a través del espejo de sus obras (o, cómo se menciona en el título original de la biografía citada, situar a Shakespeare en el mundo que lo rodeaba y del que bebió tanto, ya sea la cuestión de la Reforma anglicana en su familia y círculo de amigos o el antisemitismo latente en la sociedad inglesa, y de ahí obras como El mercader de Venecia, por ejemplo). En esta cuestión shakesperiana, que en el fondo es el iceberg de mucho más, sin disociarse en exceso del neohistoricismo, es el de James Shapiro, y sus estudios sobre el Bardo, aunque el estilo de este especialista británico es diferente: escoge un año de la vida, y sobre todo de la producción teatral de Shakespeare, y “reconstruye” a partir de un análisis de esos libros lo que sabemos del autor y su contexto histórico. [4]
9 de abril de 2018
7 de abril de 2018
Crítica de cine: Juego de ladrones. El atraco perfecto, de Christian Gudegast
Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.
De tanto en tanto, el género de películas de atracos made in USA asoma la cabeza, enseña la patita y nos deja un título en la cartelera. A estas alturas hemos visto cintas de este tipo de todos los colores y por eso la noticia de que llega otra película más de este tipo provoca una cierta pereza que no oculta del todo una pizca de curiosidad. “Igual está bien, mientras entretenga…”, te dices a ti mismo cuando te diriges al pase de prensa (más bien escueto en asistentes) y te sientas en la butaca para ver Juego de ladrones. El atraco perfecto –no sé cómo, pero los exhibidores patrios han logrado meter en una misma frase dos títulos de lo más trillado en castellano; el original tampoco es que sea la repanocha: Den of Thieves (“guarida de ladrones” sería la traducción literal)–; una película de la que lo máximo que he querido saber, pues ya el título es lo suficientemente elocuente, es su duración: 140 minutos. Arrugo un poco el ceño, pero finalmente me puede el curioseo. Con los títulos de crédito finales (bastante chulos, por cierto), mis sensaciones son un pelín ambivalentes, encontradas, como se suele decir, pero en general positivas.
6 de abril de 2018
5 de abril de 2018
4 de abril de 2018
3 de abril de 2018
2 de abril de 2018
31 de marzo de 2018
Reseña de El cuarto disparo, de Javier Lacomba Tamarit
Robert Louis Stevenson popularizó (que no inventó), en El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde (1886) la figura del Doppelgänger,
la dualidad o la duplicidad en una misma persona entre un ente “bueno” y
otro “malvado”. La literatura romántica del siglo XIX, con algunos
precedentes, hizo especial hincapié en la figura de los “dobles”, los
“gemelos”, a lo que Stevenson añadió el matiz de que uno de ellos era un
“reverso tenebroso” del alma humana, idea que el cine y la televisión
extendieron a lo largo del último siglo, y que encontramos también en la
imagen del asesino en serie que oculta una doble o múltiple
personalidad y que aparece a menudo en un género de tan éxito como la
novela negro-criminal. Pero la duplicidad también puede entenderse, lato sensu,
si observamos la diferenciación que pude haber, en una figura pública,
entre la imagen que tuvo y proyectó en vida y la leyenda que surgió y se
extendió con su muerte. Y en este sentido, alguien como John Fitzgerald
Kennedy, el 35º presidente de los Estados Unidos (20 de enero de
1961-22 de noviembre de 1963) quizá sea el exponente más claro, en este
tipo de disquisiciones, de la disparidad que hubo entre lo que fue su
vida (y su carrera política) y su leyenda tras su asesinato en Dallas
aquel mediodía de un día de otoño. Quizá dicho de manera un tanto cruda,
Kennedy se convirtió en un icono para su generación, y las que la
siguieron, no tanto por los logros (más bien escasos) de su presidencia
como por el hecho de morir asesinado en acto de servicio.
30 de marzo de 2018
Crítica de cine: Barbara, de Matthieu Amalric
Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.
De entre las películas que se estrenan para este puente largo de Semana Santa, seguramente Barbara será la que menos llame la atención, sobre todo cuando el interés mediático se focaliza en el último filme de Steven Spielberg. También es cierto que el personaje protagonista de este particular biopic, la cantautora francesa Monique Serf (1930-1997), que actuó artísticamente bajo el nombre de Barbara, tampoco es alguien que sea conocido por nuestros lares. Para los franceses, Barbara es la tercera gran B del género de la chanson de contenido político y social de la segunda mitad del siglo XX, junto a Georges Brassens y Jacques Brel, y coetánea de artistazos como Serge Gainsbourg, Charles Trenet o Georges Moustaki. Quizá algunas de sus canciones sí resulten algo más familiares, como “L’Aigle noir”, que Maria del Mar Bonet popularizó con su versión, “L’àliga negre”; una canción que, como muchas de las que compuso y cantó Barbara, tiene un contenido autobiográfico subyacente y doloroso, en este caso los abusos sexuales que sufrió por parte de su padre durante su infancia. “Gottingen”, “Amours incestueuses”, “Musique pour una absente”, “À mourir pour mourir”, “Una petite cantata”, “Ma plus belle histoire d’amour”, “Attendez que ma joie revienne”, “Nantes” o “Je ne sais país dire” son algunas de las canciones del repertorio de Barbara que se han hecho famosísimas, junto a “L’Aigle noir”, y que no pueden faltar en una película que recrea algunos momentos de su vida y que forman parte de la banda sonora de una generación… que ya no es la nuestra.
29 de marzo de 2018
28 de marzo de 2018
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