Publicada en inglés en 1978 –la edición
castellana, a cargo de Impedimenta, es de 2010–, La librería de Penelope
Fitzgerald se convirtió pronto en un éxito de crítica (fue finalista
del Premio Booker, galardón que ganó en 1979 por su novela Offshore [A
la deriva, Mondadori, 2000]) y una novela que se ganó el cariño de
muchos lectores en los años, décadas incluso, siguientes. Y eso que
Fitzgerald (1916-2000) “tardó” en convertirse en escritora: su primer
libro, una biografía del pintor prerrafaelita Edward Burne-Jones, se
publicó en 1975, iniciando una obra en la que alternó un género tan
británico como la biografía con las novelas, el ensayo y el cuento. Pero
es que de casta le venía al galgo, se podría decir: su padre, Edmund
Fox, fue editor de la revista Punch en los años treinta y cuarenta, y su
tío, Ronald Knox, autor de novelas negras. Fitzgerald trabajó en la BBC
durante la Segunda Guerra Mundial, se casó después y formó una familia,
tarea que combinó con un empleo de media jornada en una librería, donde
adquirió la experiencia que plasmaría en su novela de 1978. No sería
hasta los años sesenta, ya crecidos los niños, que pudo regresar por
completo al ámbito laboral, como profesora en una academia de arte
dramático y, una vez retirada, como escritora a tiempo completo. Una
vida plena, pues, que reflejó en algunas de sus novelas, como en La
librería y que, tarde o temprano, alguien se atrevería a llevar a la
gran pantalla. Y así ha sido, de la mano de la directora española Isabel
Coixet, que también se ha encargado de la adaptación del libro al
guion.