24 de marzo de 2012

Crítica de cine: Intocable, de Eric Toledano y Olivier Nakache

No me había decidido a ver esta película, de la que tanto se ha hablado últimamente. Que la hayan visto 19 millones de franceses y haya ganado 115 millones de euros, sinceramente, me la trae al pairo. El tráiler me tiró para atrás: "ya verás, esto es de un buenrollimo y una lagrimilla fácil que pa qué...". Pero esta tarde me he acercado a los cines Renoir y entre las diversas opciones iba a priori a ver Extraterrestres de Nacho Vigalondo, pero acababa de empezar la sesión y esperar dos horas y pico... como que no. Así que he decidido darle una oportunidad a la película francesa. Y me alegro de haber acertado. 

22 de marzo de 2012

Reseña de Titanic. El final de unas vidas doradas, de Hugh Brewster

El ‘RMS Titanic’, además del orgullo de la compañía naviera británica White Star Lines, fue el emblema de una época. Su construcción en los astilleros Harland and Wolf de Belfast fue seguida día a día por la prensa y admirada casi con reverencia por la opinión pública. El 31 de mayo de 1911 fue botado en Belfast ante la admiración mundial. Sus números eran impresionantes: 269 metros de eslora, 28 metros de manga, capacidad para 1.320 pasajeros, una tripulación de 908 personas, capaz de desplazar 46.328 toneladas, una velocidad máxima de 25 nudos. Su coste fue de 7,5 millones de dólares de la época, equivalente a unos 180 millones de dólares actuales. Sus constructores estaban tan convencidos de su obra que las pruebas de navegabilidad apenas duraron 8 horas: ¿para qué más, decían, si el barco era perfecto, “insumergible” gracias a sus 16 compartimentos estancos y sus máquinas capaces de propulsarlo a 46.000 caballos de potencia? El pasaje más caro costaba unos 4.350 dólares (unos 77.500 de los actuales) y el más barato, en tercera clase, apenas 34 dólares (poco más de los 600 actuales). Con todo, estas cifras no ocultaban el hecho de que en el barco apenas había 20 botes salvavidas, con una capacidad total para unas 1.200 personas (poco más de la tercera parte de las personas que había a bordo en su viaje inaugural); los vigías de icebergs no disponían de prismáticos, que el primer oficial se dejó olvidados en Southampton; en caso de avistar hielos, las máquinas no podían virar el barco de forma inmediata. Al mismo tiempo, la falsa “insumergibilidad” del buque restó la más mínima noción de prudencia a su capitán, el veterano Edward J. Smith, que se jubilaría al terminar la travesía inaugural, y que no dudó en acelerar la velocidad, apremiado por J. Bruce Ismay, presidente de la compañía y pasajero, quien confiaba en llegar a Nueva York el martes 16 de abril, y no el miércoles 17, como estaba previsto. Sin la tecnología actual., sin radar, navegando de noche a pesar de los avisos de icebergs, el ‘Titanic’ no tardó en convertirse en sinónimo de tragedia, soberbia y fatalidad.

Crítica de cine: V.O.S., de Cesc Gay

[10-VII-2009]



Vengo de ver esta película. Cesc Gay ha conseguido con dos películas, En la ciudad (2003) y Ficció(n) (2006) que me interese por su manera de hacer cine. En la ciudad es, posiblemente, una de las mejores películas españolas de la última década: historias de un grupo de amigos treintañeros barceloneses, cuyas vidas se entrecruzan al socaire de una gran ciudad, con (la falta de) el compromiso, la amistad, el amor, el sexo, la infidelidad, el miedo a enfrentarse a la realidad, como temas esenciales. En Ficció(n) se hablaba de una manera silenciosa de una historia de amor no consumada y de la crisis personal de un director de cine (Eduard Fernández). Ahora, tres años después, nos llega V.O.S. (Versión original subtitulada), basada en la obra de teatro de Carol López, cuyos cuatros actores protagonistas también repiten en este filme.

La sala de espera de un hospital: dos hombres, Manu (Paul Berrondo) y Ander (Andrés Herrera), sentados esperan el resultado de un parto, no se hablan, pero por sus miradas se intuye que se conocen. Sale una enfermera con buenas noticias: Clara (Àgata Roca, esposa de Cesc Gay fuera de la pantalla, por cierto) ha dado a luz a una niña. Los dos hombres se abrazan. La enfermera deja pasar a uno de los dos: uno es el padre de la criatura, el otro el marido de Clara. La enfermera no entiende nada. ¡Y corten!

Y así empieza una película de cine dentro del cine: cuatro actores, incluida Vicky (Vicenta Ndongo), pareja de Ander, nos cuentan una historia con diversas aristas, cuatro puntos de vista, cuatro ángulos. El cine es el quinto protagonista: todo es un rodaje, constante y continuo, en el quen el guión y la realidad se mezclan. Ander escribe un guión, pero en realidad es el guión de su propia vida y la de los otros tres personajes. Un guión que, como la vida misma, tiene obstáculos, en el que te quedas a veces en blanco, con muchos conversaciones, con tensión y lágrimas, con risas y esperanzas.

Nos encontramos con una película fresca, atractiva, interesantísima, adictiva, sorprendente, original. Y todo en apenas 80 minutos. Una historia plagada de diálogos chispeantes, en el que los actores hablan entre sí sin abrir la boca, con soliloquios y monólogos internos, con la voz de uno de ellos que habla por dos de los otros, con decorados de cine en una nave del barrio barcelonés de Poblenou o en una casa rural en Arenys de Munt. Con casas de decorados y calles y lugares de la Barcelona real: esa Barcelona no invadida por los turistas, con las playas, las plazas, los bares, las librerías, las tiendas que un barcelonés como yo conoce y a los que habitualmente acude. Una película, pues, en el que ficción y realidad, en el que guión y realidad, se entremezclan hábilmente, con un tono de comedia, con constantes referencias fílmicas y, finalmente, con un buenísimo sabor de boca. A ello añadimos una estructura narrativa original, con conversaciones en castellano, catalán y euskera, pasando de una lengua a otra y luego a la tercera, que seduce y atrapa.

Una películas, pues, no sólo recomendable para los que disfrutaron de las anteriores cintas de Cesc Gay, sino también para aquellos que aman el cine y las buenas historias. Una película, además, que confirma el buen hacer de Cesc Gay como guionista y director de cine.

Una película que, resumiendo, pone en solfa "cuatro miradas para una misma historia. Todos tienen su versión, y todos configuran esa versión original subtitulada".