30 de noviembre de 2011

Crítica de cine: Los chicos están bien, de Lisa Cholodenko

[27-II-2011]



Una película que fui a ver el viernes y de la que no esperaba más que lo que vi... y fue bueno. Lo que me ha sorprendido de ella es que, siendo una película de concepción muy indie, no deja de ser una película "convencional" en el sentido de que muestra una realidad social cada vez más normalizada: una familia homoparental, es decir, una familia formada por dos homsexuales y sus hijos. Y he aquí que tenemos a una pareja de lesbianas de mediana edad, Nic (Annete Bening) y Jules (Julianne Moore), que tuvieron dos hijos, uno cada una, mediante inseminación artificial con el semen de un donante. Y todo es normal, como cualquier familia. Pero cuando los chicos, Joni (Mia Mia Wasikowska, la protagonista de Alicia en el País de las Maravillas de Tim Burton) y Laser (Josh Hutcherson), deciden buscar al donante de semen gracias al cual están en este mundo, Paul (Mark Ruffalo), destapan la caja de los truenos para la estabilidad familiar.

La película indaga en cómo afecta a esta familia la presencia de un outsider, Paul, que es quizá el personaje menos trabajado, aunque intuimos también que tiene sus motivaciones egoístas: libre e independiente hasta entonces, la posibilidad de ejercer de padre parece llenarle de cierta satisfacción, buscando su propia familia, en cierto modo. Anette Bening ofrece el perfil de la madre de familia que desconfía de Paul, mientras que el personaje de Julianne Moore tiene más matices, aunque uno se queda con la sensación de que no todos los matices del personaje nos han sido revelados. La película evoluciona con la idea de que una familia homoparental no es ni de lejos diferente a una familia convencional, con lo bueno y lo malo, con la falta de comunicación, los celos, los egoísmos. Y ese es su fuerte, aunque quizá también a la larga su hándicap. El buen pulso de Lisa Cholodenko en el guión y tras la cámara nos lleva a quizá algunos tópicos, pero bien llevados; algunas escenas divertidas y un buen regusto en la boca al finalizar el visionado. Me sobra el personaje del amigo de Laser, que realmente aporta poco o nada, y posiblemente hubiera querido un ritmo algo más trepidante: hasta llegar al conflicto inevitable que tiene que surgir pasa una buena hora y la resolución del filme es algo apresurada.

Buena película, quizá menos alternativa de lo que pudiera parecer más allá de la idea de presentación. Y una película más necesaria de lo que pudiera también mostrarse a primera vista. Porque normaliza lo que ya es normal. Para lo bueno y para lo malo.

Canciones para el nuevo día (793/21): "Hey Jude"

The Beatles - Hey Jude



Disco: The Beatles (1968)


29 de noviembre de 2011

Reseña de HHhH, de Laurent Binet

¿Cómo definir una novela como HHhH (Seix Barral, 2011)? Es la primera pregunta que me hice tras leer unas decenas de páginas y que me vuelvo a plantear una vez terminada. ¿Novela de no ficción, como A sangre fría de Truman Capote? ¿Ensayo? ¿Biografía? ¿Reportaje periodístico? ¿Ejercicio de metaliteratura? ¿Más que todo eso o menos que la suma de sus factores? La verdad, sigo dándole vueltas. Lo que sí tengo claro es que no es una novela cualquiera. No es un ejercicio de literatura al uso. Y desde luego no es una novela que te deja indiferente. Del mismo modo que con Las benévolas de Jonathan Littell uno se quedaba dándole vueltas a la cabeza acerca de qué nos habíamos metido entre ceja y coronilla, en este caso, con todas las diferencias habidas y por haber entre ambos libros, uno también se estruja las meninges, llegando a la conclusión de que, no, no nos han dado gato por liebre; sí, hemos disfrutado como niños ante un libro que se devora con fruición y, también, estamos quizá ante un nuevo ejercicio literario; o quizá no, pues ni la novela está muerta ni hay nada nuevo bajo el sol.

Crítica de cine: Cisne negro, de Darren Aronofsky


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Darren Aronofsky es un director con una enorme personalidad, eso ha quedado demostrado con sus películas anteriores: Pi: fe en el caos (1998), Réquiem por un sueño (2000), La fuente de la vida (2006) y The Wrestler (El luchador, 2008). Quizá sea con esta última con la que podamos establecer comparativas respecto a Cisne negro. Pues ambas comparten una estructura narrativa (aparentemente) similar, con el castigo al cuerpo humano como base para el triunfo, el propio deseo de triunfar como leitmotiv, de sacrificarse hasta donde sea necesario.

Esta película narra el esfuerzo de Nina (Natalie Portman) por triunfar en el mundo de la danza como primera bailarina de una compañía que va a presentar un nuevo montaje de El baile de los cisnes, el archifamoso ballet de Piotr I. Chaikovski. Thomas Leroy (Vincent Leroy), el director del nuevo espectáculo, escogerá a Nina para interpretar al Cisne Blanco y al Cisne Negro y como relevo de Beth (casi irreconocible Winona Ryder), una bailarina que ya está más en el ocaso que en su plenitud. Para Nina supone un esfuerzo sobrehumano interpretar al Cisne Negro, por el componente maligno y sexualmente provocativo que Leroy quiere darle, mientras que borda sin problemas el Cisne Blanco, más puro, casi virginal. La búsqueda de la perfección se convertirá para Nina en una obsesión, especialmente tras la llegada a la compañía de Lily (Mila Kunis), una atractiva bailarina. Mientras que Nina es autocontrol y nula sexualidad, Lily se suelta y juega a la provocación. Dos caras opuestas de una misma moneda. Además, Nina vive cohibida con una madre, Erica (Barbara Hershey), que a no pocos recordará a la madre de Carrie en la película de Brian de Palma, que vuelca en ella sus propias frustraciones.

La película podría ser una historia de superación... pero el guión de Mark Heyman, Andres Heinz y John J. McLaughlin se convierte casi desde un principio en un thriller de terror, e incluso va más allá. Y Aronofsky saca partido de ese material para llegar a cotas delirantes. Porque la desmesura se desata en la parte final llegando a un clímax que pretende ser antológico y se queda en lo previsible. Como casi toda la película, que navega en terrenos ya arados (en muchos sentidos) y busca sorprender al espectador con una vuelta de tuerca. Al final, uno se queda sobrecogido, sí, pero también con la sensación de que le han tomado el pelo. Eso sí, una tomadura de pelo muy bien elaborada, eso no se lo quita nadie. Pero para esa resolución de corte capilar se llega a jugar con los estereotipos del mundo de la danza, se pretende darle cancha a ensoñaciones de corte lésbico, hay juegos de poder, relaciones opuestas, amistades que no son tales, elucubraciones mentales por parte de la protagonista y todo lo que se puda poner del ballet de Chaikovski como música de fondo, convenientemente adaptado por Clint Mansell (el compositor habitual de Aronofsky). Añadamos una atmósfera claustrofóbica (la habitación de Nina, por ejemplo), una fotografía sucia, efectos especiales sobre la piel de la Portman para que visualicemos su progresiva metamorfosis en lo que se supone que no es y necesita para triunfar.

Pero, a pesar de esa previsibilidad, no puedo negar que la película atrapa con una cobertura de thriller que consigue justamente eso, enganchar al espectador. La Portman se luce en su papel, nunca la vimos tan intensa (y hay que ver lo que ha madurado desde Beautiful Girls). Merecido Oscar si se lo dan, sería una sorpresa lo contrario, y desde luego sostiene la película por sí misma. Pero al final quizá el salto de Nina hacia la gloria sea excesivo.