El Mediterráneo suele verse como un mar cerrado a
la libre navegación desde la expansión islámica de los siglos VII-VIII,
rompiendo una cultura de la navegación a larga distancia que los
romanos establecieron y que los musulmanes quebrarían, según la tesis
tradicional de Henri Pirenne (Mahoma y Carlomagno, 1937). Fernand Braudel en El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II
(1949) hizo una renovadora mirada de ese marco mediterráneo en el siglo XVI, aunque su análisis iba también muy tierra adentro (el primer
tomo, sobre todo). Para Braudel, la historia del medio importaba tanto o
más que la historia de las personas que a mediados del siglo XVI
poblaban las orillas y varios cientos de kilómetros hacia el interior,
de modo que era el paso del tiempo, la acción de la geografía, la
climatología, y los avatares de la economía los que acababan
determinando el movimiento de las personas. Más recientemente, Chris
Wickham, con dos obras de 2005(Una historia nueva de la Alta Edad Media. Europa y el mundo mediterráneo, 400-800) y 2009 (El legado de Roma: una historia de Europa de 400 a 1000) que reevalúan el período entre los
siglos V y X en la Europa mediterránea en gran medida, con especial
hincapié en la estructura económica y social la primera, y en los
aspectos políticos y militares la segunda) y David Abulafia (El Gran
Mar. Una historia humana del mediterráneo, 2013) se ha acercado a las
comunidades humanas que han surcado las aguas y vivido en las orillas de
este mar desde prácticamente antes del Neolítico y hasta principios del
siglo XXI: viajeros, conquistadores, peregrinos, mercaderes… navegan
por las aguas mediterráneas de su libro, que cuenta muchas pequeñas
historias.