30 de octubre de 2024

Reseña de Historia del mar, de Alessandro Vanoli

Nota: esta reseña parte de la lectura del original en italiano, Storia del mare (Editori Laterza, 2022).

No son muchas las ocasiones en las que uno acaba un libro con una sonrisa en los labios; en este caso el autor del volumen lo hace con una cita de las primeras páginas de Guía del autoestopista galáctico de Douglas Adams (1978; traducción castellana en Anagrama), y con las que también se inicia la película homónima de Garth Jennings de 2005. La guinda del pastel, se podría decir, siendo además una muy meritoria película, a pesar de las críticas, que adaptaba una novela (comienzo de una serie) de culto. Pero esa sonrisa ha acompañado la lectura de un volumen extenso que, no obstante su tamaño, se lee con enorme placer a lo largo de sus páginas. Y no es que todas ellas sean páginas reveladoras: en muchos casos se cuentan historias ya leídas en otros libros y en general quien esto escribe no puede dejar de tener en mente obras como las de David Abulafia, El Gran Mar. Una historia humana del Mediterráneo (2011, traducción castellana de 2013 en Editorial Crítica) y Un mar sin límites. Una historia humana de los océanos (2019, traducción castellana de 2021 en Editorial Crítica), que, por supuesto, se destacan en las recomendaciones bibliográficas al final del libro. Lo que Abulafia realiza con escrupuloso detalle, Alessandro Vanoli consigue transmitirlo con más viveza, en dosis más concentradas y ampliando las miras en Historia del mar, recientemente publicado por Ático de los Libros.

Al final del volumen, en el comentario bibliográfico, Vanoli vuelve a provocar la sonrisa del lector (al menos de este que escribe estas páginas) al decir que 
«Naturalmente son muchas las voces que me habría gustado poner y que mi sentido común, y el temor de mi editor, me han invitado a dejar al margen. Me habría gustado hablar sorbe nudos, pesca de altura, windsurf y los viajes aventureros de Thor Heyerdahl (si no los conoce, hágalo por mí: busque en internet). Pero cada uno de ustedes, si ha llegado a este punto, creo que ya ha compilado una lista de temas que podrían haber estado. Solo puedo reconfortarme y disculparme pensando que, después de todo, era inevitable omitir muchas cosas en un viaje tan vasto como el del mar» (pág. 560, traducción propia; pág. 663 en la traducción del libro). 
Dos reacciones por parte de este lector: ¡y de qué no has hablado, estimado Alessandro!; y, si, quizá no haya elaborado una lista de temas, pero sí una de lecturas que acompañan este volumen y que en cierto modo lo prefiguran, cuando no anticipan: David Abulafia, Fernand Braudel y Felipe Fernández-Armesto (también comentados brevemente en el aparato bibliográfico) para empezar (añada el lector las que considere); y Jules Verne, diría.

Este es un libro que, de un modo u otro, interpela al lector, a su curiosidad, su bagaje de lecturas y aquellas que, empezando por este volumen, puede atacar desde ahora; ese es su primer y gran aliciente: es un libro que despierta el hambre y, tratándose de un tomo largo, a priori no lo parece. Lo que Irene Vallejo ha conseguido con El infinito en un junco respecto a los libros en el mundo antiguo (y cómo también nos hace sentir “bien”), lo hace Vanoli con un tomo de una gran amplitud de miras sobre el mar, los océanos, y su propia vastedad. Un libro que conjuga diversas disciplinas –la historia, la geografía, la geología, la historia natural, la biología, la literatura en su más amplio sentido, la geopolítica– y que logra además –segundo punto fuerte/aliciente– “hacerlo fácil”. Pocos libros recuerdo* que relaten con aparente sencillez, y un gran esfuerzo para conseguir que así sea, procesos geológicos como los de la formación de la Tierra, los océanos y la vida en los primeros cuatro mil millones de años de existencia del planeta. Vanoli lo hace en un primer bloque, “Geologia”, que sorprende por su capacidad de síntesis para explicar de forma amena temas que requerirían volúmenes completos.
*Si acaso, en lo más reciente, Henry Gee con A Very Short History of Life on Earth: 4,6 Billion Years in 12 Chapters (St. Martin’s Press, 2021; traducido en 2022 por Indicios Editores [reseña en Hislibris]) y David Christian con La gran historia de todo (Crítica, 2019; ed. orig., 2018) [reseña en Hislibris].  
Del mismo modo, y entramos a comentar/resumir los contenidos del libro, el segundo bloque, “Ambientes”, comprime (y hasta diría que magistralmente) cuestiones propias de las ciencias naturales en relación a los mares (y el fondo marino) como son las corrientes, los vientos, las costas y las temperaturas del mar en diversas profundidades; o los colores que (des)aparecen a medida que uno se adentra en esas profundidades. Son pocas páginas, pero, no siendo un oceanógrafo, como menciona en las páginas finales, y sí un medievalista** –hecho que se percibe en la lectura de la cuarta parte–, aún más mérito tiene y sin duda el lector curioso, pero bastante profano en la materia, podrá disfrutarlo. Estas dos primeras partes, más “técnicas”, por decirlo de alguna manera, preludian el relato histórico desde la tercera parte ("Cuando el hombre encontró el mar"), que narra la(s) historia(s) del mar en la Antigüedad, quizá la más conocida para ese lector curioso y con un cierto bagaje a sus espaldas.
** Por ejemplo, en castellano contamos con el reciente libro que ha coescrito con toda una eminencia como es Franco Cardini, La Ruta de la Seda. Una historia milenaria entre Oriente y Occidente (Almuzara, 2022) [reseña en Hislibris].  
Pero ya desde ese tercer bloque (en particular, desde el cuarto, "El comercio, las guerras y las riquezas del mar") uno se da cuenta de que Vanoli no sólo “cuenta” una historia –o una sucesión de historias– sobre la historia humana del mar (o los mares), sino que también construye un cajón de sastre en el que, con buen criterio, cabe de todo: no sólo episodios míticos de diversas culturas –pues el ámbito que trata el autor no se circunscribe al Mediterráneo o el Atlántico, sino que abre el objetivo a océanos menos tratados en general como el Índico y el Pacífico–, sino también “historias” de animales –pulpos, delfines, focas, nutrias, ballenas, cangrejos, tiburones, tortugas, el mítico kraken…–, de técnicas e inventos (del garum y la púrpura al sushi y las salazones, de las ánforas a las cartas marinas y los portulanos, de la brújula y el sextante a la navegación por coordenadas, de las cocas a las galeras, las carabelas, los galeones, los submarinos,…), personajes históricos (Zheng He, Cristóbal Colón, James Cook, los amotinados en la Bounty,… y una larga lista) e imaginados (Ulises, Simbad, Robinson Crusoe,…), y ciudades y estados que de un modo u otro, en Europa y fuera de ella, han estado relacionados con el mar.

Son las partes cuarta y quinta, “La conquista del mar”, de los siglos medievales a inicios del siglo XIX, las que constituyen un núcleo central del volumen especialmente atractivo; y trascendiendo ámbitos europeos y del Próximo Oriente que el lector conoce, con el intercambio/choque de culturas entre cristianos, musulmanes y judíos –los grandes comerciantes de la Genizah de los siglos X-XIII que también comenta Abulafia en su obra sobre el Mediterráneo–, yendo además a adentrarse en las aguas del Índico, el Pacífico, así como tierras a menudo ignotas como la Melanesia, la Micronesia y la Polinesia (de Tahití a Tonga y el reino de Hawái), pasando por la Terra Australis y Nueva Zelanda o la búsqueda de un continente como la Antártida. La sexta parte, “La posesión del mar”, nos traslada a las grandes expediciones del siglo XIX (la búsqueda del paso del noroeste en el Ártico, por ejemplo), la conquista imperialista del globo, los grandes avances técnicos (transatlánticos como el Titanic o acorazados como el Dreadnought), la construcción de los canales de Suez y Panamá (y lo que supusieron), las dos guerras mundiales en la primera mitad del siglo XX o aspectos tan prosaicos como los contenedores en el comercio mundial del último siglo.

El tramo final del libro, más breve, nos lleva en la parte séptima a “redescubrir” el mar desde los mitos (la Atlántida o el más reciente “triángulo de las Bermudas”), la exploración submarina o las vacaciones en el mar, entre otros temas; y en la octava última parte, “El mar amenazado”, y aún más brevemente, a los riesgos y desafíos que tienen ante sí los mares en el presente y el futuro no muy lejano, de la contaminación a la extinción de las especies, pasando por la subida de los niveles de las aguas y las migraciones.

Este resumen, desde luego, apenas permite vislumbrar la riqueza y la variedad de contenidos de un volumen muy polifónico –el índice al final ya deja claramente una idea de lo que se puede uno encontrar y, en este caso, es además un acicate para llevárselo a casa desde la mesa de novedades de una librería–; con una multiplicidad de ámbitos y escenarios (tercer punto fuerte: salimos de aguas muy conocidas) y disciplinas muy diversas, y todo en pequeñas cápsulas en cada bloque, y sin que nos quedemos saciados: cada una de ellas abre la puerta a que el lector, a partir de las recomendaciones bibliográficas del final del libro y de aquello que quiera indagar por su cuenta, amén de su bagaje de lecturas propias, vaya más allá. Es un libro, en este sentido, con un envoltorio de cajón de sastre y una voluntad de que el lector no sólo disfrute de (y reflexione sobre) lo que hay en sus páginas, sino que quiera ir más allá. El volumen le proporciona una primera base, pero sin duda, y sería un cuarto punto fuerte/aliciente, le impulsa a no quedarse en ella y seguir leyendo; incluso volver a novelas de Verne, a Homero y a la literatura de viajes.

En conclusión, estamos ante una obra de agradabilísima y sólida lectura sobre los mares, la vida animal que hay en ella, el papel de los hombres a lo largo de la historia en ellos/a partir de ellos, y los muchos inventos, técnicas, episodios, aventuras y derivaciones literarias (y artísticas) que el mar, por singularizarlo, ha dado pie. Uno de esos libros que se “viven”, que cada lector hará suyo con su propio bagaje personal en lecturas y experiencias, y que además enseña e inspira.

10 de enero de 2024

Reseña de El cielo sobre Alejandro, de Luis Villalón

Reseña publicada originalmente en Hislibris.

Para los habituales de Hislibris y de su correspondiente foro, Luis Villalón no es un desconocido. Su pasión por la historia y la cultura griegas es tan desbordante como contagiosa, y su pluma afilada (y a menudo socarrona) nos ha deparado magníficas reseñas y comentarios. Su faceta de escritor, tanto en ensayos como en el género de la novela (y la narración breve) histórica(s), se ha afianzado con el paso del tiempo, más allá de los peros que él mismo quiera añadir (la modestia cuando es sincera es doblemente apreciada). Con relatos como “El mesenio”, publicado en la antología El camino de los mitos II (Ediciones Evohé, 2009), Luis –permítasenos el trato familiar: para los que lo conocemos ya es prácticamente de la familia–, y con el que ganó el II Concurso Internacional La Revelación de Relatos de Mitología Clásica, ya apuntaba maneras y lo hizo con otros relatos que presentó en diversas ediciones del Concurso de Relato Histórico Hislibris, como “El fenicio de Eutresis” (publicado en la antología de los dos primeros concursos, Ediciones Evohé, 2010), “Acerca de la virtud en la época de los griegos” y “Los huérfanos de Clermont” (publicados en la antología del 4º concurso, Ediciones Evohé, 2012), “La voluntad de poder” (en la antología del 6º concurso, Ediciones Evohé, 2014) y “La paradoja del mentiroso” (publicado en la antología del 9º concurso, Ediciones Evohé, 2017); y tres veces ganó Luis/Cavilius este certamen tan hislibreño: en las 2ª, 4ª y 6ª ediciones y se consagró como un maestro en el relato y con temáticas (e incluso técnicas) diversas, no sólo la griega. Pero la primera novela tenía que llegar, y sobre tema netamente griego, y lo hizo en paralelo a alguna de esas ediciones del concurso: Hellenikón (Ediciones Evohé, 2009) se presentó con mucha expectación y obtuvo los parabienes de los lectores que la leyeron y disfrutaron; servidor, que tuvo que lidiar con la presión de reseñarla (y con su malinterpretación), vio en la novela aspectos positivos, otros que no tanto, y destacó (y es algo que el paso del tiempo ha logrado que se afiance como sus virtudes) que fuera «una buena muestra del género […]» y que ofreciera «aire fresco en un género en el que lamentablemente se cae en lo habitual» (añadiría lo adocenado). Ambas cuestiones hoy en día siguen siendo tan esenciales como entonces.

7 de enero de 2024

Reseña de 24 horas en la Roma de Nerón: una inmersión en la vida cotidiana en la capital del Imperio, de Dimitri Tilloi-D'Ambrosi

Nota: esta reseña parte de la lectura del original francés, 24 heures de la vie sous Néron (Presses Universitaires de France, 2022).

Aniceto fue un liberto imperial «caído en desgracia»; según Tácito, «confesó» ser amante de Octavia, esposa de Nerón. Por lo que parece, se trató de un acuerdo con el emperador, que necesitaba una excusa para repudiar y deshacerse de su esposa mediante un exilio en Pandataria y su posterior asesinato en el año 62 de nuestra era (Tácito, Anales, XIV, 60-65). El objetivo de Nerón era casarse con Sabina Popea, que fallecería en 65, probablemente por un aborto (y no de una patada en el abdomen, como refiere la leyenda negra del emperador). Aniceto fue escogido con especial atención para representar ese papel de adúltero: antiguo tutor de Nerón y después prefecto de la flota en Miseno, había sido el responsable de hacer «naufragar» el barco en el que viajaba la madre de Nerón, Agripina la Menor, de quien el el princeps quiso deshacerse en 59, pues ansiaba liberarse de su influencia y poder; al fallar el mecanismo para que se hundiera el barco, y tras sobrevivir a nado Agripina, Aniceto se encargó de que unos soldados la asesinasen (Tácito, Anales, XIV, 3-8). Al haberle fallado antes, Nerón consideraba que Aniceto era perfecto para participar en la mascarada respecto a Octavia: el liberto «confesó» el adulterio con ella y Nerón lo «castigó» con un exilio en Cerdeña, «donde llevó un exilio sin pobreza y acabó sus días de muerte natural» (ibid., XIV, 12). Vamos, que a ambos les salía redonda la jugada.