«María Moliner –para
decirlo del modo más corto– hizo una proeza con muy pocos precedentes:
escribió sola, en su casa, con su propia mano, el diccionario más
completo, más útil, más acucioso y más divertido de la lengua
castellana. Se llama Diccionario de uso del español, tiene dos tomos de
casi 3.000 páginas en total, que pesan tres kilos, y viene a ser, en
consecuencia, más de dos veces más largo que el de la Real Academia de
la Lengua, y –a mi juicio– más de dos veces mejor. María Moliner lo
escribió en las horas que le dejaba libre su empleo de bibliotecaria, y
el que ella consideraba su verdadero oficio: remendar calcetines. Uno de
sus hijos, a quien le preguntaron hace poco cuántos hermanos tenía,
contestó: “Dos varones, una hembra y el diccionario”».
Gabriel García Márquez, artículo en El País, 10 de febrero de 1981.
Todos habremos consultado en alguna ocasión el Diccionario
de María Moliner (Gredos, 1ª edición, 1966-1967). En ocasiones, más
que consultar, que es lo que solemos hacer con un diccionario, habremos
leído algunos de sus artículos. Y remarco bien lo de leer, porque es
un libro de referencia muy legible. Se lee con soltura, se paladean
muchos de sus artículos, la consulta se queda corta, nos empapamos de
una erudición puesta al servicio de aquellos que utilizan el español
como una lengua de trabajo. Es el resultado del empeño de una
lexicógrafa por vocación y archivera y bibliotecaria de profesión por
mostrar su particular amor por la lengua española. Fue tal su éxito, y
sigue siéndolo, su impronta en la cultura española, su perdurable
huella, que cuando pensamos en él no lo llamamos el Diccionario de Uso del Español, sino el María Moliner.
Y, sin embargo, no es sólo un Diccionario: es la obra que jalona el
exilio interior de una mujer: María Juana Moliner Ruiz (Paniza,
1900–Madrid, 1981).