El reciente estreno de Looking, una serie de HBO
sobre tres amigos homosexuales (y sus cuitas y problemas cotidianos) que
viven en San Francisco, me ha recordado la necesidad de ver una
película que en su momento se me escapó de las carteleras de cine. Se
trata de Weekend (2011), escrita, dirigida y montada por Andrew Haigh…
que también está tras la producción de la serie de HBO. De hecho, hay un
estilo similar, en cuanto a la fotografía y el acercamiento a los
personajes, en ambos productos, aunque también numerosas diferencias: la
serie sitúa a los personajes en el meollo de la comunidad gay de San
Francisco, en una ciudad turística y tolerante, con personajes que viven
su sexualidad con abierta normalidad y por tanto encuentran más
facilidades para poder expresarse como tales… lo cual da pie también a
incidir en algunos clichés; por su parte, la película de Haigh se ubica
en Nottingham, una ciudad no tan cosmopolita como el Londres
multicultural y en un mundo no tan empático con los homosexuales como
suelen serlo las grandes capitales que atraen a turistas gays con alta
capacidad adquisitiva. El matiz es importante, pues en este siglo XXI el
tema de la aceptación de la libertad sexual de las personas no está tan
extendido como habitualmente, y dentro de nuestra mentalidad moderna,
suele entenderse.
Rusell (Tom Cullen) se baña y viste en su casa para acudir a la
fiesta de unos amigos. Su apartamento, en el 14º piso de un enorme
edificio, es tan desastrado en algunos aspectos como aparentemente
anodina parece ser su vida. Tras pasar un rato en casa de sus amigos,
Russell acude a un club gay, buscando un encuentro y pasar un buen rato.
Conoce a Glen (Chris New), aunque éste inicialmente no se había fijado
en él; pero Russell sí. La siguiente secuencia nos presenta ya a los dos
personajes en casa de Russell, habiendo pasado la noche juntos, y nos
situamos como espectadores en conocer de lleno a ambos personajes. Glen,
que trabaja en un proyecto artístico, graba a Russell, pidiéndole que
le cuente sus sensaciones, emociones y sentimientos ante el hecho de
conocerle (un extraño), llevarlo a su casa, practicar sexo y pasar la
noche juntos. Russell se siente algo cohibido. Más allá de su timidez lo
que descubrimos es que, aparentemente, ha salido del armario a medias,
que se crio como un niño y adolescente huérfano, sin unos padres a los
que contar sus sentimientos. Glen, por su parte, parece un espíritu
libre, refractario al compromiso y a una relación estable en pareja.
Ambos se separan esa mañana de sábado, Russell para ir a trabajar, Glen
no sabemos dónde. Russell es socorrista en una piscina, pero su trabajo
no le llena. Su vida parece estancada: sus pocos amigos conocen su
condición sexual, pero él no se atreve a expresarla públicamente, a
diferencia de un Glen que, en una secuencia posterior, “dialoga” con dos
clientes en un pub que se muestran molestos por el hecho de ser tan
explícitamente gay en sus conversaciones y por la espontaneidad de su
comportamiento. La relación de Russell y Glen en ese fin de semana se
basa en el encuentro y la separación momentánea, en abrirse poco a poco
el corazón el uno al otro: Russell y su reservas, Glen y su renuencia a
desear una relación estable; Russell y su sensación de soledad, Glen y
el recuerdo de una relación que acabó trágicamente (y de ahí sus
reticencias). Russell y el miedo al qué dirán en una ciudad que ve con
suspicacia a dos hombres besándose en público; Glen y su necesidad casi
imperativa de romper barreras y jugar a la provocación. Un fin de semana
que se supone que no tendrá continuidad, pues Glen se marcha el domingo
por la tarde a Estados Unidos y durante lo que se prevé que será mucho
tiempo.
Durante un fin de semana, los dos personajes se atraen y se buscan,
se encuentran y se distancian, se apasionan y se acurrucan. Haigh nos
muestra una relación con sus diversas etapas –la seducción, el deseo, el
encuentro, la pasión sexual, el contacto debajo de unas sábanas, la
discrepancia, el choque de dos percepciones sobre la realidad de ser un
homosexual en un mundo que los recibe con suspicacia– y nos permite
conocer a unos personajes que de una manera u otra buscan el amor y el
cercano contacto del calor humano. El tono de la película en ocasiones
nos acerca al documental, con planos en silencio y actitudes cotidianas.
La fotografía es apagada, sucia incluso en los colores y en una textura
que busca reflejar la realidad en su más variada normalidad. Hay un
acercamiento al cuerpo a cuerpo, a los primeros planos de dos hombres
que se tocan constantemente y necesitan estar cerca el uno del otro. El
realismo de las situaciones que viven los personajes, desde las bromas
de desconocidos sobre homosexuales, la cultura gay soterrada, las
conversaciones con diversos matices o la naturalidad con la que Russell y
Glen follan y hacen el amor (no es lo mismo), está bien plasmado,
pretendiendo Haigh mostrar las múltiples caras de la cotidianeidad, sin
necesidad de destacar que la vida de estos dos personajes es diferente
de las del resto de la humanidad. Sus sentimientos, deseos, miedos y
esperanzas son tan diversos y comunes como los de cualquier persona. No
hay tópicos en los que reincidir, a menos que la búsqueda del amor y de
un lugar en este mundo lo sea. Haigh no pretende impactar sino
documentar y mostrar de modo natural lo que es un fin de semana de dos
personas que se encuentran, se separan y se necesitan. No hay necesidad
de un happy end, como tampoco de resultar sensacionalista o incluso romanticón. La vida
seguirá para Russell y Glen, pero ya no será la misma, pues no puedes
entrar en el mismo río dos veces. Para bien o para mal quedará el
recuerdo de unos días, las emociones y las palabras, lo que se dijo y lo
que uno se guardó.
Una película muy recomendable que nos permite conocer una historia sencilla pero llena de las complejidades inherentes al ser humano.
Una película muy recomendable que nos permite conocer una historia sencilla pero llena de las complejidades inherentes al ser humano.
1 comentario:
Está muy linda la historia, no hay duda que el director de esta cinta, Andrew Haigh es sinónimo de calidad y de temáticas polémicas como los es la homosexualidad, aunque de pronto me parece que las aborda desde el punto un poco superficial. Lo que reconozco es que sus propuestas son muy entretenidas.
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