31 de julio de 2018
30 de julio de 2018
27 de julio de 2018
Crítica de Misión: Imposible - Fallout, de Christopher McQuarrie
Con sus 56 años recién cumplidos, ya hace un tiempo que tenemos la sensación que Tom Cruise se está confundiendo con el personaje de Ethan Hunt en la saga Misión: Imposible. Han pasado 22 años –y se dice rápido– desde que se estrenó la primera película de la franquicia (y por la que no pasa el tiempo), dirigida por Brian de Palma, y su protagonista está más incombustible que nunca. ¿Podrá seguir Cruise con Ethan Hunt en una futurible séptima entrega (de la que ya se está hablando), que, en caso de realizarse, llegaría a la gran pantalla a inicios de la tercera década de este siglo y con el actor a punto de entrar en los sesenta? ¿Se mantendrá tan en plena forma como, de manera harto curiosa, parece hacerlo entrega tras entrega? ¿Y hasta qué punto seguirá siendo “creíble”, si es que podemos emplear esta palabra, un héroe tan resolutivo como Hunt? Imaginando un eventual retiro (¿alguna vez se jubilará?) y una vejez del personaje (¿llegará vivo a ella?), uno tiende a sospechar que para entonces Hunt necesitará algo más que terapia psicológica.
26 de julio de 2018
25 de julio de 2018
24 de julio de 2018
23 de julio de 2018
20 de julio de 2018
Crítica de cine: Happy End, de Michael Haneke
Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.
Hay dos cosas que debe tener claras el espectador que se acerque a una sala de cine a ver Happy End, la última película de Michael Haneke hasta el momento: que el título, cómo no, es irónico y que no va a ser de las mejores cintas del director austriaco que se vaya a encontrar; tampoco resulta tan desdeñable como la crítica especializada la recibió cuando se presentó en el Festival de Cine de San Sebastián hace casi un año. Cierto es que una película de Michael Haneke no deja indiferente –recordemos el caso de Funny Games (1997), el original y el remake que una década después el propio director hizo de su obra para el público estadounidense–; también es verdad que estábamos demasiado mal acostumbrados con sus dos anteriores y espléndidas películas, La cinta blanca (2009) y Amor (2012), y que en otros casos, como Caché (2005) o La pianista (2002) nos quedamos tan pasmados como atrapados. En todas ellas hay temas que se repiten en esta última apuesta personal: la familia como institución y objeto de crítica descarnada; la burguesía como material que despiezar y, por qué no, masacrar (aunque no literalmente como en Funny Games, claro); la violencia soterrada bajo la máscara de la indiferencia y el egoísmo como seña de identidad del individuo y de la sociedad actuales. Temas a los que añadir la mirada sarcástica y también lúcida respecto a cómo las tecnologías han hecho mella en nuestro comportamiento y en el día a día.
19 de julio de 2018
Crítica de cine: Sácame de dudas, de Carine Tardieu
Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.
A cuenta de Algo celosa (David y Stéphane Foenkinos, 2017), hace unas semanas hicimos algunos comentarios sobre la comedia francesa, “ese” género en sí mismo y tan en boga en la actualidad. No incidiré de nuevo en ello, básicamente porque Sácame de dudas, la película de Carine Tardieu sobre la que toca ahora decir algunas palabras, no es una comedia al uso. Sí es francesa (bueno, franco-belga), sí parece seguir algunas tónicas de ese género y sí aparecen actores como François Damiens, quien, aunque no es francés sino belga, sí parece, con algunas películas de éxito a sus espaldas –La familia Bélier (2014) y Los seductores (2010; cómo no recordar la secuencia a lo Dirty Dancing entre ambos protagonistas...), especialmente– abonarse al susodicho “género”. Sea como fuere, Tardieu parece apartarse de la vorágine que esta etiqueta provoca y se dedica a diseccionar el concepto de la familia, como ya hizo en sus dos largometrajes anteriores: La cabeza de mamá (2007) y Pequeñas diferencias (2012), y como guionista en la exitosa serie francesa Famille d’accueil (TV5: 2001-2015). Y es que la familia es un tema que, por muy manido que sea, resulta tan inmortal como las erratas en un libro: siempre aparecen.
18 de julio de 2018
17 de julio de 2018
16 de julio de 2018
Crítica de cine: El mejor verano de mi vida, de Dani de la Orden
Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.
Dani de la Orden (n. 1989) encontró una fórmula para hacer películas como Love Actually (Richard Curtis, 2003) –una película que a su vez derivó en productos similares a ambos lados del Atlántico– pero en clave local: así surgieron Barcelona, noche de verano (2013) y Barcelona, noche de invierno (2015), películas corales resultonas y agradables, de esas que vas a ver en grupo una tarde-noche que no tienes otra cosa que hacer. Hizo además algunos documentales y se encargó de una película de encargo, la flojísima El pregón (2016), y ahora en Atresmedia –siguiendo la estela de Mediaset con Perfectos desconocidos (Álex de la Iglesia, 2017), adaptación española de Perfetti sconosciuti de Paolo Genovese (2016)–, le han encomendado el remake español de una comedia italiana, Sole a catinelle (Checo Zalone, 2013); “sol a cántaros”, dice el protagonista de la película italiana y es una frase propia que repite a menudo Curro (Leo Harlem) en esta adaptación española diseñada para atraer a las salas de cine al público veraniego con una comedia “de toda la vida”. El resultado, no obstante, no es para tirar cohetes.
13 de julio de 2018
12 de julio de 2018
11 de julio de 2018
10 de julio de 2018
9 de julio de 2018
Crítica de cine: No te preocupes, no llegará lejos a pie, de Gus Van Sant
Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.
Si hay un director que ha tocado lo indie y lo comercial, el corto y el largometraje, el cine y la televisión, el videoclip y las grabaciones de voz, ese es Gus Van Sant. Nunca podrás decir que te deja indiferente o que no has visto nada de él. Hagamos un poco de memoria cinematográfica. ¿Te acuerdas de películas independientes como Mi Idaho privado y Cowboy Drugstore? Son suyas. ¿Te acuerdas de películas oscarizadas como El indomable Will Hunting y Mi nombre es Harvey Milk? Él las dirigió. ¿Te acuerdas de Elephant, Gerry y Last Days? Él las concibió, escribió y dirigió. ¿Te acuerdas del remake (fotograma a fotograma y en color) de Psicosis? Él lo perpetró. ¿Te acuerdas de una película con mala baba como Todo por un sueño? Él la dirigió y permitió que Nicole Kidman se luciera. ¿Te acuerdas de decepciones como Descubriendo a Forrester? Él también es responsable. ¿Te acuerdas del primer episodio de Boss, la serie de televisión con Kelsey Grammer como alcalde de Chicago? Él lo dirigió y le dio el tono a la serie (Farhad Safinia la creó y escribió varios de sus episodios). ¿Te acuerdas del vídeo de “Fame ’90” la canción de David Bowie? Él lo dirigió. Sí, recuerdas a Gus Van Sant más de lo que sospechabas.
6 de julio de 2018
5 de julio de 2018
4 de julio de 2018
3 de julio de 2018
2 de julio de 2018
Crítica de cine: 78/52. La escena que cambió el cine, de Alexandre O. Philippe
Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.
Interior: una habitación de un motel de carretera. Suena una música suave de cuerdas que invita al sosiego. Una mujer joven, rubia –cómo no, la obsesión del director– y vestida con una bata hace cuentas en un papel, sentada frente a una mesa; no convencida, acaba por hacerlo trizas. Hace asomo de tirar los pedazos a la papelera, pero se lo piensa: no conviene dejar rastros, leemos sus pensamientos. Busca un lugar donde pueda deshacerse para siempre de los restos de papel. Tiene una idea, se levanta y entra en el cuarto de baño, arroja los pedazos al retrete y tira de la cadena. Baja la tapa del retrete, cierra la puerta, se quita la bata, que deja sobre el retrete, y se mete en la bañera. Corre la cortina: su figura desnuda se vislumbra a través del traslúcido plástico. Plano frontal: escuchamos cómo desenvuelve la pastilla de jabón, mira hacia arriba, la alcachofa de la ducha, y abre el grifo. Una tímida sonrisa recibe al agua que resbala sobre su cuerpo. Primerísimo plano del agua saliendo de la alcachofa. La mujer se enjabona el cuello, la sonrisa es franca, abierta: goza con el agua que cae sobre su cuerpo, se podría decir incluso que la recibe con una cierta liberación. Durante unos segundos, que parecen eternos, observamos cuan mirones cómo la mujer se ducha, mientras su cuerpo gira en una sucesión de planos: ella no lo sabe aún, pero debe situarse de espaldas a la cortina y a la puerta del cuarto de baño, en segundo término. La joven claramente disfruta con el agua caliente y el enjabonado sobre su piel. Pasamos a un plano lateral de la alcachofa de la ducha, regalando el preciado fluido. No hay música, solamente el ruido del agua lloviendo sobre el cuerpo de la joven y repiqueteando sobre el suelo de la bañera. Se muestra un plano medio: la mujer a la derecha frota su piel con las manos mientras deja que el agua caiga sobre su cuerpo; purificándola, quizá, podría pensar ella en ese momento. Detrás, la cortina traslúcida. Hay un enorme vacío en ese plano, a la izquierda. Pero hay que llenarlo: así, se abre la puerta, alguien entra; no sabemos quién es, sólo es alguien que lentamente se acerca a la cortina.
Interior: una habitación de un motel de carretera. Suena una música suave de cuerdas que invita al sosiego. Una mujer joven, rubia –cómo no, la obsesión del director– y vestida con una bata hace cuentas en un papel, sentada frente a una mesa; no convencida, acaba por hacerlo trizas. Hace asomo de tirar los pedazos a la papelera, pero se lo piensa: no conviene dejar rastros, leemos sus pensamientos. Busca un lugar donde pueda deshacerse para siempre de los restos de papel. Tiene una idea, se levanta y entra en el cuarto de baño, arroja los pedazos al retrete y tira de la cadena. Baja la tapa del retrete, cierra la puerta, se quita la bata, que deja sobre el retrete, y se mete en la bañera. Corre la cortina: su figura desnuda se vislumbra a través del traslúcido plástico. Plano frontal: escuchamos cómo desenvuelve la pastilla de jabón, mira hacia arriba, la alcachofa de la ducha, y abre el grifo. Una tímida sonrisa recibe al agua que resbala sobre su cuerpo. Primerísimo plano del agua saliendo de la alcachofa. La mujer se enjabona el cuello, la sonrisa es franca, abierta: goza con el agua que cae sobre su cuerpo, se podría decir incluso que la recibe con una cierta liberación. Durante unos segundos, que parecen eternos, observamos cuan mirones cómo la mujer se ducha, mientras su cuerpo gira en una sucesión de planos: ella no lo sabe aún, pero debe situarse de espaldas a la cortina y a la puerta del cuarto de baño, en segundo término. La joven claramente disfruta con el agua caliente y el enjabonado sobre su piel. Pasamos a un plano lateral de la alcachofa de la ducha, regalando el preciado fluido. No hay música, solamente el ruido del agua lloviendo sobre el cuerpo de la joven y repiqueteando sobre el suelo de la bañera. Se muestra un plano medio: la mujer a la derecha frota su piel con las manos mientras deja que el agua caiga sobre su cuerpo; purificándola, quizá, podría pensar ella en ese momento. Detrás, la cortina traslúcida. Hay un enorme vacío en ese plano, a la izquierda. Pero hay que llenarlo: así, se abre la puerta, alguien entra; no sabemos quién es, sólo es alguien que lentamente se acerca a la cortina.