9 de noviembre de 2018

Efemérides historizadas (XXXIII): 9 de noviembre de 1799 - golpe de Estado de Brumario en Francia

Un 9 de noviembre (o 18 de brumario) de 1799 Napoleón Bonaparte dio un golpe de estado que liquidó el Directorio, forma de gobierno que supuso en la Francia del período revolucionario (1789-1799/¿1804?) una "reacción" frente a la "revolución" de la Convención (desde el 19 de septiembre de 1792) y el gobierno en poder de los jacobinos de octubre de 1793 al 27 de julio/9 de termidor de 1794 (con una primera etapa previa, la llamada Convención termidoriana desde esta última fecha al 26 de octubre de 1795 (qué de fechas, ¿eh?). El Directorio, como etapa de Gobierno en Francia, supuso un frenazo en seco a las ansias de una revolución popular que se les había ido de las manos a jacobinos y 'sans-culottes' parisinos, y abrió una etapa de corte más conservador; más "burgués", si se prefiere. Formado por cinco "directores", elegidos anualmente de manera parcial (uno diferente cada año, al estilo a como el Congreso estadounidense se renueva parcialmente cada dos años en las elecciones de "mitad de mandato" presidencial), su designación es potestad del Consejo de Ancianos que, junto al Consejo de los Quinientos sustituyeron a la Convención como poder legislativo tras la reacción termidoriana y la promulgación de la Constitución del Año III (1795).

Bonaparte, que en su estancia en París como joven militar protegido por Augustin, hermano de Maximilien Robespierre, supo jugar hábilmente sus cartas (y mantener la cabeza unida al cuerpo) cuando en octubre de 1795 reprimió a cañonazos un conato de revuelta contra el Directorio recién formado, lo cual le ganó el aprecio de quien entonces era el hombre fuerte de este organismo, Paul Barras. Sus méritos le sirvieron para, por un lado, casarse con una antigua (o presente, quién sabe) amante de Barras, Josefina de Beauharnais, y conseguir, por otro, un mando militar en una campaña en Italia. Una campaña que en los dos años posteriores forjaría para Napoleón una fama militar de audacia y resolución, que condujo finalmente al control del norte de Italia por parte de Francia mediante el tratado de Campoformio (octubre de 1797). Enardecido de gloria, deseando aún más y comenzando a preocupar a los "directores" (a los que "salvó" de un golpe por parte de los realistas en ese mismo mes de octubre de 1797), que vieron en el joven Napoleón una amenaza, impulsó y logró el mando de una expedición militar a Egipto. Una expedición que lo mantuvo alejado de Francia durante año y medio (de marzo de 1798 a principios de noviembre de 1799) en pos de una leyenda que aumentaría, pero con pocos réditos perdurables. De hecho, la campaña acabó con un retorno apresurado de Napoleón a Francia, tras quedar estancado en Egipto (frente a los ingleses, que en Abukir hundieron su flota) y Siria, y dejando el mando de la expedición en manos del general Kléber (la cosa se arrastraría aquí hasta 1801). Napoleón regresó también ante el grado de inestabilidad (y corrupción) de un Directorio incapaz de resolver los numerosos problemas internos del país y que corría el riesgo de verse derribado por nuevas conjuras de jacobinos y realistas, que esperaban devolver los golpes recibidos respectivamente. Algunos políticos como el antiguo abate Emmanuel Sieyès, ahora uno de los cinco "directores", vieron en Napoleón un peón que utilizar para poner fin a la inestabilidad; ¿se plegaría el joven Bonaparte a ser peón o encabezaría ahora el "cambio"? 

Henri-Frederic Schopin, La mañana del 18 de Brumario de 1799 (1851).


Las cosas tampoco estaban fáciles para Napoleón, a quien muchos veían como un militar en el que no se podía confiar. Los rumores de que el joven general daría un golpe para hacerse con el poder fueron in crescendo a su regreso. El propio Napoleón era consciente de que la decisión de darlo no debía demorarse demasiado, pues podía dar alas a sus enemigos para despojarle de su mando militar y acabar como Robespierre. Reunió a sus hombres fieles al mando de tropas, que se establecieron en París para apoyar el golpe. Un golpe que contó con la ayuda, se dice que imprescindible, de Luciano (Lucien) Bonaparte, hermano del general, que entonces era presidente del Consejo de los Quinientos. El 9 de noviembre fue convocado el Consejo de Ancianos para debatir las medidas a tomar ante el rumor lanzado por Luciano de que los jacobinos preparaban una asonada, se decidió, de manera bastante poco "legal", que ambas cámaras se trasladarían al château de Saint-Cloud para preservar su integridad y seguridad, puesta en manos de, qué casualidad, Napoleón; este asumió los roles de un nuevo Pompeyo como protector de la legalidad frente al golpismo de un César jacobino... claro que, en esta analogía, en realidad Napoleón era César. Para facilitar las cosas, se presionó a los "directores" actuales para que dimitieran; Roger Ducos, Sieyès (que jugó sus bazas) y Barras lo hicieron; los otros dos, Louis-Jérôme Gohier y Jean-François-Auguste Moulin, próximos a los jacobinos, se negaron y fueron arrestados manu militari. El golpe, formalmente, estaba hecho, sólo faltaba que las dos cámaras lo aceptaran. 

Al día siguiente, 10 de noviembre/19 de brumario, Napoleón se presentó ante el Consejo de Ancianos rodeado de una guardia de granaderos. Entonces pronunció su famosa frase "la Revolución ha terminado" (o similar, hay discrepancias al respecto). Frente al Consejo de los Quinientos lo tuvo más peliagudo: las protestas de los diputados ante las evidencias de que el golpe jacobino había sido una excusa para que Napoleón diera el suyo arreciaron y el propio Bonaparte titubeó; Luciano, presidente de la cámara, llamó al orden y logró que los granaderos sacaran de la sala a un Napoleón pálido y que parecía haber perdido su vigor. Se presentó una moción para declararlo fuera de la ley, interviniendo otra vez Luciano para desbaratar la votación con un gesto teatral improvisado: se dice que alzó una espada y prometió clavársela a su hermano en el corazón si resultaba ser un traidor. Los diputados más exaltados fueron expulsados de la cámara y se dio por clausurado el Consejo. Ahora sí, la Revolución había terminado. 

Henri-Nicolas Van Gorp, Los tres cónsules [Cambacérès, Napoleón y Lebrun], 1803.


La consecuencia del 18/19 de brumario fue que se suspendió ("por tres meses", se adujo) los Consejos, que serían sustituidos en realidad por un Cuerpo Legislativo que, junto a un Tribunado y un Senado, asumió las funciones del poder legislativo según la Constitución del Año VIII (24 de diciembre de 1799); y se encargó el gobierno ejecutivo a un cuerpo de tres cónsules (con las reminiscencias de la antigua Roma en todos estos nombres mencionados), formado por Napoleón (primer cónsul), Sieyès y Ducos, que en diciembre y enero de 1800 fueron reemplazados, respectivamente, por Charles-François Lebrun y Jean Jacques Régis de Cambacérès. De este modo, Napoleón se erigió en poder predominante y autocrático, El período del Consulado (10 de noviembre de 1799-18 de mayo de 1804) certificó el fin de los vaivenes revolucionarios y el retorno de Francia a una senda conservadora, al mismo tiempo que se consolidaba el poder "monárquico" de Napoleón, convertido en cónsul vitalicio. Hasta que, para poner a las conjuras jacobinas y realistas (el asunto del duque de Enhien) contra Bonaparte, el antiguo revolucionario Fouché sugirió a Napoleón asumir un título regio que sería concedido por voluntad popular (mediante una ley promulgada por el Senado), y no por "derecho divino". De este modo se aprobó la instauración de un "Imperio Francés", no una monarquía como la de los odiados Borbones, y con Napoleón como "primer emperador de los franceses". Como tal, Napoleón I fue coronado el 4 de diciembre de 1804 en la catedral de Notre-Dame y ante la presencia del papa Pío VII; de hecho, el propio Napoleón se autocoronó e hizo lo propio con la ahora emperatriz Josefina. Comenzaba la década del Imperio Francés...

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Leyenda de la imagen de cabecera: François Bouchot, Bonaparte y el Consejo de los Quinientos en  Saint-Cloud el 10 de noviembre de 1799 (1840). Château de Versalles.

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