Cuenta Pete Docter, director (y alma) de esta película, que la idea de la misma surgió de la realidad que lo rodeaba; en este caso, su hija Elizabeth que, en torno a los once años de edad, cambió radicalmente: de ser una chiquilla alegre y dicharachera (que incluso puso la voz a Ellen, la niña que enamoró para siempre al pequeño y después anciano cascarrabias Carl Fredricksen de Up [2009], anterior película de Docter) a ser una niña taciturna, apagada, triste. ¿Qué le pasó a Elizabeth? Mejor dicho, ¿qué pasaba por su mente para mutar de aquella manera? ¿Era la pubertad la causa de aquel cambio de carácter? ¿"Es la edad del pavo", que se diría? Elizabeth es ahora una adolescente (¡más madera en esa cabecita!) y ha visto la película; le ha encantado, le emocionó una historia que todos los que nos hayamos acercado a verla a una sala de cine también nos ha tocado la fibra. Pero una fibra que no es ñoña, ni sensiblera, ni incluso estilo "disney"; Pixar hace tiempo que creó las bases para un cine de animación que no sólo piensa en los más pequeños de la casa, en atraparlos y maravillarlos: la saga Toy Story (1995, 1999 y 2010), Wall-E (2008) o la citada Up son buena muestra de un cine que seduce y emociona a los adultos, que también piensa en ellos. Quizá Inside Out (Del revés) sea un punto y aparte: sí, es una película para todos los públicos, incluidos los niños (por supuesto), pero estoy plenamente convencido que es sobre todo para los adultos, además de para unos niños de la edad de Riley (y Elizabeth Docter), la involuntaria protagonista de esta película. Niños que no son tan niños y que pueden verse reflejados en ella, en las emociones contradictorias que sienten a medida que crecen.