Uno de los inicios de novela más conocidos de la
literatura universal es el de Anna Karenina de Lev Tolstói: «Todas las
familias felices se parecen, pero las infelices lo son cada una a su
manera». Y a menudo te acuerdas de esa frase mientras vas leyendo este
novelón de 650 páginas sobre una familia; concretamente, tres
generaciones de una misma familia, más de treinta años de historia
familiar, también con la historia española de trasfondo. Un
trasfondo sutil, de todas maneras, ya que Ignacio Martínez de Pisón no
pretende narrar un Cuéntame cómo pasó (ni, espero, le pasaría por la
cabeza): la novela inicia su andadura –tras un prólogo que luego se
trenza con su desarrollo– en Melilla, donde en 1950 vive la familia Caro
Campillo. Una familia de curiosa mezcla: el padre, Samuel, es un judío
(no ortodoxo) que se casó con la católica Mercedes, la hija de un
militar, y aunque las dos hijas de la pareja, Miriam y Sara, lleven
nombres judíos, la suya no ha sido una educación en las costumbres
religiosas judías; válgame Dios, Mercedes, una mujer con carácter, no lo
habría aceptado. Son los últimos años del Protectorado español en
Marruecos, pronto Melilla pasará a ser, junto a Ceuta, el último enclave
español en suelo africano y todo cambiará para una familia que, aún no
siendo judía en su totalidad, emprende su particular diáspora.
14 de agosto de 2014
Canciones para el nuevo día (1494/723): "Put On Your Sunday Clothes"
Barbra Streisand, Michael Crawford & Hello Dolly! Cast - Put On Your Sunday Clothes
Disco: Hello Dolly! - soundtrack (1969)
13 de agosto de 2014
12 de agosto de 2014
11 de agosto de 2014
10 de agosto de 2014
Crítica de cine: Shirley. Visiones de una realidad, de Gustav Deutsch
Edward Hopper (1882-1967) es el pintor que más
cercano está a la fotografía en el siglo XX. Su mirada pictórica en
muchas ocasiones (parece) evocar la técnica de una fotografía: la
perspectiva, las diagonales, la sensación de captar un instante
determinado, la posibilidad de detener el tiempo, la plasmación de
escenas cotidianas. Obviamente, su pintura no es como una fotografía,
aunque, leyendo a Susan Sontag, podría serlo: "Una fotografía no es
sólo una imagen (como un cuadro es una imagen), una interpretación de
algo real; es también un rastro, algo directamente estarcido de lo real,
como una huella o una máscara mortuoria" (On Photography,
2001, p. 154, traducción propia). Quizá la mayor diferencia entre ambos
medios es que la fotografía es la imagen directa mientras que la
pintura ofrece una mirada indirecta: del objeto o la escena a retratar,
pasamos a la retina y las manos del pintor, que lo refleja sobre el
lienzo en una intermediación que inevitablemente altera lo que él
(nosotros) ha (hemos) visto. Hasta cierto punto un cuadro no deja de ser
un trampantojo, un engaño puesto ante nuestra mirada, una figuración o
una simulación en la que aquello que se contempla trasciende sus propios
marcos (sus límites) y se nos presenta como algo que se proyecta más
allá de ese espacio delineado y estrictamente delimitado. Se podría
argüir que la fotografía (o el cine) también son un trampantojo, de modo
que la mirada a la instantánea no deja de ser ficcional, tamizada por
la ilusión y la sorpresa que las emociones y las sensaciones nos
inoculan cuando se produce el viaje en nanosegundos de la luz de esa
instantánea a nuestra retina. Al contemplar un cuadro de Hopper quizá
tengamos esas percepciones, de una ilusión visual que nos hace tener la
sensación de ver una imagen del tiempo detenido, como en una fotografía;
y que nos preguntemos, a su vez, qué hay en ese cuadro que nos llama
tanto la atención, o incluso qué pasa por la mente las personas
retratadas, qué piensan o qué dicen cuando varios personajes coinciden
en una misma estampa y el tiempo, veloz e inclemente, se detiene para
que podamos ser testigos de una escena de realidad.
8 de agosto de 2014
Canciones para el nuevo día (1490/719): "Like a Dog Chasing Cars"
Hans Zimmer & James Newton Howard - Like a Dog Chasing Cars
Disco: The Dark Knight - soundtrack (2008)
7 de agosto de 2014
6 de agosto de 2014
5 de agosto de 2014
4 de agosto de 2014
Crítica de cine: Begin Again, de John Carney
John Carney pegó el pelotazo en 2006 con Once, una película sobre cantantes y compositores que se buscan la vida en bares y locales de todo tipo. Su soundtrack fue de lo más escuchado aquel año y se llevó un Oscar a la mejor canción original. Buen rollo, magia y música, buena música. Funcionó, funcionó muy bien. Y he aquí que Carney repite la jugada con Begin Again, pero en esta ocasión cambiamos las calles de Dublín por Nueva York, con actores de peso y un soundtrack que parece prefabricado, hecho para triunfar y petar las playlists en YouTube y Spotify. Y tenemos el aliciente de ver a Keira Knightley cantando, quizá el anzuelo para que muchos se acerquen a una sala de cine y quieran comprobar si la actriz británica canta bien o más bien suelta gorgoritos. A su lado ponen a un Mark Ruffalo que se pone en la piel de un productor que tiempo atrás ganó un par de Grammys pero que ahora, solo y amargado, ya solamente espera encontrar a un cantante con voz propia y autenticidad que relance su discográfica y le haga renacer de sus propias cenizas. Pongamos a Adam Levine, cantante y alma de Maroon 5 para que interprete unas cuantas canciones, interprete a un personaje al que culpar y haga subir las ventas en iTunes. Y, por último, que se vea Nueva York, como personaje que todo lo ocupa, ya sea en sus calles o bajo tierra con el icónico metro suburbano. El resultado podría ser un producto para llenar salas de cine en verano, cuando la cosa está de capa caída (si no hay un transformers o un blockbuster de esos de la peor ralea), hacer taquilla, tomarle un poco el pelo a la audiencia, ofreciéndole un producto que funciona como una novela romántica. La sorpresa es que la película funciona bien, no es una comedia romántica ni busca el happy end que se suele atribuir a estos productos. Y eso es casi lo mejor de todo.
1 de agosto de 2014
31 de julio de 2014
30 de julio de 2014
29 de julio de 2014
Reseña de Año cero. Historia de 1945, de Ian Buruma
En Alemania, año cero (1948). Roberto Rossellini
cuenta la historia de Edmund, un niño de 12 años que trataba de
sobrevivir en un Berlín en ruinas. O mejor dicho, la historia del
Berlín de posguerra a través de los ojos de un niño que toda su vida ha
vivido bajo el nazismo. Y el neorrealismo de la película, como en Roma,
ciudad abierta (1945), se centraba en los sentimientos, sensaciones y
expresiones de un personaje en un mundo devastado por la guerra. Edmund
luchaba por sobrevivir y por ayuda a su familia pero su final, en soledad y sin apenas abrir la boca para gritar, era el corolario del
final de una era y el inicio de nuevos tiempos. Un año cero comenzaba en
1945, pero no sólo en la Alemania en ruinas: el mundo entero parecía
(re)nacer de nuevo. Parecía, pues de las cenizas del nuevo mundo no
podía nacer otro prístino e inmaculado, por mucho que lo intentaran los
vencedores, y se producía una sucesión de venganzas, hambre y regresos
al hogar. Venganzas espontáneas y castigos legalizados; hambre entre los
derrotados y racionamientos que en la Inglaterra vencedora habrían de
durar hasta 1952; movimientos de población que supondrían rehacer, y
esta vez hasta el fondo, la Europa de las nacionalidades.
28 de julio de 2014
25 de julio de 2014
24 de julio de 2014
Canciones para el nuevo día (1479/708): "Game of Thrones, Season 4 (The Children)"
Ramin Djawadi - Game of Thrones, Season 4 (The Children)
Disco: Game of Thrones Season 4: Music From the HBO's Series - score (2014)
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