8 de junio de 2017

Reseña de The Dawn of Christianity. People and Gods in a Time of Magic and Miracles, de Robert Knapp

¿Hasta qué punto el cristianismo es una religión “original”? Sí, es una pregunta “trampa”, pues de entrada sabemos que fue una religión lo suficientemente “nueva”, “seductora” e in cluso "revolucionaria" como para lograr reunir, en apenas unas décadas, numerosos seguidores en ciudades y lugares del Mediterráneo oriental, que fueron aumentando paulatinamente en los dos siglos siguientes: Se abriría un período de clandestinidad y persecución hasta que fue tolerado como culto religioso por el Edicto de Milán del año 313 y protegido especialmente por los emperadores romanos; en el año 380, mediante el Edicto de Tesalónica, el cristianismo se convertiría en la religión “oficial” del Imperio romano, aunque aún tardaría siglos en arrinconar para siempre los cultos paganos. Quizá la pregunta adecuada sería qué tenía el cristianismo que ofrecer a la gente de la segunda mitad del siglo I (o desde la muerte de su carismático líder, Jesús de Nazaret, en torno al año 30) como para que abandonara sus creencias previas, ya fuera el judaísmo en el caso de la población de Judea y alrededores, ya fueran los cultos politeístas (“paganos”, si se prefiere la jerga cristiana, o “gentiles” según los judíos). La creencia en que habría algo más allá de la muerte, en un “cielo” para los justos y píos y un “infierno” para los que no lo eran, rompía con la mayor parte del, por así llamarlo, establishment judío que, al margen de los fariseos (que sí creían en la inmortalidad del alma), no concebía una “vida” más allá de la terrenal, aunque en cierto modo los acercaba a algunos cultos politeístas. 

Canciones para el nuevo día (2229/1458): "Shake It Off"

Ryan Adams - Shake It Off

Disco: 1989 (2015)

 

6 de junio de 2017

Reseña de Hijos de nazis, de Tania Crasnianski

* Esta reseña parte de un informe de la edición francesa del libro.

Los principales jerarcas de la Alemania nazi, Adolf Hitler al margen, también eran padres de familia y tuvieron hijos. Ellos fueron capturados y se enfrentaron a la justicia en los procesos de Núremberg en algunos casos (Hermann Göring, Hans Frank, Albert Speer, Rudolf Hess) y en otros procesos (Rudolf Höss); otros se suicidaron al ser capturados (Heinrich Himmler) o huyendo de un Berlín ocupado por los rusos (Martin Bormann); y otros huyeron con éxito y vivieron escondidos en el extranjero (Josef Mengele). Todos tuvieron hijos y estos vivieron de una manera u otra con el estigma de un apellido y el recuerdo constante de unos crímenes. Otros niños no tuvieron esa suerte: Joseph Goebbels no permitió que sus hijos sobrevivieran al fin del Reich nazi y los hizo morir, «dulcemente», y en connivencia con su esposa, dándoles cápsulas de cianuro. Hijos de nazis (La esfera de los libros, 2017), obra de la abogada penalista Tania Crasnianski, se centra en los hijos supervivientes de destacados líderes nazis. Hijos que en algunos casos vivieron en su infancia el régimen nazi y la guerra, y que en la posguerra vivieron con un apellido que para el mundo entero los delataba como hijos de asesinos y perpetradores del Holocausto. Crasnianski ha investigado en libros, artículos, diarios, cartas y entrevistas a estos hijos de nazis, para poder indagar en cómo el estigma les ha marcado de diversas maneras y cómo algunos han reivindicado el recuerdo paterno y otros han tratado de superarlo.

Canciones para el nuevo día (2227/1456): "El sexo (que me hace feliz)"

Sopa de Cabra - El sexo (que me hace feliz)

Disco: Sopa de Cabra (1989)


1 de junio de 2017

Reseña de El rey de Nemi. El juicio de Calígula, de Sandra Parente

Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio, Nerón, Galba, Otón, Vitelio, Vespasiano, Tito, Domiciano… son muchos los emperadores romanos que nos vienen a la cabeza, e incluso podemos recitar la lista como si fuera la de los reyes godos. De muchos de ellos tenemos muchos datos –abundan los estudios sobre Augusto o Nerón, por ejemplo–, conocemos las biografías de los “doce” primeros (incluido César) gracias a Suetonio. Biografías que inciden en una imagen negativa, peyorativa incluso en algunos casos, y que surge de la propaganda o una visión “senatorial” a caballo de los siglos I-II de nuestra era –Tácito mediante–, y que ha perdurado hasta prácticamente la actualidad. Crímenes, vicios (especialmente los sexuales), manías, locuras… como los que la tradición ha atribuido a Calígula. Quizá sea el de Calígula –Cayo (o Gayo) Julio César Augusto Germánico– el caso más flagrante que tenemos de una “leyenda negra”. Conocemos (o creemos conocer) su “biografía” a través de Suetonio, Dión Casio y Filón de Alejandría y Flavio Josefo, a grandes rasgos; nos faltan los libros de los Anales de Tácito dedicados a este personaje y que, sine ira et sine studio, hubieran atenuado el exceso de chismorreos de Suetonio. Calígula es el epítome de la crueldad, casi la primera imagen que nos viene a la cabeza cuando pensamos en emperadores romanos “locos”. Que si hizo cónsul a su caballo favorito, que si montó un burdel en el Palatino con las hijas y esposas de senadores, que si mantuvo una relación incestuosa con su hermana Drusila, que si se hacía pasar por un dios y mantenía conversaciones con Júpiter, instalando incluso una pasarela entre su casa y el templo de este dios en el Capitolio, que si declaró la guerra Neptuno e hizo recoger a sus soldados conchas y pechinas de mar como trofeo… Pero, ¿qué hay de “realidad” en todo ello? ¿Hasta qué punto estamos “mediatizados” por la leyenda negra que rodea a Calígula? ¿Qué sabemos de él, al margen de la propaganda senatorial en su contra? ¿Quién fue Calígula?

Canciones para el nuevo día (2224/1453): "Nevermind"

Leonard Cohen - Nevermind 

Disco: Popular Problems (2014)