31 de diciembre de 2016
2016 (y III): un año de libros
30 de diciembre de 2016
2016 (II): un año de series de TV
A diferencia del cine, 2016 ha sido un espléndido año para las series de TV, con estrenos diversos, continuaciones y también finales o cancelaciones. Por mi parte han sido casi 80 series, entre las de temporada anual, corta y miniseries, las que he podido ver (y disfrutar) en este 2016 al que apenas le queda un día para decirnos adiós. Lo empecé, serialmente hablando, justo después de las campanadas de Año Nuevo con la miniserie And Then There Were None (BBC) y muy probablemente lo acabe con otra miniserie que adapta una novela de Agatha Christie: The Witness for the Prosecution (también de la BBC). Debo decir, antes de hacer balance y escoger las 15 series del año, que por supuesto la mía será una selección parcial, obligada incluso: es prácticamente imposible verlo todo (lógicamente...) y entre lo que a uno le interesa (y lo que no), lo que descarta y lo que (aún) no ha podido ver queda una selección subjetiva y siempre incompleta. Así, por ejemplo, llevo dos temporadas de retraso de The Americans (que se juntarán con la que llegue en 2017), aún no le he hincado el diente a American Crime y se quedan en "tareas pendientes" la 4ª y última de Rectify (Sundance Channel), la 3ª de Black Mirror (Amazon), The Fall (BBC) y Halt and Catch Fire (AMC), Westworld, Gomorra, Ennemi Public, BrainDead, Roadies, Quarry, The Get Down, 11/22/63, Designated Survivor, Marvel's Luke Cage, Pure Genius, Bull, Animal Kingdom, Travelers, Dirk Gently's Holistic Detective Agency, Goliath, Mars, StartUp, Chance... y otras tantas series que les tengo echado el ojo. Luego ha habido las series que he abandonado: Girls, por ejemplo, que ya me panté en su 5ª temporada, hace tiempo con The Walking Dead, y Atlanta, Divorce, Preacher, Outcast y alguna más tras su primer episodio (o que considere que "no son para mí"). Que quizá sea pronto, pero el día tiene 24 horas únicamente y, como dice Salvador Martí, "el tiempo es el que es". El regreso de The X-Files (FOX) me dejó frío... como lo hizo hace veinte años.
29 de diciembre de 2016
2016 (I): un año de cine
Como ya es "tradicional" por estas fechas, llega el repaso anual, aquello que me ha parecido más relevante de (entre lo que he visto en) 2016. Como suele ser habitual, algunas de estas películas en puridad son de 2015 pero, ya se sabe, se estrenan en las salas españolas semanas o meses después. En comparación con el año anterior, en este 2016 he podido ir más veces al cine (ayuda el pase de prensa) y por tanto al final han sido 50 las ocasiones en que me he sentado en una butaca. No ha habido repeticiones, como en alguna otra ocasión en años precedentes. Y como también suele pasar, algunas películas se quedaron en cartelera sin poder ver, pues a todo no llega uno: Elle de Paul Verhoeven o La muerte de Luis XIV de Albert Serra, por ejemplo, que ojalá repesque más adelante en alguna sesión filmotequera. También, como suele pasar, mucho de lo mejor se ha concentrado en los primeros dos meses, con las películas nominadas a los Oscars, y luego la cosa ha funcionado con altibajos. Si acaso, una de las primeras conclusiones a las que puedo llegar es que, a grandes rasgos, ha sido un año irregular respecto al cine que llegue allende el charco, refiriéndome en concreto a su cuadrante norte, mientras que ha sido el cine español, y el thriller en particular, el que ha generado excelentes películas en el otoño. Para variar, ha habido mucha marvelada, dececomicada y blockbusters varios, de los que a menudo he huido, a menos que fuera al pase de prensa. Y han sido grandes producciones adocenadas, en general, con alguna excepción que, en el caso de Deadpool, puede leerse como bofetada a las grandes sagas de vengadores, justicieros y demás: si un personaje gamberro y procaz, aunque también proceda del cómic, les ha dado pal pelo a las sagas y franquicias, es que la cosa ya empieza a ser "jartible". Tampoco me pondré a pontificar, pues alguna marvelada aún no he visto (Doctor Strange), Batman v. Superman: El Amanecer de la Justicia gana mucho en su versión extendida y Star Trek: Más allá me la miro con demasiados buenos ojos (no está tan mal como se proclamaba).
Canciones para el nuevo día (2114/1343): "Lose Yourself to Dance"
Daft Punk (ft. Pharrell Williams & Nile Rodgers) - Lose Yourself to Dance
28 de diciembre de 2016
27 de diciembre de 2016
26 de diciembre de 2016
23 de diciembre de 2016
Crítica de cine: Animales nocturnos, de Tom Ford
En 2009 el diseñador de moda Tom Ford se "pasó" al cine y presentó Un hombre soltero,
una interesantísima película en lo visual, más problemática en cuanto a
su narración. Sea como fuere, Ford llamó la atención y muy gratamente,
regalando a Colin Firth, además, uno de sus mejores papeles. La trama
transcurría en 1962 con un profesor universitario que sufría una
dolorosa pérdida personal (la muerte de su pareja, otro hombre) y se
enfrentaba a una crisis muy destructiva. Entonces Ford se encargó de
adaptar una novela de Christopher Isherwood. Siete años después hace lo
propio con otra novela, Tres noches, de Austin Wright (publicada en castellano por Salamandra), y el resultado es Animales nocturnos,
una extraña e hipnótica película que muestra a un director inquieto,
quizá algo pagado de sí mismo (como sucedía con su primera cinta) y que
bebe de algunos referentes clásicos del cine negro. Pues esta es una
película muy noir, sí, pero también muy incómoda... quizá no tanto para
el espectador como para su protagonista, Susan Morrow (Amy Adams, otra
vez espléndida). Susan, una artista frustrada y desencantada, recibe un
paquete: se trata de la novela de su ex marido, Edward (Jake
Gyllenhaal), quien le pide que la lea, pues quiere conocer su opinión.
La novela, que lleva el mismo título que la película, también está
dedicada a Susan, que empezará a leerla y a sumergirse en su trama. Una
trama desgarradora, en su opinión, pero que no puede dejar de leer y
que, al mismo tiempo, la obliga a recordar su propio pasado. De este
modo, su historia en el presente se mezcla con retazos del pasado, de su
relación con Edward, y con una la trama de la novela, estableciéndose
un peculiar juego de espejos... y dolorosas sensaciones.
22 de diciembre de 2016
21 de diciembre de 2016
20 de diciembre de 2016
19 de diciembre de 2016
18 de diciembre de 2016
Crítica de cine: Operación Antropoide, de Sean Ellis
Había muchas ganas de ver esta película, que
recoge el desarrollo de la operación que tenía como objetivo asesinar a
Reinhard Heydrich, Protector de Bohemia, Moravia y director de la
Oficina Central de Seguridad del Reich e "ingeniero" de la llamada
Solución Final. Una operación orquestada por el gobierno de
Checoslovaquia en el exilio londinense (y por orden directa de su
presidente, Edvard Beneš) y que logró indirectamente su propósito:
Heydrich, herido de gravedad en el atentado, murió en Praga unos días
después a causa de una septicemia. Unos días después del atentado, y
delatados por uno de los rebeldes checos, el comando que perpetró el
atentado, así como algunos miembros más de la resistencia checa, se
refugiaron en la iglesia de los santos Cirilo y Metodio y durante siete
horas hicieron frente al ataque de cientos de soldados alemanes. Pero el
final no podía tardar en llegar y los siete guerrilleros checos se
suicidaron antes que caer en manos de los alemanes. Para entonces, sin
embargo, una feroz represión por parte de los ocupantes alemanes había
provocado el asesinato de cientos de habitantes del pueblo de Lidice. De
hecho, alrededor de cinco mil checos, incluidas mujeres y niños, fueron
ejecutados como represalia por parte de los ocupantes. La Operación
Antropoide tuvo éxito, indirectamente, y logró el objetivo de acabar con
uno de los principales jerarcas nazis, pero el precio que se pagó fue
enorme. ¿Quizá demasiado? Sean Ellis a la postre no se pregunta si valía
la pena pagar ese precio, pues su intención no se centra tanto en las
consecuencias del atentado (que, de todos modos, se hacen patentes en el
relato de alguna manera) como en narrar una historia de héroes. Y quizá
el problema es que el filme acaba perdiendo la perspectiva para
alcanzar un tono épico que no acaba de conseguir.
16 de diciembre de 2016
Crítica de cine: Rogue One, de Gareth Edwards
Tras una notable campaña viral en los últimos meses, se estrenó Rogue One ayer a partir de ciertas horas (en
Barcelona fue a las 19h.) y sin pase de prensa previo para la crítica.
Había curiosidad por mi parte, también algo de recelo en virtud del Episodio VII, que me dejó bastante insatisfecho... y eso que ses el inicio de una nueva trilogía. Rogue One no es una precuela al uso, sino una película que se sitúa (en cierto modo) en paralelo con el Episodio IV; o si acaso cuando termina Rogue One comienza el Episodio IV:
la trama principal es, como ya sabréis, la operación para robar los
planos de la Estrella de la Muerte, cuya destrucción será el objetivo
último de la Alianza Rebelde en la primera película que vimos de la
serie de películas de George Lucas. Por tanto, el subtítulo "Una
historia de Star Wars" es más que apropiado. Y resulta a priori la mar
de curioso: coger algo que es el leitmotiv de una película y que
simplemente se menciona (el robo de los planos) y construir una película
entera. Presentamos a una heroína (como en el Episodio VII), una
relación paterno-filial que quedó en suspenso (como Luke y Sarth Vader),
un grupo de activistas (por llamarlos de alguna manera) de la Rebelión
con una misión que cumplir y un villano al que enfrentarse... y que a su
vez debe pleitesía a varios villanos de altura (Vader, para empezar).
15 de diciembre de 2016
14 de diciembre de 2016
13 de diciembre de 2016
12 de diciembre de 2016
9 de diciembre de 2016
8 de diciembre de 2016
Canciones para el nuevo día (2099/1328): "W.E. (Abdication)"
Abel Korzeniowski - W.E. (Abdication)
Disco: W.E. - score (2012)
7 de diciembre de 2016
6 de diciembre de 2016
Crítica de cine: 1898. Los últimos de Filipinas, de Salvador Calvo
Durante trescientos treinta y siete días un
destacamento de unos cincuenta soldados españoles, comandados por el
capitán Enrique de las Morenas (hasta su muerte por el beri beri al cabo
de unos meses) fue atacado en el poblado de Baler, en la isla filipina
de Luzón, y se refugió en una iglesia, iniciándose un asedio por parte
de las fuerzas locales filipinas que se desarrollaría entre el 30 de
junio de 1898 y el 2 de junio de 1899. La resistencia numantina de
aquellos soldados, que tras la muerte de Las Morenas fue dirigido por el
teniente Martín Cerezo, puede ser vista hoy día (también en aquellas
fechas) o bien domo una heroicidad o bien como un sinsentido, y de hecho
la respuesta es una mezcla de ambas sensaciones. La guerra en la que se
desarrolló dicho suceso terminó para las armas españolas muchos meses
antes de que los resistentes en Baler capitularan; de hecho, por la
firma del Tratado de París (10 de diciembre de 1898), España cedía la
soberanía de Filipinas a Estados Unidos, que inició una ocupación de las
islas y se enfrentó en un conflicto armado directo con quienes habían
sido los “rebeldes” contra España en los años precedentes. De pronto,
España pasaba de dueña de un imperio en desguace a mera espectadora de
una guerra entre estadounidenses y filipinos en aquel paraje, mientras
cincuenta soldados se encerraban en una iglesia y se negaban a reconocer
lo que era una evidencia para el resto del mundo: que España había
perdido la guerra, que su imperio había finiquitado (quedaría el norte
de Marruecos, el Sahara occidental y Guinea Ecuatorial) y que resistir
en Baler era no sólo inútil sino descabellado. O una locura.
5 de diciembre de 2016
2 de diciembre de 2016
1 de diciembre de 2016
30 de noviembre de 2016
29 de noviembre de 2016
28 de noviembre de 2016
26 de noviembre de 2016
Crítica de cine: La llegada (Arrival), de Denis Villeneuve
Quizá, dentro del género de la ciencia-ficción,
no haya tema tan sugerente (y manido) como el del primer contacto de los
habitantes de la Tierra con seres llegados del espacio exterior. El
contacto como consecuencia de la llegada y, por tanto, antesala de lo
que vendrá después: la comunicación. Un tipo de cine, de acción y
catastrofismo, lo plantea en términos de conflicto y destrucción: los
alienígenas invaden la Tierra y aniquilan a la raza humana, por el
motivo que sea, desde que H.G. Wells lo desarrollara en La guerra de los mundos
y se sucedieran adaptaciones, derivaciones y replanteamientos de una
misma idea de fondo, con productos (no tan) recientes como Independence Day.
Otro cine, más intimista y “sosegado”, plantea el tema de cómo los
humanos encuentran otras especies y se produce la comunicación en busca
de una colaboración por un objetivo común o simbiótico. Este cine es el
que nos interesa aquí. La llegada de estos extraterrestres es la excusa
argumental para una narración en cierto modo introspectiva que, a su
vez, no deja de ser un debate sobre la propia condición humana: quiénes
somos, adónde vamos, qué hay más allá de la Tierra… y de la muerte. El
contacto, también, puede ser motivo de conflicto, inherente al ser
humano, o una oportunidad para trascender nuestras limitaciones y
defectos y hallar una respuesta a las grandes dudas sobre nosotros
mismos; o encontrar una salida: Interstellar (2014) de Christopher Nolan plantea el tema de fondo de una Tierra que se muere y la búsqueda de un nuevo hogar. Contact
(1997) de Robert Zemeckis, y basada en la novela de Carl Sagan, ya
desarrollaba la noción de la comunicación entre humanos y una especie
extraterrestre y la construcción de una máquina que trasladaría a un
elegido a un punto alejado del universo, siendo relativas tanto la
distancia como el tipo de comunicación que se establece con lo
desconocido. En cierto sentido, y añadamos (cómo no) 2001: una odisea en el espacio (1968) de Stanley Kubrick y Melancolía de Lars von Trier (2011) al zurrón de referencias, La llegada (Arrival)
de Denis Villeneuve es una vuelta de tuerca más a esta idea del “primer
contacto”, que a su vez plantea preguntas lógicas sobre los
“visitantes” que han venido de muy lejos: ¿qué intenciones tienen?
25 de noviembre de 2016
Reseña de La mujer en la muralla de Alberto Laiseca y de El Primer Emperador de China, de Jonathan Clements
«–¿Entonces nadie tiene tiempo de ver el bosque, en China?
–Solamente los poetas. Estos que algunos tontos siempre llaman desocupados, ociosos e inservibles. Por eso siempre sostuve que el Estado debe protegerlos, para que alguien pueda ver y oír. Dicen que las montañas no cambian, pero es mentira. Sí que cambian. La montaña respira y su mole se mueve. Las aguas del Wei no son las mismas hoy que ayer. ¿Cómo van a saber, las personas de dentro de dos o tres mil años, la forma que tenía un árbol mientras vivían los Chou? La poesía es la historia secreta de nuestro país».Alberto Laiseca, La mujer en la Muralla, pp. 19-20.
Ying Zheng (258-210
a.C.) es quizá una de las figuras más fascinantes del mundo antiguo. Rey
de Qin (en Pinyin; Ch’in, según el decimonónico sistema Wade-Giles)
desde los 12 años, brutal, impertérrito ante los sufrimientos de su
pueblo y del resto de Reinos Combatientes, en el año 221 a.C. unificó
mediante la fuerza Zhongguo, «todo bajo el cielo», el orbe
chino, y se convirtió en Qin Shihuang Ti, el «Primer Emperador» de la
dinastía Qin. La importancia del personaje es tal que el nombre
occidental de China procede del nombre de su dinastía, Qin. En esos
momentos, el «mundo» se debatía con las luchas entre la República romana
y Cartago por el dominio del Mediterráneo occidental, las ciudades
griegas de la Hélade se peleaban entre ellas y contra el reino de
Macedonia (y aquí subía al trono Filipo V), se sucedían revueltas en el
imperio seléucida y en Egipto un rey-niño, Ptolomoeo IV, accedía al
poder. Pero en el otro «mundo», todo cambiaba.
24 de noviembre de 2016
23 de noviembre de 2016
22 de noviembre de 2016
Reseña de Los mundos clásicos: una historia épica de Oriente y Occidente, de Michael Scott
Michael Scott es, ante todo, un divulgador… y de
los buenos. Sus documentales para la BBC y otros canales temáticos
(además de programas radiofónicos para la cadena pública británica), como por ejemplo Delphi: the Bellybutton of the Ancient World (2010), Rome's Invisible City (2015) y Who Were The Greeks? (2013) o la miniserie Ancient Greece: The Greatest Show on Earth (2013), (de)muestran que, tras (o incluso delante de) un buen investigador como es
él, está el comunicador. El buen comunicador, además, que se ha
empapado a fondo del tema sobre el que va a tratar, que escribe los
guiones de los programas y trata de sintetizar, sin caer en la
“divulgarización”, una serie de temas en un documental de apenas una
hora. Sus libros anteriores publicados en castellano, Un siglo decisivo. Del declive de Atenas al auge de Alejandro Magno (Ediciones B, 2011) y Delfos. Historia del centro del mundo antiguo (Ariel, 2015), son fruto de una
investigación que no está (para nada) reñida con la amenidad de un
relato y el rigor que se espera de una monografía histórica. Sobre temas
de Grecia, Scott se desenvuelve con comodidad, pisa un terreno que
conoce bien; con el ámbito romano se le ve algo más pegado a una
narración de corte más convencional, pero puede rastrearse su huella en
aquello que escribe/guioniza para un libro/documental. Dar el salto a un
mundo menos conocido para quien se ha criado en la cuna de los
clásicos, como es el Extremo Oriente, básicamente el mundo chino y el
ámbito indio, puede resultar una enorme apuesta de la que, sin embargo,
Scott sale airoso… aunque con algunos matices.
21 de noviembre de 2016
Canciones para el nuevo día (2086/1315): "Lizstomania "
Roger Neill (arr. a partir de Wolfgang Amadeus Phoenix) - Lizstomania
18 de noviembre de 2016
Canciones para el nuevo día (2085/1314): "Escape (The Piña Colada Song)"
De esos vídeos que no hacen justicia a la canción...
Rupert Holmes - Escape (The Piña Colada)
Disco: Partners in Crime (1979)
17 de noviembre de 2016
16 de noviembre de 2016
Reseña de Apóstoles. Historia y leyenda de los discípulos de Jesús, de Tom Bissell
Tom Bissell
es un tipo curioso,
tanto por lo cuenta por cómo lo cuenta e incluso por quién es. Ya de
entrada
nos dice que perdió la fe religiosa cuando tenía dieciséis años de edad
(ahora tiene cuarenta y uno) pero las páginas de su libro nos dejan
claro que una cosa, la pérdida de la
fe, no está reñido con el interés que se pueda tener por la historia del
cristianismo, las “historias” que el Nuevo Testamento y textos apócrifos
relatan sobre Jesucristo y los Doce Apóstoles, o la teología en general. Y eso es algo que se
desprende de su texto: interés, curiosidad y pasión por saber y conocer;
incluso “descubrir”, no sólo en el sentido ·arqueológico” o “científico” de la
palabra, sino en el más amplio significado: a fin de cuentas, se podría argüir
que la religión, la fe, también significa “descubrir” algo sobre uno mismo, no
necesariamente en relación con una creencia religiosa determinada, sino algo
más bien “socrático” o que, también en clave helénica, dejaba entrever uno de
los lemas que estaba inscrito en la entrada del templo de Apolo en el santuario
de Delfos: “conócete a ti mismo”. La curiosidad le lleva a buscar los restos de
un monasterio legendario en Kirguistán, seducido por la mención de un mapa
medieval catalán y por un documental de la 2 (zona, que por otro lado, conoce
de un viaje anterior como miembro de los Cuerpos de Paz estadounidenses) o a la
India, donde sufre problemas intestinales constantes y trata de encontrar quién
le lleve a una iglesia que parece cercana… pero que no lo es tanto. La misma
curiosidad que, esté donde esté, le incita a mantener conversaciones de todo
tipo con gente diversa acerca de religión, desde concepciones muy diferentes
(siempre encuentra a alguien dispuesto a hacerlo). Una curiosidad, pues, que
despierta la nuestra como lectores y de todo ello se beneficia este libro.