31 de octubre de 2022

Reseña de Aesop's Animals: The Science Behind the Fables, de Jo Wimpenny

En El libro de las bestias (El llibre de les bèsties) de Ramón Llull, la parte más conocida de su extensa obra El libro de las maravillas (Fèlix o Llibre de les meravelles, c. 1287-1289) y en Rebelión en la granja (Animal Farm, 1945) de George Orwell, la caracterización humana de los animales se desarrolla de manera diferente: en la obra de Llull, de estilo doctrinal y moralizante, los animales escogen como rey al león, contra quien conspira el zorro para hacerse con el poder y que finalmente es derrotado; por su parte, desde la sátira política, Orwell plantea una granja en la que los animales, liderados por los cerdos, expulsan a los incompetentes humanos para hacerse cargo de su gestión y del poder, aunque progresivamente instaurarán un régimen tiránico contra el resto de los animales. Llull escribió una obra dedicada al rey Felipe IV el Hermoso de Francia y como una especie de manual de política, un espejo de la corte, en la que advertía al monarca francés sobre de quién(es) no debía fiarse; Orwell, a su vez, mostraba bajo el disfraz de la fábula una perspicaz denuncia del estalinismo en la Unión Soviética y en la que, por ejemplo, el proletariado estaba representado por un caballo que trabajaba con ahínco en la construcción de un molino (metáfora de los planes quinquenales) hasta que, exhausto y herido, era engañado por los cerdos (la jerarquía bolchevique) y enviado al matadero.

En ambas obras con animales, y por citar dos muy conocidas, la alegoría de los animales evoca las fábulas de Esopo, escritas en época arcaica griega por este autor de quien se sabe muy poco y que fueron popularizadas y difundidas desde el siglo V a.C., y que han tenido pervivencia e inspiración en fabulistas modernos como La Fontaine y Samaniego. Aesop's Animals: The Science Behind the Fables (Bloomsbury, 2021) de la zoóloga y escritora científica Jo Wimpenny no versa sobre la figura de Esopo, como comenta en el prefacio, y toma una serie de fábulas como excusa para tratar el comportamiento animal desde la ciencia… y ese es su fuerte y su principal aliciente: indagar desde los parámetros científicos cómo se comportan los animales entre sí y en relación con el ser humano en algunos casos, y hasta qué punto ideas preconcebidas sobre su “carácter”, que parten de las fábulas de Esopo, son ciertas o, mejor dicho, hasta qué punto han creado un tópos literario que todavía permanece en el imaginario colectivo. Son fábulas que hablan sobre habilidades de esos animales escogidos o les asignan a estos unas cualidades netamente humanas.

Los nueve capítulos son los siguientes:

1. El cuervo y la jarra: o el tesón y en ingenio del cuervo para poder conseguir beber agua de una jarra que no puede tumbar o a cuyo interior no consigue llegar con el pico.

2. El lobo disfrazado de pastor: o el cliché del lobo como un animal capaz de recurrir a la imitación para engañar a sus presas y devorarlas con crueldad, cuando más bien los simios serían los más cercanos al uso de la manipulación, noción que también se desarrolla en el capítulo 7.

3. El perro y su sombra: o la posibilidad de que el perro sea consciente de su ser al verse reflejado en un espejo.

4. El asno que cargaba una imagen: o el tópico de la “estupidez” en los asnos (frente a la “inteligencia” de los caballos).

5. El zorro y el cuervo: o la imagen del zorro como el prototipo del animal pérfido y engañoso, cuando más bien lo sería de la adaptabilidad.

6. El león y el pastor: o la capacidad para cooperar con otros congéneres para poder vivir en manada, algo que la autora acaba considerando que sería más propio de las ratas.

7. El mono y el pescador: o como los simios pueden imitar a los seres humanos en aspectos diversos de su vida cotidiana.

8. Las hormigas y el saltamontes (o la cigarra): o la capacidad de las hormigas para prevenir las necesidades del futuro y hacer acopio de víveres, frente a la “despreocupación” del saltamontes (o la cigarra), que sólo se dedica a cantar.

9. La liebre y la tortuga: o la arrogancia de la liebre, ufana de su rapidez, frente al tesón de la tortuga, consciente de su lentitud, y que finalmente acaba ganando la carrera.

Las fábulas seleccionadas presentan una historia que remite a actitudes y comportamientos humanos. La estructura de los capítulos es básicamente la misma: se transcribe brevemente la fábula sobre el animal escogido, que es el punto de partida para que la autora –recordemos: zoóloga y autora de una historia de la ornitología moderna, Ten Thousand Birds: Ornithology Since Darwin, Princeton University Press, 2014– detalle investigaciones empíricas sobre esos animales, empezando siempre con un caso concreto; a continuación suceden algunos detalles sobre la especie a la que pertenecen (y su evolución); más en detalle se trata sobre cómo la ciencia ha trabajado –hasta donde ha podido, pues a menudo los estudios sobre animales concretos son escasos (por ejemplo, los asnos)– acerca de aspectos concretos de esos animales o las pautas de comportamiento estudiadas; por último (“Fact or Fiction?” en la parte final de cada capítulo), se hace una “verificación de hechos” acerca de lo que hay de cierto cada una de las fábulas de Esopo en relación con el animal que la protagoniza.

En consecuencia, con un estilo amenísimo y con un aparato crítico sencillo, en el que sólo unas cuantas notas por capítulo remiten a estudios de caso que la autora recoge en la bibliografía para interés del lector, Wimpenny traza una amplia panorámica sobre aspectos de la zoología y el comportamiento de los animales que interesará a un público muy amplio y quizá profano en la materia. Este es otro de los alicientes del libro: hacer accesibles temas que en publicaciones académicas y estudios de caso podrían resultar más áridos o quizá demasiado especializados para lectores con una cierta formación científica, pero no versados en la materia; sobre todo, consigue mantener el interés de los lectores, apelas a su curiosidad con ejemplos y situaciones que todos conocemos, e impulsarle a romper verdades absolutas que no son tales o a ir más allá de lo que ha oído/leído en “divulgarizaciones” diversas sobre estos animales.

Así, los lobos (extinguidos en algunos países europeos, por ejemplo, Reino Unido, y por los hombres) no son esa caracterización de seres psicópatas y crueles; los burros no son nada “burros” y de hecho son capaces de aprender pautas de comportamiento que les hacen resistir más que los “nobles corceles”; que la capacidad de imitación de los chimpancés y otros simios no significa que sean conscientes de hasta dónde pueden desarrollar una “inteligencia” propia; que los zorros son capaces de adaptarse a medios muy diversos (la geografía de este animal es extensa y con condiciones climáticas dispares) y desarrollar pautas de supervivencia que no pasan por el cliché del engaño; que de un modo u otro, biológicamente hablando, la cigarra (o el saltamontes o la langosta) no “trabajará” durante el verano como la hormiga, pues su ciclo vital es limitado; o que no hay evidencias científicas de que los perros sean conscientes de su propio ser y se reconozcan a sí mismos en una imagen, al margen de sus capacidades olfativas excepcionales. O que los leones son capaces de colaborar, sí, pero también deben lidiar con las vicisitudes propia de cada manada.

Todo ello se desarrolla en un libro que combina la erudición y el trabajo científico (mucho más complejo, metódico y realista de lo que el público en general asimila) con un estilo ameno y asequible (sin renunciar al rigor), junto a una defensa de la propia ciencia frente a las “fábulas” del presente; como concluye en el epílogo:
No quiero hiperromantizar a estos animales y desde luego ahora no propongo reverenciarlos. Lobos, zorros y leones causan considerables daños y muchas personas se han visto afectadas en su sustento. Y puesto que consumimos más, invadiendo cada vez más sus hábitats y necesidades, el conflicto entre humanos y la fauna salvaje se incrementará. Los mitos y los cuentos de hadas no impiden que el ganado sea atacado; lamentar la “naturaleza malvada” de un animal no sirve de ayuda. Pero la ciencia puede hacerlo: situar los estudios científicos sobre el comportamiento de una especie en el centro del problema puede aportar la solución. Y es porque cuántos más estudios se ofrezcan más entenderemos cómo los diferentes animales perciben la información, aprenden y se adaptan; y mejores serán nuestras oportunidades de aplicaciones efectivas, prevención no letal y medidas de control. (Traducción propia.)
Es una interesante conclusión.

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