26 de enero de 2012

Reseña de La caída del Imperio Romano. El ocaso de Occidente, de Adrian Goldsworthy

«La decadencia de Roma fue la consecuencia natural e inevitable de su desmesurada grandeza. La prosperidad sufrió ante el principio de decadencia; las causas de la destrucción se multiplicaron al ampliarse la conquista, y tan pronto como el tiempo o el azar hubieron eliminado los apoyos artificiales, el extraordinario tejido cedió a la presión de su propio peso. La historia de su ruina es simple y obvia, y en vez de preguntarnos por qué fue destruido el Imperio romano, deberíamos más bien sorprendernos de que perdurara tanto tiempo». Edward Gibbon, Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano, vol. III, cap. 38 (1781).

Soy de los que opinan que la obra de Gibbon, circunscrita a un período determinado de tiempo, está más que superada y que, siendo una obra única en su género, adolece de enormes carencias. Para empezar, es excesivamente narrativa y descriptiva, con un estilo muy dieciochesco que abunda en anécdotas y en lo que la escuela de Annales llamaría la histoire évènementielle, una historia de los acontecimientos que obvia cuestiones como la coyuntura (en esto, sigo a Fernand Braudel) y la longue durée. Además, es una obra que escapa a lo que podríamos entender los límites cronológicos del Imperio Romano como lo que conocemos per se, pues llega hasta la caída del otro Imperio Romano, el de Oriente, el Bizantino, la Romania que ya, desde el siglo VII e.v., tiene cada vez menos de romano y más de griego… en el sentido medieval de la palabra.