5 de diciembre de 2011

Reseña de «Mein Kampf». Historia de un libro, de Antoine Vitkine

Noviembre de 1923. Por entonces, él ni siquiera era alemán, sino austriaco. Por entonces, el partido que refundó y que por entonces lideraba, el Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei (NSDAP), ni siquiera tenía representación parlamentaria en el Reichstag. Por entonces, Adolf Hitler era el líder de un partido xenófobo, ultranacionalista y con una ideología völkisch, como tantos otros grupos del período inicial de la República de Weimar, arraigado en Baviera y muy alejado aún del estereotipo de partido de masas que triunfará a finales de la década de 1920 y los primeros años de la de 1930. Por entonces, Adolf Hitler fracasó en su primer intento por alcanzar el poder en Alemania. Pero del fracaso llegó la inspiración para, cómodamente encarcelado en la prisión de Landsberg, escribir un libro que reunía, amalgamaba, confundía y presagiaba el mensaje que, los años mediante, llevará a Auschwitz y, en última instancia, a la Shoá: Mein Kampf.

¿Alguien ha leído este libro, publicado en 1925 y con la voluntad ya expresa de convertirse en un best-seller? Probablemente, no demasiada gente lo habrá leído entero y seguramente pocos habrán disfrutado de una prosa árida, densa, insufriblemente reiterativa, escandalosamente reveladora del pensamiento de un político con las ideas muy claras, claramente reflejo de una ideología antisemita, en la que el nacionalismo se mezcla con un socialismo que difiere del que propugnaban partidos democráticos como el SPD o que llevarían a la vertiente comunista los líderes de la sofocada Liga Espartaquista en enero de 1919. Posiblemente, muchos hemos leído fragmentos sueltos, trazas de un pensamiento obsesivo. Y, a menos que uno busque confirmar ideas antisemitas y racistas, la inmensa mayoría nos habremos sentido asqueados.

Pero estamos ante un libro que fue un best-seller desde el principio, que no sólo fue el trampolín para un líder y un partido, sino también el manual de creación de un imperio que pretendía expandir las fronteras alemanas, destruir al «bacilo judío», extirpar la democracia establecida en Weimar y preparar el camino para lo que, en la jerga nazi, debía ser el Reich de los Mil Años. Porque este libro hizo a Hitler, del mismo modo que Hitler al nazismo a su conveniencia y voluntad. Y no sólo ello, lo repito por tercera vez: también fue un best-seller, un libro que enriqueció a su autor, tanto que incluso, una vez alcanzado el poder, se permitió el lujo de renunciar a su sueldo oficial de canciller. Se calcula que hasta el estallido de la guerra en 1939 se vendieron alrededor de doce millones de ejemplares del Mein Kampf. Era un libro que escuelas, bibliotecas e incluso organismos públicos como ayuntamientos y juzgados tenían la obligación de adquirir; todo matrimonio recibía un ejemplar, con los nazis ya en el poder desde enero de 1933, y se consideraba una Biblia profana pero al mismo tiempo dotada de todo un simbolismo cuasi-religioso.

Antoine Vitkine (n. 1977), joven periodista, presenta este libro, «Mein Kampf». Historia de un libro (Anagrama), como resultado de unas investigaciones que reflejó, en mayo de 2008, en un documental, «Mein Kampf», c’était écrit, emitido por el canal Arte en diversas cadenas de televisión europeas. Un documental que fue todo un éxito, que reconstruye el proceso de creación del libro de Adolf Hitler, su éxito editorial, el modo en el que Hitler se propuso restringir su publicación en otras lenguas del continente europeo, pues pronto vio que el libro mostraba de un modo demasiado evidente sus propósitos políticos: el rearme alemán, la ruptura del Tratado de Versalles, el Anschluss austriaco, el acoso a Checoslovaquia (por no decir su destrucción) y el camino hacia la guerra con Francia e Inglaterra… por no mencionar la conquista de ese Lebensraum, ese espacio vital al que el pueblo alemán tenía derecho por derecho racial en el este de Europa. Porque a medida que el libro se vendía como rosquillas, que el partido nazi se erigía en alternativa violenta al sistema parlamentario de Weimar, que Hitler se convertía en un candidato serio a la cancillería entre 1932 y 1933, el Mein Kampf revelaba a quien quisiera leerlo todo un esbozo de lo que podía suceder en el futuro. Por supuesto cogiéndolo con pinzas. Pocos políticos europeos –entre las excepciones más destacadas, la de Winston Churchill– vieron en él algo más que un indigesto panfleto racista, a la altura de ya «clásicos» deleznables como El mito del siglo XX del (auto)proclamado ideólogo del nazismo Alfred Rosenberg, Los fundamentos del siglo XIX de Houston Stewart Chamberlain o los famosos Protocolos de los sabios de Sión. Y, sin embargo, en el libro de Hitler había un camino trazado.

El libro de Vitkine nos traslada a la historia de un libro y de su mitificación. A los intentos de diversos editores (especialmente en Francia) para publicar ediciones más o menos «piratas», pues Hitler se reservó todos los derechos de publicación y sistemáticamente rechazó la posibilidad de que su libro fuera traducido y publicado en el extranjero. ¿Quizá porque era demasiado evidente el mensaje político que había en esas páginas? Vitkine cree que esa es una de las causas y lo suficientemente importante como para defender su copyright a lo largo de todo el planeta. Por otro lado, el joven autor francés nos lleva a la historia del libro tras la muerte de Hitler. Actualmente el Land de Baviera tiene, por decisión de los vencedores en la Segunda Guerra Mundial, los derechos de explotación del Mein Kampf. Unos derechos que les permiten prohibir su publicación y venta (sólo se permite la venta de ediciones anteriores a 1945). Y mantienen dicha prohibición a rajatabla, hasta el punto de perseguir, fuera de las fronteras alemanas, cualquier publicación que se realice, especialmente en Europa, apelando a los derechos de autor. Con todo, en abril de 2015, setenta años después de la muerte de Hitler, el copyright caducará, según las leyes europeas de propiedad intelectual. ¿Qué sucederá entonces? Ya hay editoriales alemanas preparando ediciones del libro, comentadas por historiadores especialistas en el nazismo. Pero es imposible, en un mundo globalizado como el actual, cerrar las puertas a la publicación, oculta o manifiestamente declarada, de un libro que, sorprendentemente, sigue vendiéndose y sigue siendo un best-seller.

Porque el libro de Hitler tiene una enorme vida comercial en todo el mundo: no sólo en los países del Este, sino en el Próximo Oriente (Egipto, por ejemplo), en la India, en Indonesia (donde muchas librerías lo muestran en grandes escaparates) e incluso en países islámicos aparentemente occidentalizados como Turquía, donde Mein Kampf es todo un libro de referencia en lectores de todas las edades, especialmente en los jóvenes que lo devoran como muestra de una activa campaña antiestadounidense. Mientras en Egipto se utiliza como vehículo de un antisionismo virulento, en Turquía se considera su lectura como una manera de manifestarse en contra del demonio yanqui (paradójicamente en un país con el que Estados Unidos tiene tratados de alianza estratégica y que forma parte de la OTAN). El libro de Hitler es más que un panfleto político: se ha convertido en un extraño fenómeno de masas.

En las apasionantes páginas de su obra, Vitkine nos lleva a reflexionar sobre el pasado reciente y, especialmente, sobre el futuro de un libro que, muerto su autor, defenestrada su ideología y perpetuamente recordado su legado genocida mortífero, sigue bien presente. Vitkine toma partido respecto al debate sobre si debe continuar prohibida la publicación de este libro. Lo tiene muy claro: «prohibir Mein Kampf no sirve para nada, es inútil mantenerlo a distancia u ocultarlo en el fondo de los inconscientes colectivos, aun cuando eso fuera posible. Mein Kampf está entre nosotros, y estará entre nosotros todavía por mucho tiempo». ¿Y cuáles son las lecciones que podemos extraer de él? «Más vale enseñar a la mayor parte posible de gente a descodificarlas, comprender su alcance, percibir las condiciones históricas que han permitido a este libro convertirse en lo que ha llegado a ser. Este libro, que para algunos tiene aún hoy el aura de un modelo, contiene su propio antídoto. Se trata de no olvidarlo nunca» (p. 246).

Siempre es mejor saber que no saber. Y desde luego, siempre es mejor comprender que simplemente prohibir.