11 de febrero de 2013

7 de febrero de 2013

Reseña de La doctrina del shock: el auge del capitalismo del desastre, de Naomi Klein

«Sólo una crisis –real o percibida– da lugar a un cambio verdadero. Cuando esa crisis tiene lugar, las acciones que se llevan a cabo dependen de las ideas que flotan en el ambiente. Creo que ésa ha de ser nuestra función básica: desarrollar alternativas a las políticas existentes, para mantenerlas vivas y activas hasta que lo políticamente imposible se vuelva políticamente inevitable.»Milton Friedman, Capitalismo y libertad (1962)

Milton Friedman (1912-2006) murió un año después del desastre del Katrina en Nueva Orleáns, una catástrofe no imprevista ni inevitable que sacudió a la gran superpotencia norteamericana, el primer país del mundo, un lugar donde parecía que algo como aquello podía ocurrir. Pero ocurrió y fue un shock. Un shock posterior a una grave crisis, una de esas crisis que Friedman creía que podían ser «una oportunidad» para hacer tabula rasa y empezar de nuevo. ¿Empezar qué? Empezar un liberalismo económico liberado de las trabas que el Estado keynesiano posterior a 1929 había creado para poner coto al libre mercado salvaje. Pero el Katrina no fue sino una de las más recientes crisis que se han sufrido en el mundo contemporáneo. Como denuncia la canadiense Naomi Klein (n. 1970), desde el golpe de estado de Pinochet en Chile, en 1973, se han venido sucediendo crisis y estados de shock constante, en las cuales el liberalismo económico a ultranza (o neoliberalismo, o neoconservadurismo), «oportunidades» de oro para destruir el Estado del bienestar, para seguir los postulados de la Escuela de Chicago (de la que Friedman fue el principal gurú) y para crear un nuevo mundo, una tabula rasa, en la que, consciente o inconscientemente, millones de personas pagaron los platos rotos. 

Canciones para el nuevo día (1099/327): "The Joker"

Steve Miller Band - The Joker



Disco: The Joker (1973)

 

6 de febrero de 2013

Reseña de En busca de las fuentes del Nilo, de Tim Jeal

Ser explorador no era fácil. Si las enfermedades no lo mataban a uno, debía lidiar con reyezuelos africanos que, según su capricho o su (permítaseme el epíteto) xenofobia, vetaban la presencia de hombres blancos (si es que directamente no los atacaban); y eso sin dejar de lado las inclemencias climatológicas, la feracidad de la selva o el ataque de animales salvajes. Tampoco vamos a ofrecer un panegírico del explorador blanco, en ocasiones aliado con traficantes de esclavos, dispuesto a hacerse camino a sangre y fuego, negociando con abalorios y telas con esos reyezuelos, pagando poco o maltratando a porteadores de tribus que a veces tenían que defenderse (con o sin la ayuda del explorador) de las emboscadas de tribus enemigas.  Luego estaba lo que se esperaba de un explorador en su propio país. Al respecto, Richard Burton, a quien se le pueden criticar muchas vilezas, no estaba del todo errado cuando se quejaba de que «el viajero angloafricano en este momento del siglo XIX [1872] es un profesional que tiene demasiado trabajo […] pues se espera de él que revise y observe, que registre datos meteorológicos y trigonométricos, que cace y diseque pájaros y otros animales, que recoja muestras y teorías geológicas […] que haga avanzar los estudios todavía en pañales de la antropología, que lleve las cuentas, que haga dibujos y escriba un diario extenso y legible […] y que envíe largos informes para que los miembros de la Royal Geographical Society no se queden dormidos durante sus sesiones» (Zanzibar: City, Island and Coast, vol. II, pp. 222-223). No era fácil la tarea del explorador…

Canciones para el nuevo día (1098/326): "Real Wild One (Wild One)"

Iggy Pop - Real Wild One (Wild One)



Disco: Blah Blah Blah (1986)

2 de febrero de 2013

Crítica de cine: Hitchcock, de Sacha Gervasi

Cada cierto tiempo el cine de Hollywood recurre al biopic parcial de estrellas y directores, hablando de un pasado lejano que obviamente no volverá; un espejo en el que mirarse, quizá en busca de un lustre que cada vez cuesta más encontrar. Ya hace un tiempo Bill Condon recuperó la figura de James Whale en Dioses y monstruos; qué decir del homenaje al cine mudo en The Artist hace un año, o la conmemoración de Marilyn Monroe en un rodaje complejo en Mi semana con Marilyn. Esta última apuesta tiene un cierto aire de película para la televisión, y en cierto modo Hitchcock se acerca a este planteamiento. Como la anterior película, estamos ante una película con un reparto de altura y un director novel (Sacha Gervasi) que saca buen partido de una historia (guión de John J. McLaughlin, Stephen Rebello, basado en un libro de este último). Y el resultado es quizá menos sorprendente (y más convencional) de lo esperado, pero también una aproximación al universo cinematográfico de Alfred Hitchcock. Podemos decir, sin equivocarnos, que quien se acerque a una sala de cine a ver este filme no saldrá insatisfecho. Ni de lejos. 

1 de febrero de 2013

Reseña de La primera guerra total: la Europa de Napoleón y el nacimiento de la guerra moderna, de David A. Bell

Suele definirse la Gran Guerra de 1914-1918 como el primer conflicto «total», cuando los Estados cambiaron las prácticas de la guerra, implicando a toda la sociedad y poniendo la economía al servicio del esfuerzo bélico. En cambio, David A. Bell propone en La primera guerra total: la Europa de Napoleón y el nacimiento de la guerra moderna (Alianza Editorial, 2012) que las guerras entre 1792 y 1815 transformaron el modo de enfocar la guerra para siempre. En este libro, publicado originalmente en 2007 (no deja de ser curioso que llegue la traducción castellana en el reciente 2012, año de conmemoración del fiasco napoleónico en Rusia), Bell apuesta por una historia cultural de la guerra en sí misma, desafiando convenciones comúnmente aceptadas y desatando numerosos debates y controversias al respecto. Para este autor son las transformaciones intelectuales de la Ilustración, junto con la efervescencia política entre 1789 y 1792, los factores que originaron una nueva concepción de la guerra, intensificando los combates en las dos décadas siguientes hasta niveles de auténtica catástrofe.

Canciones para el nuevo día (1095/323): "One Headlight"

The Wallflowers - One Headlight



Disco: Bringing Down the Horse (1996)

31 de enero de 2013

Reseña de 23/11/63, de Stephen King

Quizá no haya un recurso tan explotado en el género literario de la ciencia-ficción como el viaje en el tiempo (y en el cine, y en alguna serie de televisión…). Ha llovido mucho desde La máquina del tiempo de H.G. Wells (1895), si bien es curioso que en este caso el protagonista decida viajar hacia delante, hacia un lejanísimo futuro, y no hacia atrás. Hacia adónde hemos ido más que de dónde hemos venido. Quizá no sea tan sorprendente si pensamos que muchos escritores de los siglos XVIII y, especialmente, XIX se acercaron a lo que acabaría por convertirse en un género en sí mismo (los viajes en el tiempo), poniendo en énfasis en el forward, ir hacia delante, fabular cómo sería la sociedad, el mundo que les rodeaba, uno o dos siglos más tarde. El maquinismo, la utopía sin clases o incluso el Apocalipsis se erigían como temores (o terrores) que, desde el ilustrado siglo XVIII o a lo largo de la fabril centuria decimonónica, se presentaban ante los inusitados cambios que la tecnología post Revolución Industrial implicaban para la sociedad europea (o mundial) de la época de Wells. Surgía una mirada complacida, se podría decir, idealizada, si se prefiere, del mundo presente que, en la ucronía, se preveía que iría a peor, desde la perspectiva de unas clases medias-altas que disfrutaban en el cambio del siglo XIX al XX de productos y servicios que potencia el confort moderno. Una sensación, pues, de que lo mejor ya ha llegado, de que estamos viviendo en una sociedad moderna; una noción que explotaría con el consumismo de masas desde la década de los años veinte, y ya no digamos después.

Canciones para el nuevo día (1094/322): "Girls & Boys"

Blur - Girls & Boys



Disco: Parklife (1994)

File:BlurParklife.jpg

30 de enero de 2013

Reseña de El Imperio Plantagenet, 1154-1224, de Martin Aurell

Durante dos generaciones, la dinastía anglo-angevina de los Plantagenet reunió diversos territorios en las Islas Británicas y la mayor parte de Francia y edificó lo que hasta cierto punto puede considerarse un “imperio”. Con El Imperio Plantagenet, 1154-1224 (Sílex Ediciones, 2012) el medievalista Martin Aurell acerca al lector hispano una imagen de conjunto de este particular imperio. Ya de entrada surge la discusión acerca de si se puede hablar de «imperio» para definir una serie de territorios a un lado y otro del Canal de la Mancha, teniendo en cuenta además que las posesiones continentales en Francia pertenecían de hecho (nominal y cada vez más tácticamente) a los monarcas Capetos. El vasallaje que Enrique II Plantagenet (1154-1189) y sus hijos rindieron, sin demasiada discusión, a Luis VII y su hijo Felipe II Augusto no se pudo ocultar por mucho que los monarcas ingleses desplegaran una campaña propagandística de altura, demostraran mayor fortaleza o movieran los hilos para hacerse fuertes en el continente.

Canciones para el nuevo día (1093/321): "Under Pressure"

Queen ft. David Bowie - Under Pressure



Disco: Greatest Hits III (1999)

File:Hits3big.jpg

27 de enero de 2013

Crítica de cine: Django desencadenado, de Quentin Tarantino

Pues ayer tarde-noche pude ver finalmente esta película. No pudiendo verla en V.O. (lo merecía), sin embargo el doblaje no estuvo del todo desatinado (hacía hincapié en el slang negro, aunque para el espectador español se reduzca simplemente a "hablar mal", comiéndose letras y palabras). ¿Mis sensaciones generales? Por un lado, Quentin Tarantino es el rey del pulp, ya sea en el género noir o en su adorado homenaje al spaghetti western, y domina a la perfección los resortes de una cultura popular (en el más amplio significado de la expresión), lleno de (auto)referencias y de un imaginario personal curtido precisamente en el cine de serie B; por otro, aunque como guionista es de lo mejorcito que hay dentro y fuera de Hollywood, como director es incapaz de hacer una película de dos horas, que es lo que debería haber sido este Django desencadenado. Y ojo, que las dos horas y cuarenta y cinco minutos se me pasaron volando... pero la película adolece de un ritmo desigual, especialmente en el tramo final. Sin su habitual Sally Menken ("Hi Sally!") en las labores de edición, fallecida hace dos años y medio, Tarantino parece haber renunciado a la contención (y no me refiero a la violencia) formal en una película. La historia que se nos cuenta, poderosa y atractiva sobre el papel, atrapa desde el principio, con su estructura en varios actos y una coda final; pero a la hora de rematar la cinta, Tarantino da la sensación de que no ha sabido como hacerlo. Sin ánimo de destripar la trama a quien no la haya visto, hay un primer final de la película y casi un reinicio de la misma, para darnos una media hora extra que acaba con una espectacular traca definitiva. En ese sentido, Django copia descaradamente el estilo formal de Malditos bastardos (aunque no la estructura episódica habitual en Tarantino). Incluso me quedó la sensación de que, al mismo tiempo que reescribía la Historia en su anterior película, el viejo Quentin ha querido hacer algo parecido con la esclavitud. Pero vayamos por partes. 

25 de enero de 2013

Crítica de cine: Coriolanus, de Ralph Fiennes

Coriolanus es una de las obras menos representadas del repertorio del Bardo (al menos por estos lares), y sin embargo es de las que tienen un calado político más hondo. La historia de Cayo Marcio Coriolano, que en los albores de la República romana traicionó a su patria, uniéndose al enemigo volsco, para caer rendido a las súplicas de su madre, remite a la lucha contra las tiranías y es toda una lección sobre la esencia del poder. La Roma que Tito Livio presenta a través de la historia de Coriolano es la de luchas constantes en el interior de la ciudad y el combate con las ciudades latinas: en Corioli, en territorio volsco, Marcio vence y consigue el cognomen de Coriolanus. Pero su soberbia, su altanería con el populus (con la plebs, en cierto modo), mostrando unos modos autoritarios (a diferencia del senador Menenio Agripa, su aliado pero con otras tácticas), le granjean el destierro, que se convierte en traición cuando Coriolano acude a los volscos para encabezar la guerra contra Roma. Shakespeare recoge de Livio y de la biografía plutarquiana del personaje la esencia de una trama compleja pero también absorbente. Ralph Fiennes, que ya había interpretado al personaje en las tablas londinenses hace unos años, asume el proyecto de llevar la historia al celuloide, al tiempo que traslada la acción, los escenarios, el atrezzo, al pleno siglo XXI... aunque más bien resulta una lectura del crepuscular siglo XX. 

Canciones para el nuevo día (1090/318): "Feelin' Alright"

Joe Cocker - Feelin' Alright


Disco: Ultimate Collection (2004)

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