Lars Von Trier no deja indiferente. Sus películas son buena muestra de ello. Y en este caso, aunque pudiera parecerlo, su última película provocará muchas sensaciones, pero una de ellas no es la indiferencia. Y eso que durate un buen rato te preguntas de qué diablos va esta película (más allá de lo que hayas leido en críticas y comentarios en revistas y críticas). Y al final tendrás que dejarlo todo a un lado y, al mismo tiempo, dejarte llevar. Y si además es con buena música de Wagner de fondo...
Melancolía es algo más que el nombre de un planeta que se dirige hacia la Tierra. Melancolía es algo más que un estado de ánimo. Melancolía es algo más que una palabra. Es desconcierto y esperanza. Tristeza y sorpresa. Vida y muerte, certera muerte. Y dos mujeres, dos reversos de una misma moneda: Justine (Kirsten Dunst) y Claire (Charlotte Gainsboug), que se enfrentan cada una a su manera (sin ser antitéticas) a lo que se avecina. Si en la primera parte vemos una celebración nupcial y las falsedades e hipocresías que subyacen apenas rascando un poco, en la segunda parte la esperanza se mezcla con la certeza de saber que el mundo se acaba y diversas reacciones humanas (muy lógicas, por otro lado). Y coincido, el prólogo, tan onírico y hermoso como desconcertante y espectacular, evoca sensaciones parecidas que los primeros cuarenta minutos de El árbol de la vida de Malick. Es curioso, la verdad, que dos directores tan diferentes como Von Trier y Malick hayan pensado a la vez en imágenes de planetas y estrellas, aunque acercándose al final del mundo mienras otro nos hacía ver su particular visión del principio. Y nos queda el desenlace y el fundido en negro final. Y no, aunque lo parezca, no te han tomado el pelo.
Mis sensaciones al terminar de ver esta película son diversas. Pero me queda, especialmente, como en el caso de la cinta de Malick, la impresión de haber contemplado otra obra de arte. Diferente aunque con más coincidencias de lo que pudiera parecer, respecto la película de Malick.