8 de julio de 2020

Reseña de Violencia: A New History of Spain: Past, Present and the Future of the West, de Jason Webster

A lo largo de su libro, Jason Webster menciona a Santiago, el santo patrón de España, y sus tres caras (casi parece hacer un homenaje a Joseph Campbell): la del santo, el apóstol cuyos restos supuestamente fueron redescubiertos en el siglo IX en Iria Flavia (Padrón) y trasladados a Compostela, donde se erigió una catedral que hoy en día es su hogar; la del peregrino, el que busca el conocimiento y la verdad, un viajero y un hombre de paz; y la del soldado-cruzado, el «Matamoros», quien prácticamente ganó una batalla, la de Clavijo (844), con su aparición. Más que la idea de las «dos Españas» (a partir de los versos de Antonio Machado: «Españolito que vienes / al mundo, te guarde Dios. / Una de las dos Españas / ha de helarte el corazón»), Webster prefiere esta imagen de los «tres Santiagos», tres representaciones de «España» a lo largo de su historia: el Santo, el Buscador, el Matamoros.  Y con este último se deriva también a otra idea que subyace en el libro: la distinción entre «nosotros», los «españoles» de siempre, los que ya eran tales desde prácticamente hace milenios y han forjado una nación, España, única en la historia; y los «otros», aquellos que la invadieron y ocuparon, y en cierto modo crearon una «Anti España», y que suele asimilarse a los musulmanes, los herejes (protestantes, por ejemplo), los judíos… los no católicos. Esta contraposición maniquea es mencionada por Webster a lo largo del volumen, sin asumirla como tal, desde luego, pero como muestra de la construcción de un modelo de «español» al que se enfrenta aquel que no es como él, el «otro»; una idea que a menudo se desentierra y que goza también de predicamento en partidos ultranacionalistas como Vox (a la inversa del «catalán» que se libera del yugo españolista y es asumida por los partidos independentistas).

Una tercera metáfora para Webster sería la de Casandra, la hija de Príamo, rey de Troya, a la que los dioses castigaron con el don de la clarividencia, pero sin la posibilidad de ser creída. En este caso, el autor plantea la comparación entre una España que no es escuchada, como Casandra, y que es considerada una nación de segunda fila en Europa, ya desde el siglo XVIII y el auge del romanticismo. Una España cainita, empeñada en pelearse constantemente consigo mismo y en la que el germen de la guerra civil no pertenece al siglo XX, sino que ya estaba latente desde un tiempo atrás. Una España de tópico –toros, fiesta y pandereta–, incapaz de gobernarse con prudencia y a la que la crisis financiera de 2008, podríamos decir, añadió más carnaza para quienes consideran que «España es diferente» y, junto a Portugal, Italia y Grecia (los PIGS), es un lastre para el avance de la Unión Europea. Una España en la que la violencia ha estado muy presente a lo largo de su historia, como el título deja claro desde el principio. 

Jason Webster.
Violencia: A New History of Spain: Past, Present and the Future of the West (Constable, 2019) es un libro pensado y escrito por un no español para lectores no españoles, lo cual no quiere decir que los españoles no puedan ser también susceptibles lectores. Pero por concepción y desarrollo, uno se da cuenta enseguida que se ha escrito para un público foráneo, preferentemente anglosajón, y que puede que tenga una imagen (muy estereotipada) de España. Es un libro de «historias(s)» más que de Historia, como el propio autor presenta en la introducción y aderezado con numerosas anécdotas y la visión personal de quien la escribe (alguien que lleva residiendo en España desde hace más de dos décadas y ha escrito una docena de libros sobre temas relacionados con ella).* Es también «una» historia de España, en una concepción de la disciplina histórica como «una herramienta en la que entender el ayer ayuda a tener un mejor conocimiento del hoy y el mañana»; una historia vista «desde una macro-perspectiva» en la que, es cierto, habrá agujeros (y los hay; prácticamente todo el siglo XVIII, por ejemplo), y con la intención de que «una historia general del pasado de España arrojará luz sobre el estado actual del país y las opciones a las que se enfrenta» (traduzco de la introducción). 
*Algunos de ellos traducidos al castellano por Los Libros del Lince: Las heridas abiertas de la guerra civil (2008), La montaña sagrada (2009) y Duende (2010). Otras obras de no ficción están inéditas en nuestra lengua: Andalus: Unlocking the secrets of Moorish Spain (2004), Guerra: Living in the shadows of the Spanish Civil War (2006), ¡Guerra!: Living in the Shadows of the Spanish Civil War (2007) y Spanish Ways: Exploration of an Enchanted Land (2016).
El libro, estructurado en cinco partes –con un interludio entre la tercera y la cuarta que se refiere a dos temas tópicos para los lectores anglosajones que «desmitificar»: la Inquisición y la gastronomía españolas– resigue la historia de España desde la prehistoria y hasta la caída de los visigodos (primera parte), la España medieval, con musulmanes y cristianos en pugna (segunda parte, la más interesante), 1492 como punto de inflexión con la expulsión de los judíos y el «descubrimiento» de América (tercera parte), los siglos «modernos» en clave anglosajona, sobre todo el XVI, el XVII y el XIX (cuarta parte); y el siglo de la guerra civil, el XX, antes, durante y después de la Guerra Civil (quinta parte), con un epílogo sobre la España actual focalizada en una percepción de la «decadencia» de la imagen de los reyes Juan Carlos I y Felipe VI en la opinión pública; una conclusión que pone en duda que los españoles de hoy en día sigan «tragándose» el «cuento» de la Transición y con el desafío independentista al ordenamiento constitucional y a la «unidad» de España. Cierra su libro Webster con una reflexión sobre la endémica historia española de enfrentamiento interno y con la necesidad de superarlo y abrazar un mensaje de entendimiento. 

En cierto modo, este libro encontrará tantos lectores favorables como detractores. Los primeros disfrutarán con una visión, no sé si «nueva», pero al menos sí fresca de la evolución histórica de España, con incidencia a los logros culturales, y con, por ejemplo, una mirada positiva del legado (y la historia) musulmán durante ocho siglos. Los detractores verán un relato demasiado «liberal», en palabras de los neocons como Steven Bannon y quienes dan alas a partidos como Vox. Los primeros, desde postulados «progresistas» se verán reflejados en el espejo de Santiago el Buscador, mientras que los segundos, mucho más «conservadores», en el de Santiago Matamoros o en la senda de libros como los de María Elvira Roca Barea (obras que certifiquen sus postulados tradicionales, por decirlo de alguna manera). Y posiblemente todos ellos, de un modo u otro, consideren que Webster no cuenta nada «nuevo» o no escribe para ellos, sino para los que no conocen la historia de España, y quizá por ello se deje demasiadas cosas en el tintero. Pero también es cierto que un lector netamente curioso puede «aprender» alguna cosa nueva del libro de Webster, como, por ejemplo, la vida y obra del médico, filósofo, poeta y matemático Abu Bakr Muhammad ibn Tufayl (c. 1105-1185), mentor de Averroes y quien se adelantó varios siglos a Daniel Defoe y su Robinson Crusoe; o la de médicos «españoles» como Al-Zahrawi, castellanizado como Abulcasis (c. 936-1013), quien se especializó en la cirugía y diseñó instrumental quirúrgico como los fórceps o la microsutura de vasos sanguíneos. Es en la segunda parte donde Webster, arabista de formación, deja los mejores capítulos del libro. 

De hecho, ese lector curioso disfrutará en general con la lectura de un libro que se lee –prácticamente se devora, como hice con este original en inglés– con placer. Y este es desde luego el principal aliciente del volumen: una historia de España que pretende ser desapasionada, pero no distante, y que resulta muy amena, a pesar de que inevitablemente hay algunos vacíos (mencionábamos, grosso modo, el siglo XVIII, pasándose de la Guerra de Sucesión española, muy resumida, a Carlos III y sus logros, en general relacionados con la cultura y la ciencia). También se detectan algunos errores por parte del autor: 

· «Hannibal almost destroyed Rome in the subsequent campaign. But his eventual defeat in 206 BC opened the way for the Romans to become the dominant power in the Mediterranean». (p. 52). Aníbal no fue derrotado en el año 206 a.C., sino en el 202. 

· «The joke goes that when, on the few occasions that the local football team plays away against Barcelona, the entire population of Soria could fit in the Bernabéu Stadium (with seating for about ninety thousand) with room to spare» (p. 54). El estadio Santiago Bernabéu, como todo el mundo sabe, pertenece al Real Madrid CF. 

· «He [Escipión Emiliano] was the ablest commander of his time, adopted grandson of Scipio Africanus the Elder, who had brought defeat on Hannibal back in 206 BC» (ibid.). Lo mismo que decíamos en el primer comentario. 

· «The Vandals and Alans wandered around for a few years, formed short-lasting kingdoms in the face of weakened resistance by the Hispano-Roman inhabitants, before finally deciding that Spain was not for them: in 629 they jointly crossed the Strait of Gibraltar and headed for modern-day Tunisia, where they eventually settled» (p. 68). Vándalos y alanos, liderados por Genserico, se trasladaron de Hispania al norte de África en el año 429. 

· «(…) at the Battle of Lepanto in 1572» (p. 256). Esta batalla se produjo el año 1571. 

· «María Josefa Amalia of Saxony, promptly produced a child –a daughter, Isabella» (p. 293). Isabel II fue hija de María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, la cuarta esposa de Fernando VII; María Josefa Amalia de Sajonia fue la tercera esposa de este rey. 

Pero, dejando estos errores al margen (y que no son graves, sino fechas y poco más), el libro cumple sobradamente como obra (altamente) divulgativa; también ofrece una interesante visión de la historia y la cultura españolas, a lo largo de los siglos, por parte de un foráneo que se ha instalado en España, ha escrito y publicados sobre temas españoles, ha forjado una familia y en cierto modo se siente un «español» más (a su manera, desde luego). 

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