19 de julio de 2018

Crítica de cine: Sácame de dudas, de Carine Tardieu

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.

A cuenta de Algo celosa (David y Stéphane Foenkinos, 2017), hace unas semanas hicimos algunos comentarios sobre la comedia francesa, “ese” género en sí mismo y tan en boga en la actualidad. No incidiré de nuevo en ello, básicamente porque Sácame de dudas, la película de Carine Tardieu sobre la que toca ahora decir algunas palabras, no es una comedia al uso. Sí es francesa (bueno, franco-belga), sí parece seguir algunas tónicas de ese género y sí aparecen actores como François Damiens, quien, aunque no es francés sino belga, sí parece, con algunas películas de éxito a sus espaldas –La familia Bélier (2014) y Los seductores (2010; cómo no recordar la secuencia a lo Dirty Dancing entre ambos protagonistas...), especialmente– abonarse al susodicho “género”. Sea como fuere, Tardieu parece apartarse de la vorágine que esta etiqueta provoca y se dedica a diseccionar el concepto de la familia, como ya hizo en sus dos largometrajes anteriores: La cabeza de mamá (2007) y Pequeñas diferencias (2012), y como guionista en la exitosa serie francesa Famille d’accueil (TV5: 2001-2015). Y es que la familia es un tema que, por muy manido que sea, resulta tan inmortal como las erratas en un libro: siempre aparecen.

Erwan (Damiens) trabaja como desactivador de bombas, pero el campo de minas se lo encontrará en casa y por partida doble: primero porque su hija está embarazada y no sabe (o no quiere decirle) quién es el padre; y segundo porque, tras una rutinaria analítica, descubre que su padre Bastien (Guy Marchand), un venerable y algo picajoso lobo de mar, no es su padre biológico. Zas, toma mazazo a la moral a los 45 años de edad (un aliciente de la película: personajes en la cuarentena, fruto de crisis personales de todo tipo y que, los que estamos en esa década o se van a aproximar, comprenderán perfectamente). Y buscando al padre que sí lo es, Erwan conoce a Joseph (André Wilms), un anciano muy agradable que vive no demasiado lejos. Por el camino se encontrará también con Anna (Cécile de France), una médica que parece hacerle tilín, pero que resulta ser la hija de Joseph, por lo que ya tenemos liada la comedia de enredo… cosa que esta película no es (¿he spoileado demasiado de la trama? No se preocupe el lector/espectador, estos detalles no son el quid de la cuestión). 



Sácame de dudas juega a ser una involuntaria comedia romántica y un retrato diferente de la familia: familia no convencional, como podemos observar. El filme tampoco pretende erigirse en una cinta sobre la madurez –o sobre la ausencia de la misma, según el personaje al que le toque–, pero de alguna manera incide en esta cuestión, quizá no demasiado sutilmente: de hecho, la metáfora del desactivador de bomba que no saber qué hacer con la que tiene en casa o se le plantea en un momento determinado precisamente no es nada sutil, y quizá el padre no sea tan juicioso como la hija que “dejó” de serlo al quedarse embarazada. Lo cierto es que hay mimbres suficientes y bien plantados en el filme como para que el espectador quede atrapado por el desarrollo de la trama y se deje llevar con bastante naturalidad. Y es que no faltan la comicidad –el personaje de Didier (Estéban), “becario”/ayudante de Erwan en el trabajo y que aporta golpes de humor y comentarios muy lúcidos de tanto en tanto–, diálogos sólidos entre Erwan y Anna (y los respectivos padres, por no hablar de Juliette (Alice de Lencquesaing), la hija embarazada del protagonista–, algunas secuencias bien planteadas (la feria o cuando Erwan hace caso finalmente a Anna y la “persigue”) y dosis de una amabilidad exenta de ñoñería (a diferencia de la comedia romántica al uso). Pues esta es una cinta amable, sencilla incluso, escrita más con la cabeza que con el corazón y que tiene en sus actores –ya vimos a Damiens lucirse en La delicadeza (2012) de con los hermanos Foenkinos y a Cécile de France da gusto verla haga lo que haga– lo mejor de sí misma.



El resultado es una película ideal para una tarde/noche de cine con algo que no sea necesariamente para poner la mente con el piloto automático, de agradable visionado y buena factura visual. Quizá sea de esas películas (son tantas…) que veas y olvides pronto, pero deja buen poso y reflexiona sobre viejos/nuevos modelos familiares y sobre una idea de fondo: que no todo lo que somos/queremos ser/dejamos de ser está en los genes. Aunque en esto tampoco es que se hayan comido mucho la cabeza, la verdad…

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