[Notas entre corchetes, al final de la reseña].
Al final de la película Marea roja [Crimson Tide] (Tony Scott, 1995), y antes de los créditos finales, se sobreimpresiona sobre pantalla un mensaje, que es el colofón a una trepidante historia ambientada en un submarino estadounidense equipado con armamento nuclear y en el que estalla un motín. El mensaje reza lo siguiente (traducimos): "Desde enero de 1996, la principal autoridad y la capacidad para lanzar misiles nucleares ya no quedará en los comandantes de los submarinos de los Estados Unidos... el control principal residirá en el Presidente de los Estados Unidos". ¿La causa? Ante una crisis internacional, en la que unos rebeldes rusos se han hecho con el control de varios submarinos nucleares y amenazando con utilizarlos, el sumergible estadounidense se ve en la “necesidad” de efectuar un ataque preventivo. El comandante de la nave, el capitán Ramsey (Gene Hackman) es quien tiene el poder de decisión, que deberá ser ratificado por el oficial que tiene acceso a las armas nucleares, y quiere lanzar el torpedo. Su segundo al mano, el teniente Hunter (Denzel Washington), es más cauto y prefiere esperar a que se confirme un mensaje cifrado que ha quedado interrumpido. La película escenifica la lucha entre dos opciones, lanzar o no lanzar armas que provocarán una reacción en cadena que conducirá a un holocausto nuclear, que es paralela a una disputa en la cadena de mando. Finalmente, se recibe un mensaje que anuncia la derrota de los rebeldes rusos y que no se autoriza un lanzamiento; todos los tripulantes del submarino respiran, se han salvado de iniciar una guerra mundial devastadora. El mensaje que aparece al final de la película incide en un aspecto poco conocido para el público en general: los comandantes de submarinos estadounidenses con capacidad para utilizar armamento nuclear ya no tendrán la autorización principal para hacerlo, sino que estará únicamente en manos del presidente de la nación. Como demuestra Daniel Ellsberg en este libro, dicha autoridad única por parte del presidente de los Estados Unidos ha sido y sigue siendo una falacia: uno de los principales temores, y puntos a analizar en este libro, es la diversidad de personas que tienen autorización para lanzar misiles con cabezas nucleares. ¿Cuántos dedos controlan el botón rojo?, denuncia Ellsberg.
Al final de la película Marea roja [Crimson Tide] (Tony Scott, 1995), y antes de los créditos finales, se sobreimpresiona sobre pantalla un mensaje, que es el colofón a una trepidante historia ambientada en un submarino estadounidense equipado con armamento nuclear y en el que estalla un motín. El mensaje reza lo siguiente (traducimos): "Desde enero de 1996, la principal autoridad y la capacidad para lanzar misiles nucleares ya no quedará en los comandantes de los submarinos de los Estados Unidos... el control principal residirá en el Presidente de los Estados Unidos". ¿La causa? Ante una crisis internacional, en la que unos rebeldes rusos se han hecho con el control de varios submarinos nucleares y amenazando con utilizarlos, el sumergible estadounidense se ve en la “necesidad” de efectuar un ataque preventivo. El comandante de la nave, el capitán Ramsey (Gene Hackman) es quien tiene el poder de decisión, que deberá ser ratificado por el oficial que tiene acceso a las armas nucleares, y quiere lanzar el torpedo. Su segundo al mano, el teniente Hunter (Denzel Washington), es más cauto y prefiere esperar a que se confirme un mensaje cifrado que ha quedado interrumpido. La película escenifica la lucha entre dos opciones, lanzar o no lanzar armas que provocarán una reacción en cadena que conducirá a un holocausto nuclear, que es paralela a una disputa en la cadena de mando. Finalmente, se recibe un mensaje que anuncia la derrota de los rebeldes rusos y que no se autoriza un lanzamiento; todos los tripulantes del submarino respiran, se han salvado de iniciar una guerra mundial devastadora. El mensaje que aparece al final de la película incide en un aspecto poco conocido para el público en general: los comandantes de submarinos estadounidenses con capacidad para utilizar armamento nuclear ya no tendrán la autorización principal para hacerlo, sino que estará únicamente en manos del presidente de la nación. Como demuestra Daniel Ellsberg en este libro, dicha autoridad única por parte del presidente de los Estados Unidos ha sido y sigue siendo una falacia: uno de los principales temores, y puntos a analizar en este libro, es la diversidad de personas que tienen autorización para lanzar misiles con cabezas nucleares. ¿Cuántos dedos controlan el botón rojo?, denuncia Ellsberg.