4 de marzo de 2016

Reseña de La Géopolitique des séries ou le triomphe de la peur, de Dominique Moïsi

Decir que las series de televisión están de moda es algo más que una perogrullada; que concitan pasiones y seguidores, también; que se publican cada vez más libros y ensayos sobre el tema, y desde un punto de vista cada vez más multidisciplinario, es la mejor noticia. Hemos pasado de libros-guías y obras realizadas para fans a obras que sitúan las series de televisión en su (adecuado) contexto (histórico), que no se limitan a explicar tramas y hablar sobre personajes y actores, sino que rastrean en sus fuentes, en sus referentes, en sus aportaciones a una variedad de materias cada vez más amplia, y que ayudan a reflexionar y a comprender mejor el mundo que nos rodea. Las series de televisión –como el cine y la literatura– se adscriben a un período concreto, reflejan las inquietudes de las personas que vivieron en ese período y plantean preguntas (y no siempre dan respuestas) sobre el contexto político, social y cultural que retratan episodio tras episodio… y en el propio contexto de creación de la serie. Las series políticas (en el más amplio sentido del género) están en boga: El ala oeste de la Casa Blanca, House of Cards (especialmente la versión estadounidense), Homeland, Borgen, State of Play, The Hour, Veep, Boss, Secret State, The Good Wife, Scandal, Treme, The Wire,.. y un largo etcétera, tratan desde diversos ámbitos y aristas la política nacional y local, la lucha contra el terrorismo, la inexperiencia política o las ambiciones de poder, las relaciones entre intereses públicos e intereses privados, el combate ideológico, las disputas entre los “tres poderes” (e incluso el cuarto: el periodismo). Incluso una serie como Game of Thrones tiene una lectura política muy clara y ha permitido reflexionar sobre la gestión del poder y el mantenimiento del mismo.

Dominique Moïssi –autor de un libro de éxito, La géopolitique de l’émotion: comment les cultures de peur, d’humiliation et d’espoir façonnent le monde (2008, reed. 2015)– selecciona en La Géopolitique ds séries ou le triomphe de la peur (Stock, 2016) unas cuantas series de televisión actuales (muy actuales en algún caso), e incluso “aporta” una “serie” propia (ficticia) para reflexionar sobre la geopolítica en la ficción serial; en particular, sobre el miedo y cómo modula la geopolítica en las relaciones internacionales y en la guerra contra el terrorismo. Moïssi sitúa los atentados del 11 de septiembre de 2001 como el momento en el que el mundo cambió (para siempre), a la vez que la dinámica de una superpotencia indiscutible, como eran los Estados Unidos entonces, se transformó ante la eventualidad de una amenaza global como era el terrorismo yihadista radical. De la pugna de bloques en la Guerra Fría pasamos a unos Estados Unidos que, aparentemente, fueron los “amos del universo”, y a una situación actual de emergencia de potencias como China y el regreso de Rusia a una retórica que recuerda la segunda mitad del siglo XX, así como a una inoperancia del gigante estadounidense ante las nuevas amenazas globales (ISIS/Daesh, por ejemplo).  

El Caos está llegando...



El miedo se erige como la emoción más poderosa en los últimos años y las series de televisión, según Moïssi, reflejan esta situación. Un miedo diverso:
  • El miedo al caos y al “retorno de los bárbaros” en Game of Thrones: los Caminantes Blancos que empujan a los salvajes de más allá del Muro, que a su vez atacan Poniente, con los Siete Reinos pugnando entre sí por la supremacía y el control del Trono de Hierro. Sitúese en cada reino, en la metáfora actual, a Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia, China, Irán, la India o ISIS/Daesh. Los terroristas como “jinetes del Apocalipsis” que amenazan con desestabilizar el panorama internacional “a este lado del Muro”; las luchas fratricidas en el seno del “mundo civilizado”; la erosión del poder estadounidense durante la presidencia de Obama (y tras el agresivo mandato de George W. Bush); la fragilidad del “sueño europeo” y las disputas alrededor de la crisis de los refugiados (¿salvajes o Caminantes Blancos?).
  • El miedo a la decadencia o a la crisis de la democracia, y que ejemplifica House of Cards, con unas ambiciones personales por encima del servicio público y una debilidad del sistema democrático (especialmente en la tercera temporada) ante amenazas externas e internas. Frank Underwood, el congresista, luego vicepresidente y finalmente presidente de los Estados Unidos que pone en jaque las bases de la democracia sólo para satisfacer sus propias ambiciones. Una serie que se sitúa a las antípodas de la imagen idealizada (El ala oeste de la Casa Blanca) o “posibilista” de Borgen, y que es curioso que despierta un enorme interés en la cúpula del Partido Comunista Chino, que ven en la serie una serie de pautas y “lecciones” políticas de las que aprender. 
  • El miedo al terrorismo en sí mismo y a la identidad del enemigo “interno”, que refleja Homeland (remake de la serie israelí Hatufim): el enemigo infiltrado, ese sargento Brody que tras años de secuestro en Iraq regresaba a Estados Unidos como un héroe pero era un agente secreto de una particular Al-Qaeda de ficción, con el objetivo de hacer estallar una bomba en el seno de la cúpula del poder político y militar estadounidense (como, sin que Brody fuera culpable, sucedía al final de la segunda temporada). Frente al enemigo sin identificar se anteponía la agente de la CIA bipolar (en un mundo geopolítico en el que la bipolaridad, como síntoma y enfermedad en sí misma), Carrie Mathison. Homeland, que en la cuarta temporada cambió de escenario –Iraq/Líbano y Washington por Pakistán–, mostró también la fina línea roja que separa al aliado (los servicios de inteligencia paquistaníes) del protector o incluso colaborador del terrorismo yihadista; y que en la quinta temporada volvió a cambiar el escenario –ahora en Alemania y el eco de ISIS/Daesh y la crisis siria– para mostrar la debilidad de “los civilizados” frente a los “salvajes terroristas” y el debate en torno al sacrificio de la libertad en aras de la seguridad.  
El Enemigo Interno...


  • El miedo a los vaivenes del nuevo orden mundial frente a la nostalgia por un “orden” pasado y en cierto modo condenado, como se muestra en Downton Abbey: la serie británica muestra cómo un mundo de “orden” basado en la férrea jerarquía social (“los de arriba y los de abajo”) era dinamitado en la Primera Guerra Mundial y cómo una clase social, como la nobleza hereditaria, hacía frente a los cambios que en la década de los años veinte permitieron (¡cielo santo!) que un político laborista llegara a presidir el Gobierno británico. La serie de Julian Fellows (él mismo descendiente de nobles y poseedor de un título aristocrático) refleja desde la actualidad el recuerdo de una época “gloriosa” que poco a poco era consciente de sus últimos días, y hace un paralelismo con los tiempos presentes, cuando echamos la vista atrás y recordamos con nostalgia aquel “mundo de orden” frente al “mundo de caos” actual. 
  • El miedo al retorno a la Guerra Fría y a la amenaza del poder ruso, que plantea en Okkupert, una serie noruega emitida en el otoño de 2015, la eventualidad de una invasión de este país por parte de Rusia (y con la aquiescencia de la Unión Europea), a causa de las políticas “verdes” del gobierno noruego. Más allá de la excusa argumental, la serie muestra la resurrección de la retórica antirrusa a cuenta de los acontecimientos de la crisis política en Ucrania a finales de 2014 y la anexión de Crimea por parte de la Rusia de Putin. Un presidente ruso que no duda en recoger el testigo de la inoperante Administración Obama al otro lado del Atlántico (incluso el vocinglero Donald Trump alaba la figura de Putin) y se erige en factor de (des)estabilidad en las relaciones con la Unión Europea, en la lucha contra el terrorismo yihadista en Oriente Próximo y en la protección de Siria. La retórica de Guerra Fría vuelve a la palestra con Putin como elemento de presión ante un Occidente en franca crisis de identidad.
Frente a estos “miedos”, reflejados en estas series de televisión, Moïssi presenta la carta del “equilibrio de poder” a partir de una ficción serial que no existe (Balance of Power) y que plantea el rol colaborativo y rector de Estados Unidos y China en cuanto a los asuntos de relevancia internacional. Una serie que sería la culminación (digamos que 2.0) de los temas que plantean las series (“previously on”) mencionadas; y que, a su manera discutible y reflexiva, sería la conclusión de un breve, ameno e incluso “ligero” (sin que ello suponga un cariz peyorativo) ensayo sobre la geopolítica del mundo en la actualidad y su reflejo en las series de televisión. Muy actual, de hecho, pues el libro recoge los atentados terroristas de París del 13 de noviembre de 2015, la incertidumbre de las elecciones estadounidenses (de soslayo, que conste), la crisis de los refugiados en la Unión Europea y el papel (¿amenazante?) de la Rusia de Putin, entre otros factores de “geopolítica”. En muchos aspectos, el libro aporta pocas novedades en cuanto a lo que las series (políticas) reflejan de la situación (geopolítica) del mundo, pero al establecer el miedo en sus múltiples variantes como hilo narrativo el resultado es un discurso sólido, fácilmente comprensible para el profano en “geopolítica” (pero “graduado” en la materia gracias a la visión que la ficción serial le ha aportado). 

Por ello, quizá esta interpretación de las series de televisión a través de las emociones (de una de ellas en particular) sea lo más interesante para el lector asiduo a este tipo de productos culturales en boga. Puede que en cuanto a series como Game of Thrones o House of Cards se sigan caminos ya recorridos, pero la argumentación a partir de factores visceralmente emocionales –y en función de la candente actualidad política– resulta muy sugerente; del mismo modo, la reflexión sobre la nostalgia de un orden caduco o la naturaleza de la amenaza del enemigo (externo y/o interno) resulta especialmente atractiva, aunque en el caso de Homeland no sea tan novedoso el análisis de Moïssi. Puede que para el espectador general series como Okkupert (que no se ha estrenado en España, a diferencia de las anteriores) pueda resultarle extraño, pero el “estado de ánimo (geopolítico)” que recorre esta serie noruega es muy interesante por la lúcida visión de la emergencia de Rusia como nuevo/viejo factor de desestabilización en una dialéctica (y una retórica) de tiempos que parecían superados.

En definitiva, pues,  por la interesantísima reflexión que plantea Moïssi entre la geopolítica “real” y la que se refleja en el mundo “ficcional” de las series de televisión, por ser un ensayo lúcido y de lectura asequible (aunque inquietante), y por el aporte a la cada vez mayor masa bibliográfica que acompaña a las series de televisión (y al estudio de las propias series en sí), estamos ante un libro muy interesante y sugerente. Quizá la mayor crítica que se le pueda hacer a este libro es una cierta levedad del conjunto en última instancia. Pero como libro que induce a la reflexión, más que a establecer una tesis que puede ser efímera a tenor de la convulsa situación geopolítica actual, esta “ligereza” puede ser, a la postre, una de sus virtudes.

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