[24-I-2010]
«Cuando una obra “encuentra”, como se suele decir, a su público, que la comprende y la aprecia, casi siemprese debe al efecto de una
coincidencia, de un encuentro entre series causales parcialmente independientes y casi nunca –y en cualquier caso, nunca completamente– al producto de una búsqueda consciente del ajuste a las expectativas de la clientela, o a las imprecisiones del encargo o de la demanda».
Pierre Bordieu, Las reglas del arte. Génesis y estructura del campo literario, Barcelona, Anagrama, 1997, p. 371.
¿Qué es un best-seller? Un libro muy vendido. Esa es la definición más neutra que se podría dar a una etiqueta. Porque se trata de una etiqueta, del mismo modo que es una etiqueta la palabra «clásico». La controversia comienza cuando se dice que un best-seller no es un libro de calidad, a diferencia de los clásicos. Muchos dirán: «defíname lo que es un “libro de calidad”, por favor; o dígame si El nombre de la rosa no es un libro de calidad; y, sin embargo, es un best-seller». Otros argüirán: «los clásicos perduran, los best-sellers no». Pero hay best-sellers que se convierten en clásicos (Dumas, por ejemplo), pasando a convertirse en long-sellers. Unos terceros aún clamarán: «al best-seller sólo interesan las ventas, no la literatura». Y aquí se podría entrar en un debate bizantino acerca de la literatura, el marketing, lo divino, lo comercial e incluso el sexo de los ángeles.