Una película apocalíptica, con una Barcelona devastada como escenario y
las entrañas de la ciudad como refugio último. "Hay que verla", me dije
en su momento. La idea inicial de los hermanos Àlex y David Pastor es
muy atractiva: de un día para otro, la población del mundo empieza a
sentir un ataque hiperbólico de agorafobia, salir a la calle supone no
sólo un miedo atroz a algo desconocido sino incluso la muerte (más por
el susto que por otra cosa). Y es lo que le sucede a Marc (Quim
Gutiérrez), que se ve atrapado en su lugar de trabajo durante tres
meses, sin poder salir, igual que el resto de empleados del edificio, de
la ciudad o del mundo. Pero decide salir (el muchacho se lo ha pensado
mucho, tres meses...), pues necesita saber qué ha sido de su novia Julia
(Marta Etura), si sigue viviendo en el hogar de ambos, si sigue viva,
de hecho... Le acompañará un rudo ejecutivo de recursos humanos, Enrique
(José Coronado), que tiene un GPS (ideal para guiarse por el subsuelo,
según creen), y que quiere saber qué ha sido de su padre, ingresado en
un hospital. A partir de ahí empieza una película que es un poco de
todo: rollo apocaliptico, buddy movie, aventuras y drama con vocación de
thriller. Y particular ida de olla en el epílogo...
Lo cierto es que jugando con tantas teclas parecía dificil decepcionar.
Pero quizá la saturación de géneros, el exceso de ambición, los clichés y
tratar de sintetizarlo todo en algo menos de dos horas sea lo que acaba
pasando factura a esta película. Empieza bien, con una estética
parecida a The Road, crea
expectativas con la caminata por las vías del metro (linea 9, por
cierto, construida y aún a medio terminar), la secuencia en la
(ficticia) parada de Sants Estació (a lo Hijos de los hombres)...
pero luego se mete en sendas ya visitadas: la buddy movie de turno, de
la incomprension mutua (pero la necesidad aprieta) a forjar una
auténtica relación de amistad; secuencias que distraen al espectador o
se meten con calzador (la lluvia, la pelea con el oso), más interés en
mostrar lo de fuera que en comprender ese miedo primario que sienten los
protagonistas por salir a la calle... Porque ahí es donde la película
flaquea: tienes una historia inicial más que interesante (la
supervivencia en las entrañas de la ciudad, el metro como metáfora de
arterias urbanas, una idea que siempre me ha interesado, el miedo
atávico a lo desconocido), y lo malgastamos todo con una película que
acaba siendo tópica, demasiado pendiente de mostrar referentes al
espectador (sólo les falta poner un cartel que ponga "¿a qué película
homenajeamos?"), con un final increíble en todos los sentidos (y eso que ya
partimos de la idea de dejar en casa los apriorismos y la suspensión de
la incredulidad). Vamos, que para llegar a El lago azul o Mecanoscrit del segon origen quizá no hacían falta estas alforjas.
Y sin embargo... no es una mala película. Es quizá un quiero y al final un no puedo. Un intento de hacer algo como lo que se suele hacer en Estados Unidos como churros y en plan industrial (no en balde ambos directores ya estuvieron allende el charco creando una película como Infectados). También es una película honesta, con pretensiones, sí, pero honesta y realizada con cariño. Y se nota la pasión de un guión que juega con los clichés habituales pero que tampoco es (excesivamente) una tomadura de pelo (o no más de lo que suele ser convención en el género). No lamentas los 9,40 € de la entrada, pero tampoco esta película va a dejar poso en la media distancia. Por otro lado, cuando las cosas se complican y los portagonistas las pasan canutas en la selva de Sants Estació, por un segundo esperé escuchar al personaje de José Coronado que dijera "rock and roll" antes de liarse a hostias con media corte de refugiados...
Y sin embargo... no es una mala película. Es quizá un quiero y al final un no puedo. Un intento de hacer algo como lo que se suele hacer en Estados Unidos como churros y en plan industrial (no en balde ambos directores ya estuvieron allende el charco creando una película como Infectados). También es una película honesta, con pretensiones, sí, pero honesta y realizada con cariño. Y se nota la pasión de un guión que juega con los clichés habituales pero que tampoco es (excesivamente) una tomadura de pelo (o no más de lo que suele ser convención en el género). No lamentas los 9,40 € de la entrada, pero tampoco esta película va a dejar poso en la media distancia. Por otro lado, cuando las cosas se complican y los portagonistas las pasan canutas en la selva de Sants Estació, por un segundo esperé escuchar al personaje de José Coronado que dijera "rock and roll" antes de liarse a hostias con media corte de refugiados...
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