Un 6 de octubre de 105 a.C. tuvo lugar el mayor
desastre militar romano desde la batalla de Cannae en la Segunda Guerra
Púnica: la derrota y masacre de Arausio (moderna Orange, en la
Provenza), frente a una coalición de pueblos germánicos formada por
cimbros y teutones, así como otros pueblos menores. Todo empezó con la migración de los cimbros desde sus tierras originales
en la península de Jutlandia (actual Dinamarca), inundadas y baldías, unos quince o
veinte años atrás, en busca de nuevos territorios en los que asentarse.
Junto con los teutones, un pueblo vecino, se inició la migración hacia
el sur, y por el camino fueron añadiéndose otros pueblos, como los
ambrones. Llegaron hasta la zona del Danubio y en la confluencia del río
Sava lucharon contra los escordiscos, a los que vencieron. Desde aquí,
siguiendo el Danubio, se dirigieron hacia el oeste, entrando en
territorio de los boyos, en la actual Hungría (futura provincia romana
de la Panonia). Los boyos los rechazaron, Vagaron por territorio de los
escordiscos, en el valle del río Sava, a quienes vencieron, y
posteriormente se dirigieron hacia el noroeste, en territorio de los
tauriscos, en la futura provincia romana de Noricum. Los tauriscos
mantenían lazos de amistad con Roma y pidieron ayuda en el año 113 a.C.;
un ejército consular al mando de Gneo Papirio Carbón fue enviado a la
zona para detener y rechazar el avance cimbro-teutón, pero en la batalla
de Noreia los romanos fueron derrotados con contundencia, aunque no se
destruyó el ejército romano, que pudo retirarse (ayudó que los germanos
detuvieron su avance por superstición: una tormenta les impulsó a
detenerse, pues temían, como muchos galos y germanos, a los rayos). La
derrota en tierras de paso hacia Italia fue un claro aviso para Roma,
que sin embargo poco después se metió de lleno en la guerra contra
Yugurta de Numidia. Ayudó a destensar la situación (por el momento) el
hecho de que cimbros y teutones se dirigieran hacia el oeste, la Galia,
en lugar de aprovechar la situación y descender hasta Italia, que era el
temor de Roma: que pudiera repetirse una invasión desde el norte de
Italia, ahora pacificada (Galia Cisalpina) como hicieran los galos casi
tres siglos atrás. Pero, ¿desaparecieron los cimbros y los teutones del
escenario? Luego volvemos a ello.
Los avatares políticos y militares de Roma y la “desaparición” de
los cimbros y teutones alejaron por entonces el peligro de la invasión.
La guerra contra el rey numidio Yugurta (112-105 a.C.) centró las
preocupaciones de Roma, estallando una serie de escándalos políticos a
causa de los sobornos a senadores y antiguos cónsules por parte del rey
numidio en los años precedentes para mantenerse en la parte de Numidia
que arrebató a sus hermanastros Adérbal y Hiempsal desde la muerte del
padre de los tres, Micipsa, en el año 119 a.C. El tribuno de la plebe
Gayo Mamilio organizó una “comisión de investigación”, procesando a
consulares como Lucio Calpurnio Bestia en el año 110 a.C. El escándalo
de corrupción afectó seriamente a los senadores que formaban parte de la
factio que diez años atrás reprimieron el proceso reformista de Gayo
Sempronio Graco y dio alas a los populares, que con Gayo Mario al frente
trataron de volver al poder. Mario mismo, legado del cónsul Quinto
Cecilio Metelo y comandante de la guerra contra Yugurta desde el año 109
a.C., trató de presentarse al consulado en el año 108 a.C., pero su
superior no le concedió licencia, al tiempo que la guerra en Numidia se
estancaba. Finalmente Mario logró el permiso de Metelo para regresar a
Roma y presentarse candidato al consulado del año 107 a.C., pero con
escasísimo tiempo para poder movilizar al electorado (con ello contaba
Metelo). Pero Mario venció en las elecciones y entonces pugnó para
arrebatar el mando numídico a su ex superior, que, con todo, se había
asegurado la prórroga desde su consulado con un senadoconsulto. Mario no
luchó contra el Senado, sino que inició un nuevo estilo de lucha
política: acudiría a la asamblea popular y se aseguraría el apoyo de un
tribuno de la plebe, que presentaría un proyecto de ley para designar a
un nuevo comandante militar (apoyándose en algunos precedentes
anteriores). Y así fue: Mario consiguió el mando en Numidia, reclutó
soldados que no procedían de las tradicionales clases censitarias, sino
entre los proletarios o capite censi, y partió para Numidia y perseguir a
Yugurta. La guerra terminaría con la captura del rey numidio en el año
105 a.C., aunque Mario tuvo que soportar que, antes de eso, el Senado
otorgara a Metelo un triunfo y el cognomen Numídico, como si la guerra
la hubiera terminado él, y no Mario.
La decisión de Mario de reclutar tropas fuera de los caudales habituales y entre los que no podían pagarse el armamento y los pertrechos, los capite censi, destaparía una fuerte oposición en los años 107-105 a.C. Uno de los cónsules del año 106 a.C., Quinto Servilio Cepión, un conservador de la vieja escuela, recibió el mando de una campaña contra los cimbros y los teutones. Estos, tras Noreia, se habían internado en la Galia Transalpina y trataron de asentarse en territorio de los helvecios. En el año 109 a.C. derrotaron al cónsul Marco Junio Silano en la Galia Narbonense y, dos años después, al cónsul Gayo Casio Longino en Burdigala (Burdeos), en la Aquitania, donde los germanos también trataron de asentarse. La Galia pasó por esos años por momentos de enorme tensión con la llegada de cimbros y teutones y las luchas de éstos contra los pueblos celtas galos. El Senado romano comprendió que era necesario detenerles, pero las tres expediciones enviadas hasta entonces (si incluimos la de Carbón) se habían saldado con sendos y preocupantes fracasos: tres ejércitos al mando de tres cónsules. Con el cuarto confiaban expulsar a los germanos de la Galia, y por ello Cepión recibió el mando de la guerra contra ellos durante su consulado y las legiones que considerara necesarias. Cepión anunció públicamente que reclutaría soldados entre las clases censitarias y con el apoyo de los auxiliares itálicos. Decir “apoyo” quizá sea una manera muy suave de definirlo; digamos la obligación de los pueblos itálicos, los socii de Roma en la península Itálica, para servir con las legiones romanas, reclutando y enviando al cónsul un número similar de legiones que las que éste reuniría. Cepión logró el apoyo del Senado (una bofetada en toda regla contra el ausente Mario) y además recibió la gobernación de la Galia Cisalpina en el año 105 a.C.
El problema vendría cuando uno de los cónsules de ese mismo año, Cneo Malio Máximo, un homo novus como Mario y que alcanzó el consulado por sus medios, sin apoyo de la nobilitas senatorial. Malio, como cónsul en ejercicio (y tras pactarlo con su colega consular, Publio Rutilio Rufo), asumió el mando de la guerra contra los cimbros y los teutones, superando en rango al procónsul Cepión, que debía rendirle obediencia. Malio siguió el ejemplo de Mario y reclutó tropas entre los proletarios, encaminándose posteriormente a la Galia Narbonense. Como cónsul en ejercicio y comandante en jefe de la guerra, esperaba colaboración por parte de Cepión. No fue así. Desde el principio, Cepión se negó a reunirse con Malio y a concentrar sus legiones con las del cónsul, cerca de Arausio y a orillas del Ródano. Ambos compitieron en “ver quién la tiene más grande”, negándose el primero a obedecer a quien en teoría era su superior, y no cediendo el segundo en lo que consideraba que eran sus prerrogativas consulares. Algo debió de olerse el Senado en esos meses pues se envió una embajada para mediar entre ambos comandantes, sin éxito; de hecho, Cepión cruzó el río y se mantuvo alejado de Malio, a unos 30 km., dejando que los germanos se situaran entre ambos ejércitos romanos... y los germanos no desaprovecharon la oportunidad. Liderados por el cimbro Boiorix (el líder teutón era Teutobodo), avanzaron sobre la caballería de Malio, al mando del consular Marco Aurelio Escauro (a quien capturaron para luego quemar vivo), aniquilando a unos cinco mil jinetes romanos. Continuaron avanzando e hicieron frente a Cepión, que trató de ganarse la gloria por su cuenta enfrentando sus legiones contra los cimbros y teutones, pero su ejército fue destruido; él pudo salvarse con parte de su estado mayor y emprendió la huida hacia Italia, olvidándose por completo de Malio y sus legiones. Cimbrios y teutones atacaron entonces a las legiones de Malio, en estado de shock y que apenas mostraron resistencia; se inició un sálvese quien pueda cruzando el Ródano y miles de legionarios murieron o bien masacrados por los germanos, o bien ahogados en el río a causa de la impedimenta militar. Malio también pudo salvarse pero quedó abatido ante la magnitud del desastre.
Gayo Mario, el salvador de Roma. |
La consecuencia de Arausio, de la descoordinación de dos comandantes
que no trataron de superar sus diferencias y se negaron a colaborar
juntos, fue la peor debacle romana desde Cannae, en 216 a.C., y la
culminación de una serie de derrotas en los últimos diez años. Italia
quedaba abierta para que cimbros y teutones la invadieran, y
desguarnecida pues las legiones más cercanas estaban en África,
finiquitando la guerra numídica. Las Períocas (libro LXVII) de Tito
Livio cifran en 80.000 soldados muertos, entre romanos y auxiliares, más
40.000 esclavos y acompañantes; entre diez y doce legiones, en términos
generales. Se desató la alarma social en la capital, pero el cónsul
Rutilio Rufo y el Senado actuaron con rapidez. Superando las diferencias
políticas, y ante una situación de emergencia, se decidió poner la
defensa de Italia en manos de Mario, elegido cónsul in absentia a
finales de año, pues aún estaba en África. Una elección inusual, pues el
Senado bien pudo optar por la designación de un dictator. Quizá se
valoró que la crisis podía durar más que los seis meses de duración del
cargo y que sus poderes extraordinarios serían inútiles en caso de otra
querella entre comandantes. Sea como fuere, Mario encadenaría cinco
consulados seguidos (104-100 a.C.), teóricamente con la excusa de la
amenaza germana, que se dilató su resolución durante los siguientes tres
años. Mario reclutó más soldados entre los proletarios y los adiestró
con paciencia para no incurrir en los errores de los comandantes
anteriores. Durante ese tiempo se labró una fama como reformador militar
(en cierto modo es el fundador del ejército romano “moderno” de época
republicana), pero también como insaciable acumulador de poderes,
alterando la mos maiorum con una iteración inaudita de consulados.
Inexplicablemente, los germanos decidieron no invadir Italia (¿quizá no formaba parte de sus planes, sino que simplemente les dejaran instalarse en algún lugar?), y se dirigieron a Hispania, donde se dividieron y desgastaron durante dos años, mientras los romanos se preparaban para la revancha, para luego regresar a suelo galo. La reacción romana tuvo lugar primero en el año 102 a.C., en Aquae Sextiae, donde la acción combinada de Mario y su colega consular, Quinto Lutacio Catulo, aniquiló a los teutones, esclavizándose a los supervivientes, mujeres y niños; los cimbros, que al año siguiente sí tratarían de invadir Italia, fueron destruidos en Vercellae, con Catulo como legado de Mario, que también contó con un joven Lucio Cornelio Sila en el seno de su estado mayor. Los restos de los cimbros regresarían a su lugar de origen y ya no significarían un problema para los romanos. Italia se salvó y Roma pudo volver a enzarzarse en sus querellas políticas, con la revuelta del tribuno de la plebe Lucio Apuleyo Saturnino, ex colaborador de Mario… pero esa ya es otra historia. La derrota en Arausio, por otro lado, tensó las relaciones entre Roma y sus aliados itálicos, ahondándose en el desencuentro de éstos respecto la primera, que se negaba a concederles la ciudadanía romana. Los líderes itálicos, con Quinto Pompedio Silón (superviviente de la masacre) y Gayo Papio Mútilo al frente, iniciarían el camino para romepr con Roma y crear una nación propia, Italia, pero la guerra abierta no estallaría hasta el asesinato del tribuno de la plebe Marco Livio Druso (que se había comprometido a lograr la ciudadanía romana para los itálicos). Desde entonces, los pueblos itálicos optarían por la emancipación y la guerra declarada contra Roma: el Bellum Sociale sive Italicum sive Marsicum (91-88/82 a.C.).
Lectura recomendada: Gareth Sampson, Crises of Rome: The Jugurthine and Northern Wars and the Rise of Marius (Pen and Sword, 2010), que analiza a fondo el período entre los años 111 y 100 a.C., con la guerra cimbra como uno de los telones de fondo.
2 comentarios:
Me ha encantdo Farsalia, comparto. :D
Gracias.;-) ¡Saludos!
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