15 de marzo de 2022

Reseña de La guerra en casa: un testimonio sobre la guerra de los Balcanes, el último gran conflicto europeo, de Luca Rastello

Nota: esta reseña de la lectura del original en italiano, La guerra in casa (Einaudi, 2020). Las citas son una traducción propia del original italiano, así como la paginación procede de éste.

Luca Rastello (1961-2015), escritor y periodista –de su obra, en castellano solo se ha publicado Yo soy el mercado (Duomo Ediciones, 2010; ed. orig.: Io sono il mercato: Come trasportare cocaina a tonnellate e vivere felici, Chiarelettere, 2009), sobre las redes del narcotráfico, en la línea de Roberto Saviano, pero desde la esfera del periodismo y la no ficción–, estuvo muy vinculado al ámbito balcánico. Su primer libro, La guerra en casa: un testimonio sobre la guerra de los Balcanes, el último gran conflicto europeo (Ariel 2022), mostró el camino que seguiría con siguientes obras (al respecto de ello algo se menciona en el posfacio) y con el conflicto en Yugoslavia (1990-1995) visto desde «allí» y «aquí» (Italia, Turín en particular): cómo la guerra también fue vivida «en» Italia. El volumen se define en las primeras páginas como un «libro de historias, no de historia», pues no pretende ser una historia de la(s) guerras(s) yugoslava(s) –en este sentido Ariel tiene en su catalogo Y llegó la barbarie: Nacionalismo y juegos de poder en la destrucción de Yugoslavia de José Ángel Ruiz Jiménez (2016), un volumen que persigue «comprender» lo que fue aquella década de 1990 en los Balcanes–; y, de hecho, se escogen algunos temas o episodios que permiten ahondar en algunas cuestiones que particularmente interesan a Rastello, como la labor de los voluntarios o los pacifistas, con conclusiones también trágicas, el papel de ONGs o el silencio del Gobierno italiano –de los Gobiernos occidentales, en general, o de organismos supranacionales como la CEE del período o la ONU, con el rol pasivo de los Cascos Azules en matanzas como Srebrenica)– ante algunos hechos luctuosos.

Rastello comenta en ese prólogo inicial que también el libro es la «historia de la corrupción de una mirada, la mía, destinada a perder paulatinamente la inocencia original» y que es paralela a la de su «participación, casual e involuntaria, en la actividad “humanitaria” en la ex Yugoslavia» (p. vii). Para ello, la estructura del libro, formado por siete capítulos, es la de presentar en cada uno de ellos una «historia» relacionada con un personaje y desde un punto de vista muy «subjetivo», y un «guion» (se podría decir, incluso, en clave cesariana, unos «comentarios»), en los que se «acumula» la información y las «anotaciones» del contexto histórico de esa «historia», con la «esperanza de proporcionar una idea de los muchos otros puntos de vista desde los que esa misma historia podría haber sido observada» (p. viii). Un planteamiento muy interesante y que funciona muy bien, si bien, ante la ausencia de un orden cronológico –así, los capítulos quinto y séptimo «anteceden» al cuarto y sexto, respectivamente, siguiendo la cronología de los acontecimientos– o al no ser una «historia de la guerra de Yugoslavia» el lector que no tenga una idea general sobre este conflicto (con sus antecedentes, evolución, planes de paz y consecuencias) puede sentirse algo perdido.

Rastello inicia su libro con la historia de Darko, un francotirador serbio, «el monstruo», durante la primera etapa de la guerra serbocroata como joven soldado serbio y su vida posterior como estudiante en Italia, y al que el periodista conoció tras un simposio sobre Yugoslavia en la universidad de Turín en el otoño de 1994, y que recoge en la «historia» su pérdida de la «inocencia» y los crímenes cometidos como snajperista; el «guion» se refiere a la batalla de Vukovar en 1991 y personajes siniestros como Željko Ražnatović, “Arkan”, o Mile “Falco” Dedaković, con la sombra de Slobodan Milošević, el presidente serbio, de fondo (capítulo 1). Continúa con la estremecedora historia de Izmet, musulmán de la Bosnia central, y las torturas a las que se vio sistemáticamente sometido (junto a otros musulmanes) durante meses por soldados y paramilitares croatas, en campos de concentración; la guerra croata-bosnia en Herzegovina en 1993 es el escenario histórico y la línea abierta entre Zagreb y Belgrado, entre Franjo Tudjman y Milošević, enemigos entre sí y a la vez aliados coyunturales para «repartirse» Bosnia-Herzegovina (capítulo 2).

Sigue la historia de Barbara y Michele en Turín, en 1992, y la labor de organizaciones no gubernamentales para dar apoyo a refugiados de la guerra y en paralelo a ACNUR, con el caso concreto de Karlovac (Bosnia); en el contexto, el trabajo del Comité turinés y personas concretas como Alessandra Morelli (capítulo 3). A continuación, Rastello trata el asesinato del cooperante pacifista Gabriele Moreno Locatelli, que fue tiroteado en el puente de Vrbanja de Sarajevo el 3 de octubre de 1993 por fuerzas paramilitares musulmanas bosnias, comandadas por Mušan Topalović, “Caco”; el «guion» del capítulo habla de aspectos no tan conocidos, como las milicias musulmanas de las que no que fue ajeno el presidente bosnio Alija Izetbegović o los tejemanejes de miembros del Gobierno bosnio con el mercado negro y la malversación de ayudas humanitarias (capítulo 4).

Sigue el asesinato de los voluntarios italianos Sergio Lana, Fabio Moreni y Guido Puletti, el 29 de mayo de 1993 en la mina de Radovan, cerca de la localidad, Gornij Vakuf por paramilitares de la banda de Hanefija Prijić, conocido como el «comandante Paraga», y en el marco de la pugna entre partidos y milicias nacionalistas croatas y bosnias por el control de la «ruta de los diamantes» y los intereses económicos (y religiosos, con ¡apariciones marianas que el Vaticano no reconoció!) alrededor de Tuzla y la Bosnia central (capítulo 5). Las consecuencias inmediatas de la paz (1995), vistas desde el punto de vista de los hermanos Esad y Sead, bosnios musulmanes, a raíz de su experiencia en un campo de refugiados de ACNUR en Prijedor, en 1992, y los horrores del cercano campo de concentración de Omarska, construido por los serbobosnios de la República Sprska de Radovan Karadzić, finalmente reconocida por los Acuerdos de Dayton (octubre de 1995); el contexto es la formación de esta república serbobosnia y la limpieza étnica entre 1992 y 1995 (capítulo 6).

Finalmente, Rastello «reconstruye» la masacre o genocidio de Srebrenica en julio de 1995, ya en la fase final de la guerra de Bosnia, y el camino que condujo a ella desde la primavera de 1995: la «historia» es la de las víctimas de la localidad y el «guion» es la reconstrucción de los hechos, en los que jugaron un papel los Cascos Azules franceses y holandeses (los «Ángeles», como les llamaron, esperanzados, la población bosnia en un primer momento), y que serían investigados por el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia (ICTY, por sus siglas en inglés). El volumen se cierra con unos apéndices –posfacio, actualizaciones históricas para cada capítulo y tres entrevistas a personas que conocieron de cerca y en diversas facetas a Rastello–, elaborados por Mauro Ravarino y que son los que complementan la reedición italiana de este libro (2020), que mantiene intacto el original de 1998

Terrritorios de Croacia y Bosnia-Herzegovina controlados por los serbios durante la guerra
de los Balcanes (1990-1995)
.

Como podemos observar, por este resumen de los temas en cada capítulo, el volumen de Luca Rastello se sitúa a medio camino de la literatura de no ficción y el periodismo de investigación, y juega con el aliciente de estar casi pegado a los acontecimientos (o los «episodios») que relata; por ello, supone una aproximación (subjetiva y objetiva a la vez), dentro del periodismo (y que veintidós años después de su publicación ya es prácticamente una crónica histórica), a un conflicto que pronto también tuvo algunos ensayos que trataron de explicar lo que había sucedido o estaba sucediendo entonces; como podía ser el libro de Francisco Veiga, La trampa balcánica: una crisis europea de fin de siglo (Grijalbo, 1995), por mencionar un ejemplo de aquellos años.

Y estos son los puntos fuertes del libro: por un lado, la cercanía a los hechos por parte de un periodista que se ve involucrado, desde «aquí» a los hechos de «allí» y gracias a los puntos de vista de diversas personas que sobrevivieron al conflicto (y desde «bandos» diversos); por otro, el acento en el compromiso «humanitario» y la mirada a las víctimas (y algún perpetrador o colaborador en los crímenes), tema que siempre resulta enriquecedor en un ensayo sobre un conflicto, y más aún en el caso concreto de la(s) guerra(s) en la antigua Yugoslavia.

La mirada «periodística» resulta especialmente perspicaz a lo largo del libro (sobre todo en la parte de «guion»), ya que el autor, habiendo presentado las historias «subjetivas», asume también el papel del reportero que denuncia unos hechos, unos crímenes, por un lado, y que también «investiga» en las múltiples aristas de un conflicto tan complejo como el que se produjo entre 1990 y 1995, por otro; y es que, además, solemos tener la imagen de unos «perpetradores» (los serbios, en particular) y unas víctimas (los musulmanes bosnios, en concreto, los croatas en segundo plano), cuando en realidad serbios, croatas, bosnios (y serbobosnios y croata-bosnios, por no olvidarnos de los albano-kosovares más adelante en Kosovo) estaban enfrentados frontalmente/aliados coyunturalmente en escenarios diversos y diferentes, con objetivos también muy diferentes entre sí, y ante la mirada a menudo perpleja y otras veces pasiva (o participante puntualmente en los crímenes) de los países vecinos o de la ONU. A destacar el retrato siniestro que ofrece Rastello del secretario general de la ONU en aquellos años, Butros Butros-Ghali, en el capítulo 7; o el cinismo de los líderes europeos alrededor de las condenas a Slobodan Milošević, Ratko Mladić o el citado Radovan Karadžić.

Si el lector busca un «ensayo» histórico al uso –y espera, por tanto, una exposición lo más clara posible sobre un conflicto de por sí complejo– puede que no acabe de cogerle el punto a la mirada personal que aporta Rastello, al juego de géneros que propone el libro. Pero a priori, por ser algo también diferente a lo habitual, eso también puede convertirse en un aliciente para un lector curioso; a fin de cuentas, los que ya peinamos canas recordamos, con mayor o menor detalle, aquellos años y aquella guerra en Yugoslavia, que generalmente «veíamos» en los informativos a la hora de cenar, también estamos curtidos por los múltiples reportajes periodísticos, ya sea en papel o en televisión. Y es que estamos ante un ejercicio que aúna literatura de no ficción y periodismo, y que desde su (primera) publicación en 1998 ya se ha convertido en un ensayo histórico, en cierto modo; y por la denuncia de unos hechos, en diversos grados y escalas, y la mirada profundamente «humanitaria» que destilan los diversos capítulos e «historias» relatados en ellos.

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