
Quizá llegue tarde el libro de Tulard al mercado hispano: en los créditos del libro se menciona la edición francesa de 1996, pero buscando por la red encuentras que ya hubo una edición en 1987, que a su vez debía ser la reedición de una primera edición en 1978. Y el libro ha tenido mayor fortuna en Francia con una reedición en 2009. Pero, claro está, hablamos de Jean Tulard (n. 1933), quizá el mayor especialista francés actual sobre Napoleón, al que ha dedicado toda una vida. Pero no estamos en esta ocasión ante una biografía del personaje, sino más bien ante un libro que ya en el título original nos dice mucho de sí mismo: Napoléon, ou le mythe du sauveur (Napoleón o el mito del salvador). Y es ahí donde incide gran parte del objetivo de este libro: narrar la historia de Napoleón como el salvador de un régimen, el republicano, el 18 de brumario del año VIII (9 de noviembre de 1799), representando a una Francia que trata de superar la pugna partidista (termidorianos, neojacobinos, directorianos, realistas,…), que se establece en el poder como Primer Cónsul y defendiendo a los notables, los propietarios, a los que no obstante, comenzará a traicionar con sus ansias de poder, evidenciadas en la deriva monárquica que culminará en la coronación imperial de diciembre de 1804. Porque esta es la esencia de la leyenda de Napoleón como salvador de la República francesa: el hombre que pugnaba por vencer resistencias, por superar diferencias y que, paso a paso, camino hacia el dominio continental por medio de las armas y endiosado por los aromas de la monarquía que enterraba la Revolución.

Pero en la promesa queda implícita la traición, y a ella dedica su atención Tulard: analiza como el ansia de un blasón propio, el envanecimiento de un militar que aspira a ser un estadista, la necesidad de contar (velis nolis) con la aristocracia (anatema para la burguesía) y las veleidades, costos y cortesanías monárquicas (a fin de cuentas, de Borbones e pasa a Bonapartes), se encaminan, poco a poco, hacia la ruptura contra esos notables. Pero el libro no se queda en la cuestión de la esencia política del régimen napoleónico: Tulard realiza, en la tercera parte, una panorámica del imperio napoleónico, a nivel económico, social e incluso cultural. Y nos queda el Napoleón militar, el que siempre acaba llamando la atención: sus hazañas, desde luego, su genio y su carisma; pero también sus errores, sus carencias y sus defectos: su rechazo a las innovaciones técnicas; su pasmosa ignorancia del clima y de la geografía (Rusia es la más evidente, pero no la única); su incapacidad, a medio plazo, de comprender que la «guerra relámpago» funcionó bien hasta 1806, cuando paulatinamente Europa aprenderá pronto las reglas del nuevo juego y anulará las trampas habituales del emperador. La guerra de España será el inicio de la debacle napoleónica desde 1808. La falta de hombres, nutrida con una conscripción que poco a poco izará la bandera de la oposición en el interior de Francia, será su otro hándicap.

El libro de Tulard es valioso también por el componente historiográfico: al final de cada capítulo, en una sección titulada «Debates abiertos», el autor francés sintetiza las principales aportaciones de la historiografía (esencialmente francesa) sobre las diversas cuestiones planteadas, comenta con detalle algunos elementos esenciales, y aporta fuentes y bibliografía sobre los que profundizar. Se echan de menos más mapas (apenas hay uno, al final del texto), pues la extensión del imperio nunca se mantuvo inalterable. Y una revisión de la traducción: duele a la vista encontrar erratas como «emperadora». Con todo, aun siendo la errata inmortal, no acaba por erigirse en omnipresente.
En definitiva, pues, estamos ante un libro muy completo, que requiere de ciertos conocimientos previos por parte del lector, y que nos acerca de una manera que casi podría calificarse de global a la figura, el contexto, el imperio y la leyenda de Napoleón Bonaparte. Un buen libro, sin dudarlo.
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