El espectador algo irónico puede que vea
los primeros minutos de esta película con esta idea en la cabeza (que no
necesariamente tiene que ver con lo que se ve en pantalla, pero, oye,
yo se la vendo…): el personaje que encarna un Russell Crowe pasado de peso y de vuelta de todo bien podría ser aquel que Bud White
que interpretara en L.A. Confidential (Curtis Hanson, 1997)… veinte
años después. El hecho mismo de que Crowe se reencuentre de nuevo con Kim Basinger en la pantalla (que no hace aquí de una Veronica Lake
madura), que la acción transcurra en un Hollywood menos glamuroso y que
el elemento cinematográfico forme parte también aquí de la trama (cine
porno, de hecho, frente a las femmes fatales del cine negro que
aparecían en el filme de Hanson) permiten que se pueda esbozar, durante
unos segundos, una sonrisa en quien se acomoda en la butaca, sabiendo
perfectamente que no, que Dos buenos tipos (Shane Black,
2016) no tiene nada que ver con aquella película. Pues ni el género es
el mismo ni tampoco el resultado. Pero podemos anticipar que el
espectador no saldrá del cine defraudado con esta película.