«Sólo una crisis –real o percibida– da lugar a un cambio verdadero. Cuando esa crisis tiene lugar, las acciones que se llevan a cabo dependen de las ideas que flotan en el ambiente. Creo que ésa ha de ser nuestra función básica: desarrollar alternativas a las políticas existentes, para mantenerlas vivas y activas hasta que lo políticamente imposible se vuelva políticamente inevitable.»Milton Friedman, Capitalismo y libertad (1962)
Milton Friedman (1912-2006) murió un año después del desastre del
Katrina en Nueva Orleáns, una catástrofe no imprevista ni inevitable que
sacudió a la gran superpotencia norteamericana, el primer país del
mundo, un lugar donde parecía que algo como aquello podía ocurrir. Pero
ocurrió y fue un shock. Un shock
posterior a una grave crisis, una de esas crisis que Friedman creía que
podían ser «una oportunidad» para hacer tabula rasa y empezar de nuevo.
¿Empezar qué? Empezar un liberalismo económico liberado de las trabas
que el Estado keynesiano posterior a 1929 había creado para poner coto
al libre mercado salvaje. Pero el Katrina no fue sino una de las más
recientes crisis que se han sufrido en el mundo contemporáneo. Como
denuncia la canadiense Naomi Klein
(n. 1970), desde el golpe de estado de Pinochet en Chile, en 1973, se
han venido sucediendo crisis y estados de shock constante, en las cuales
el liberalismo económico a ultranza (o neoliberalismo, o
neoconservadurismo), «oportunidades» de oro para destruir el Estado del
bienestar, para seguir los postulados de la Escuela de Chicago (de la
que Friedman fue el principal gurú) y para crear un nuevo mundo, una tabula rasa, en la que, consciente o inconscientemente, millones de personas pagaron los platos rotos.
La doctrina del shock: el auge del capitalismo del desastre
(2007) es un apasionante libro, adictivo y que se lee con muchísimo
interés. Tras denunciar el poder de las grandes multinacionales en No logo (2000), Klein ha encarado un proyecto de enorme envergadura: explicar lo que ella llama la doctrina del shock:
«la historia no oficial del libre mercado. Desde Chile hasta Rusia,
desde Sudáfrica hasta Canadá la implantación del libre mercado responde a
un programa de ingeniería social y económica», y que la autora
identifica como «capitalismo del desastre». Se trata de una
contra-historia del libre mercado y de la globalización, de los efectos
desastrosos para el mundo de las últimas cuatro décadas de los
postulados más acérrimos de la ideología neoliberal de Milton Friedman y
sus discípulos. Una historia que comienza en Chile y Argentina en los
años setenta, cuando las dictaduras militares –asesoradas por
economistas friedmanitas– asumieron el poder en estos países, truncando
la democracia, un proyecto de socialismo que podríamos denominar de
«tercera vía» y encarcelando, torturando y asesinando a miles de
personas. Una historia que continuó en Bolivia, en Polonia y en China en
los años ochenta; en Rusia y Sudáfrica en la década de los noventa, que
está tras la crisis asiática de los años 1997-1998 (un precedente claro
de la actual crisis, iniciada en 2007). Una historia que también
afectó en «casa» durante la presidencia de George W. Bush antes y
después del 11 de septiembre de 2001, y que está tras la guerra
catastrófica en Irak, desde 2003. El tsunami del Sudeste asiático en
2004 fue también la historia de una nueva «oportunidad» para que el
liberalismo económico en su estado más salvaje tratara de «reconstruir»
una zona con medidas privatizadoras y liberalizadoras, cuando, en
realidad, estaban destruyendo modos de vida de millones de personas, en
beneficio de unos pocos.
Naomi Klein (n. 1970) deja bien claro en su libro que para Friedman y la Escuela
de Chicago el Estado es un gravísimo problema, un serio estorbo, que hay
que desmantelar para dejar que el libre mercado impere a sus anchas. La
idea friedmanita de que el mercado se autorregula en situaciones de
crisis es llevada al extremo en los últimos 40 años, de un modo que
cuesta imaginar, y más aún asimilar. Además, esta ideología también
tiene muy claro que aunque capitalismo y libertad han de ir juntos de la
mano, en realidad, la libertad democrática es sacrificada una y otra vez siempre en aras del capitalismo y del libre
mercado: lo sufrieron en sus carnes los habitantes de Chile, Argentina,
Polonia, Rusia y Sudáfrica. Y en Irak aún fue peor: se creó la guerra
para luego aplicar la receta de la «reconstrucción»: casi un millón de
iraquíes han pagado con su vida los estragos de esta «reconstrucción».
Nos hallamos ante un libro de denuncia, algunos dirán que de propaganda. Yo veo (y leo) denuncia, mucha denuncia. Y con argumentos sólidos, datos contrastados, entrevistas a economistas, políticos y gente que sufrió las consecuencias de la doctrina del shock. Una muestra de la documentación utilizada por Klein está en su web, especialmente en el área dedicada a este libro: decenas de recursos on line (en inglés) que el lector puede consultar para complementar lo que se expone en el libro. Además, Naomi Klein produjo un cortometraje, dirigido por Alfonso Cuarón, para promocionar su libro. Y no olvidemos, especialmente, el documental The Shock Doctrine (2009), dirigido por Michael Winterbottom y Mat Whitecross y basado en el libro.
Al final del libro, el lector, con el corazón encogido y el alma zarandeada por una historia terrorífica, uno se pregunta qué podemos hacer nosotros, los ciudadanos, ante esta doctrina del shock. La autora nos da pistas: «la memoria, individual y colectiva, es la respuesta más potente frente al shock» (p. 602). Y que seamos nosotros quienes reconstruyamos las ruinas causadas por la crisis, como en Tailandia en 2004, como en Nueva Orleáns en 2005: estos esfuerzos de auténtica reconstrucción «representan la antítesis del complejo ethos del capitalismo del desastre, con su búsqueda perpetua de la tabla rasa y las páginas en blanco sobre las cuales diseñar nuevos modelos de Estado» (p. 605).
No nos dejemos engañar ni manipular, en definitiva. No dejemos que, en medio de una situación de shock tras una gran crisis, nuestro modo de ver la vida sea destruido en beneficio del libre mercado. Un libre mercado que ni se autorregula, ni es libre ni piensa en nuestros intereses, sino en el de una élite que vive más allá de la caverna de las ideas platónica y que no ha dudado en dejar morir a millones de personas, amparándose en nuestra libertad, para crear una tabula rasa. El peligro está en que esta tabula rasa no sea el principio, sino el final.
Naomi Klein |
Nos hallamos ante un libro de denuncia, algunos dirán que de propaganda. Yo veo (y leo) denuncia, mucha denuncia. Y con argumentos sólidos, datos contrastados, entrevistas a economistas, políticos y gente que sufrió las consecuencias de la doctrina del shock. Una muestra de la documentación utilizada por Klein está en su web, especialmente en el área dedicada a este libro: decenas de recursos on line (en inglés) que el lector puede consultar para complementar lo que se expone en el libro. Además, Naomi Klein produjo un cortometraje, dirigido por Alfonso Cuarón, para promocionar su libro. Y no olvidemos, especialmente, el documental The Shock Doctrine (2009), dirigido por Michael Winterbottom y Mat Whitecross y basado en el libro.
Al final del libro, el lector, con el corazón encogido y el alma zarandeada por una historia terrorífica, uno se pregunta qué podemos hacer nosotros, los ciudadanos, ante esta doctrina del shock. La autora nos da pistas: «la memoria, individual y colectiva, es la respuesta más potente frente al shock» (p. 602). Y que seamos nosotros quienes reconstruyamos las ruinas causadas por la crisis, como en Tailandia en 2004, como en Nueva Orleáns en 2005: estos esfuerzos de auténtica reconstrucción «representan la antítesis del complejo ethos del capitalismo del desastre, con su búsqueda perpetua de la tabla rasa y las páginas en blanco sobre las cuales diseñar nuevos modelos de Estado» (p. 605).
No nos dejemos engañar ni manipular, en definitiva. No dejemos que, en medio de una situación de shock tras una gran crisis, nuestro modo de ver la vida sea destruido en beneficio del libre mercado. Un libre mercado que ni se autorregula, ni es libre ni piensa en nuestros intereses, sino en el de una élite que vive más allá de la caverna de las ideas platónica y que no ha dudado en dejar morir a millones de personas, amparándose en nuestra libertad, para crear una tabula rasa. El peligro está en que esta tabula rasa no sea el principio, sino el final.
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