Cerramos el capítulo de repasos del año con los libros. En este año la "cosecha" ha sido similar en cuanto a número respecto 2016 (poco más de 90 títulos), pero la cosa ha sido bastante diferente. En 2017, ya fuera por trabajo o ya fuera por placer, he leído más libros en la lengua del Bardo y ello se nota en el balance anual. A la postre, si uno quiere estar un tanto al día de lo que se cuece en el mercado editorial, y centrándome exclusivamente en el ensayo histórico, leer en inglés es un requisito imprescindible e ineludible. Ello me ha permitido, tirando de los manuscritos para informes de lectura, las compras vía Amazon o el préstamo en alguna biblioteca, ampliar mis lecturas a títulos y autores que en castellano pueden tardar en llegar. Como también viene siendo costumbre en los últimos años, cada vez leo menos novelas (apenas una docena). Y de ellas, en la selección final, escojo dos, pero me gustaría hacer mención a las novelas de dos buenos amigos, dos debuts en la distancia larga (como autores de relatos están más que consagrados): La isla de las sombras. Esfacteria, de Juan Luis Hoyos (Ediciones Evohé, 2017) y El rey de Nemi. El juicio de Calígula, de Sandra Parente (Ediciones Evohé, 2017); tuve el placer de presentar ambas en el café cultural María Pandora de Madrid, durante el VIII Encuentro Hislibris, con una presentación extra en la librería La Memòria de Barcelona para la novela de Sandra. Dos novelas muy recomendables y que aportan un aire fresco a un género, a menudo adocenado, como es el de la novela histórica. Y perfectamente podría haber entrado otro título, Miedo y deseo. Historia cultural de Drácula (1897) de Alejandro Lillo (Siglo XXI, 2017), en cuya presentación en la librería Gigamesh de Barcelona gustosamente participé hace algunas semanas.
30 de diciembre de 2017
29 de diciembre de 2017
2017 (II): un año de series de TV
Termina 2017, un año intenso a nivel serial. Game of Thrones (HBO) ha sido el fenómeno global del año, los siete episodios de su 7ª temporada revolucionaron el verano, nos lo hicieron sobrellevar (el frío frente al calor canicular) y los resultados estuvieron a la altura de las expectativas creadas... que en una serie de estas características no son pocas. Las reviews del día después (fenómeno inexplicable, al menos para mí) pusieron a prueba la capacidad para no bombardear con spóilers al personal y las críticas, a menudo tontas (que si los cuervos y los personajes prácticamente se teletransportan... sólo diré una palabra: elipsis), llenaron los comentarios en las redes sociales. Fue una buena temporada, mejor de lo esperado, pero no la incluyo en mi repaso anual. Y no porque no lo merezca, pero en este 2017 han sido casi el centenar, entre series de temporada regular, corta y miniseries, y en las 20 seleccionadas no puede caber todo. Cabe lo que cabe, que es lo mejor del año para mí: una selección amplia, discutible, mejorable y por supuesto muy personal. Pues es lo que tienen los listados y repasos anuales.
28 de diciembre de 2017
2017 (I): un año de... cine
Como ya viene siendo tradición en este blog en los últimos días del año, llega el momento de los "repasos", las "listas" o como queráis llamarlo. No soy muy aficionado a confeccionar listas (Umberto Eco tendría mucho que decirme al respecto), pero no soy capaz de desligarme de algo tan habitual por estas fechas del año como hacer el listado de lo mejor que ha habido en el año que termina. Y empiezo por el cine, las películas de este 2017. Puntualizo: las películas que se han estrenado en las salas de cine españolas en este año 2017, pues en puridad algunos de los títulos pertenecen a la cosescha del año anterior; pero, ya se sabe, cada cual hace las listas como le apetece o conviene, y servidor siempre ha sido partidario de hacerla una sobre lo que se ha visto en una sala de cine durante el año que termina en el momento de elaborarla. También, como suele suceder, una lista siempre tiene algo de injusticia: aquello que se quedó fuera, que no entró por el motivo que fuere y que más de uno echará de menos; o incluso se echará de más algún título en concreto, que sobre criterios hay más de uno (como opiniones y gustos). Sea como fuere, este es el repaso de lo que ha sido lo mejor en cine en 2017... por supuesto, para mí, según ese criterio que he ido alimentando durante décadas.
27 de diciembre de 2017
26 de diciembre de 2017
25 de diciembre de 2017
23 de diciembre de 2017
Crítica de cine: Whonder Wheel (La noria de Coney Island), de Woody Allen
Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.
Como el Gordo de Navidad y los anuncios de
turrones que vuelven a casa por dichas fiestas –o de perfumes, que van
de lo variopinto, lo críptico y lo absolutamente banal (en esto Paco
Rabanne se suele llevar la palma)–, Woody Allen (n.1935) llega a su cita
anual con el respetable cinéfilo. Superada la cincuentena de películas
dirigidas por el director neoyorquino, Wonder Wheel (La noria de Coney
Island) es la segunda cinta que Allen ha realizado bajo el paraguas de
Amazon Studios, que también le encargaron hace un año y pico una
miniserie, Crisis in Six Scenes, que pasó sin pena ni gloria y que ni el
propio Allen apostó demasiado por ella. Como es habitual, Allen sitúa
la trama en su escenario favorito, Nueva York, esta vez en la zona
residencial al sur de Brooklyn en la que se ubica un enorme parque de
atracciones; y traslada la acción a los años cincuenta del pasado siglo
XX, con los recuerdos de la Segunda Guerra Mundial recientes para
algunos personajes y en un ambiente de recuperación de la moral del
país. Un país que lo que quiere es entretenerse, divertirse, disfrutar
de la playa, una buena cerveza y una noria.
22 de diciembre de 2017
21 de diciembre de 2017
20 de diciembre de 2017
19 de diciembre de 2017
18 de diciembre de 2017
15 de diciembre de 2017
Crítica de cine: Alanis, de Anahí Berneri
Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.
Alanis es prostituta en Buenos Aires desde hace
un par de años, cuando llegó a la capital desde su ciudad natal,
Cipolletti. En realidad, no se llama Alanis (pronunciado “Alanís”): es
sólo el nombre que se ha puesto para dedicarse al oficio y no parece que
sea en homenaje a la cantante estadounidense Alanis Morrissette
(“Morrissey”, como le dice una asistente social). Tiene 25 años y un
hijo, Dante, de año y medio de edad y al que todavía da el pecho. Cuando
el piso en el que trabaja y vive con una compañera, Gisela, es
clausurado por la policía tras las quejas de los vecinos del inmueble, y
Alanis se queda literalmente en la calle con Dante en brazos y la
escasa ropa que lleva encima, se iniciará una odisea para sobrevivir y
tirar adelante: la policía ha confiscado el dinero y el móvil que
utilizaba para contactar con los clientes, y además se han llevado
detenida a Gisela. Una pariente, su tía Andrea, que regenta una tienda
de moda (en cuya trastienda también vive con Román, aparentemente un
inmigrante ilegal, le ofrecerá un hueco y un colchón, al mismo tiempo
que le busca trabajo como asistenta de hogar/limpiadora. Pero Alanis se
ha acostumbrado a la prostitución, le resulta más cómoda, sabe en qué
terreno(s) juega y hasta dónde está dispuesta a llegar. Y todo ello para
sobrevivir y cuidar de su hijo.
14 de diciembre de 2017
13 de diciembre de 2017
12 de diciembre de 2017
11 de diciembre de 2017
8 de diciembre de 2017
7 de diciembre de 2017
6 de diciembre de 2017
5 de diciembre de 2017
4 de diciembre de 2017
2 de diciembre de 2017
Crítica de cine: El sacrificio de un ciervo sagrado, de Yorgos Lanthimos
Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.
Yorgos Lanthimos llamó la atención en 2009 con su
filme Canino y confirmó su trayectoria en 2015 con Langosta,
peculiarísima y muy íntima revisitación de una ciencia-ficción que
últimamente nos está dando muchas alegrías. En esta ocasión, el director
y guionista griego remite su última película. El sacrificio de un
ciervo sagrado, a la ley del talión y a un mito sobre el castigo y la
retribución; palabras que, por cierto, y de una manera muy descarnada,
veremos convertirse en realidad en un momento determinado del filme,
cuando uno de los personajes se arranca de un mordisco un pedazo de
carne de su brazo y lo escupe, y le dice a otro que lo que acaba de
contemplar es una «metáfora». Y es que el mito de Ifigenia está presente
más allá del título de la película. Un mito que cuenta cómo Agamenón
tuvo que hacer frente a la venganza divina tras cazar a un ciervo en un
bosque consagrado a Artemisa y regodearse de ser el mejor cazador; ante
tal soberbia (hubrys), la diosa impidió que los vientos llevasen a las
naves griegas a Troya hasta que el caudillo aqueo no realizara un
sacrificio de sangre: ese sería su castigo (némesis).
1 de diciembre de 2017
Crítica de cine: Coco, de Lee Unkrich y Adrian Molina
Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.
Pixar siempre trata de ir adelante en sus
historias, no conformarse con lo ya visto… aunque desde hace un tiempo
nos dé secuelas y franquicias; claro que, si son como la serie Toy
Story, servidor firma ya. Y es verdad: en los últimos tiempos, hemos
tenido secuelas de algunos de sus grandes éxitos –Buscando a Dory, Cars
3–, que quedan lejos de sus primeras partes y de maravillas como Del
revés (Inside Out) y que se echaba de menos alguna historia “nueva”,
arriesgando y demostrando por qué el estudio de John Lasseter, Pete
Docter, Brad Bird, Andrew Stanton y unos cuantos más sigue siendo la
mejor fábrica de animación (ahora dentro de Disney) del mundo
cinematográfico actual. Con Coco, codirigida por Lee Unkrich (Toy Story 3)
y el animador Adrian Molina (con ascendientes mexicanos) se nos ha dado
una película “diferente”, llena de colorido y emotividad, pero también
queda la sensación de que, más allá de lo visual (una maravilla, lo
anticipamos), se ha tirado de oficio y de fórmulas ya muy manidas.
30 de noviembre de 2017
29 de noviembre de 2017
28 de noviembre de 2017
27 de noviembre de 2017
Canciones para el nuevo día (2351/1580): "Make Me Smile (Come Up and See Me)"
Steve Harley & Cockney Rebel - Make Me Smile (Come Up and See Me)
24 de noviembre de 2017
Reseña de El instante más oscuro: Winston Churchill en mayo de 1940, de Anthony McCarten
Nota: esta reseña parte de una lectura del original en inglés.
«En aquel mes de mayo, Winston Churchill se convirtió
en Winston Churchill».
De tanto en tanto aparecen libros que recopilan
discursos que “han hecho” historia y que con una clara voluntad motivacional,
recogen la esencial de un personaje y las palabras que pronunció en un momento
determinado: así, de Discursos que
inspiraron la historia de Jacob Field (EDAF, 2014) pasamos al reciente Cien
años de grandes discursos: desde 1916 hasta la actualidad de Francisco García
Lorenzana (Plataforma, 2017), sin dejar de lado una selección de las mejores
piezas oratorias de Barack Obama, Un mundo
mejor para nuestros hijos: discursos 2009-2016 (Duomo Ediciones, 2017),
considerado el mejor orador de los tiempos recientes (incluso más allá del «Yes, We Can!”»), nos aventuraríamos a decir que el discurso está de moda;
aunque la cosa seguramente va por barrios: por nuestros lares la ciudadanía no
aprecia demasiado la oratoria de los políticos, aunque se conceda algún premio a Mariano Rajoy como el mejor orador parlamentario. Probablemente se recuerden pocos
discursos de Rajoy (o de cualquiera de los otros líderes políticos; en cambio sí
se suelen citar pifias y frases provocadoras), pero de Winston Churchill
prácticamente todo el mundo recordará cuando declamó aquello de «no tengo
nada que ofrecer [al pueblo británico] sino sangre, esfuerzo, lágrimas y
sudor» (I have nothing to offer but blood, toil, tears and sweat). La ocasión fue un
pleno de la Cámara de los Comunes el 13 de mayo de 1940, y fue su primera
intervención como primer ministro británico ante sus colegas parlamentarios,
tras la dimisión de Neville Chamberlain, cuatro días antes, forzado por la
desastrosa operación británica en Noruega (y de la que el propio Churchill,
como Primer Lord del Almirantazgo, por segunda ocasión desde 1915, tenía una
cierta responsabilidad). Y es que los discursos ayudan a forjar la leyenda de
un personaje, más en el caso de alguien tan peculiar como Winston Churchill y
que en el imaginario colectivo se asocian al coraje, la audacia y la
resistencia.
23 de noviembre de 2017
22 de noviembre de 2017
21 de noviembre de 2017
20 de noviembre de 2017
17 de noviembre de 2017
Crítica de cine: Una razón para vivir, de Andy Serkis
Quizá no haya nada tan elástico en el mundo del
cine como la etiqueta “basado en hechos reales”; de hecho, es un género
en sí mismo: dices “voy a ver una película basada en hechos reales” y
mucha gente ya se hace una idea de qué vas a ver al cine. La televisión
se nutre habitualmente de producciones “basadas en hechos reales” que
suelen emitirse los fines de semana, muchas veces en horario de
sobremesa. A veces, esa “historia basada en hechos reales” tiene el
suficiente empaque, medios, actores de relieve y quizá algún director
que hace tiempo se durmió en los laureles como para que se estrene en la
gran pantalla y con todo lujo de detalles sobre lo emotiva, llena de
coraje e impactante –lo que a veces suele ser un eufemismo de
lacrimógena, sobreactuada y llena de tópicos– que es dicha producción.
Cinismos al margen (no estoy diciendo de entrada que esta película
acumule esos epítetos y calificaciones… ¿o quizá sí?), lo cierto es que
un filme “basado en hechos reales” suele llamar la atención, pues nos
traslada a historias de personas normales como tú y yo en situaciones
vitales en las que muchos de nosotros no habríamos sabido qué hacer o
cómo tirar para adelante. Sí, es fácil criticar este tipo de productos
cinematográficos… pero quizá sea porque no nos ha tocado lidiar con esos
problemas. O porque somos alérgicos al dramatismo. Vale, lo admito, he
caído de nuevo en el cinismo…
16 de noviembre de 2017
15 de noviembre de 2017
14 de noviembre de 2017
13 de noviembre de 2017
11 de noviembre de 2017
Crítica de cine: La librería, de Isabel Coixet
Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.
Publicada en inglés en 1978 –la edición castellana, a cargo de Impedimenta, es de 2010–, La librería de Penelope Fitzgerald se convirtió pronto en un éxito de crítica (fue finalista del Premio Booker, galardón que ganó en 1979 por su novela Offshore [A la deriva, Mondadori, 2000]) y una novela que se ganó el cariño de muchos lectores en los años, décadas incluso, siguientes. Y eso que Fitzgerald (1916-2000) “tardó” en convertirse en escritora: su primer libro, una biografía del pintor prerrafaelita Edward Burne-Jones, se publicó en 1975, iniciando una obra en la que alternó un género tan británico como la biografía con las novelas, el ensayo y el cuento. Pero es que de casta le venía al galgo, se podría decir: su padre, Edmund Fox, fue editor de la revista Punch en los años treinta y cuarenta, y su tío, Ronald Knox, autor de novelas negras. Fitzgerald trabajó en la BBC durante la Segunda Guerra Mundial, se casó después y formó una familia, tarea que combinó con un empleo de media jornada en una librería, donde adquirió la experiencia que plasmaría en su novela de 1978. No sería hasta los años sesenta, ya crecidos los niños, que pudo regresar por completo al ámbito laboral, como profesora en una academia de arte dramático y, una vez retirada, como escritora a tiempo completo. Una vida plena, pues, que reflejó en algunas de sus novelas, como en La librería y que, tarde o temprano, alguien se atrevería a llevar a la gran pantalla. Y así ha sido, de la mano de la directora española Isabel Coixet, que también se ha encargado de la adaptación del libro al guion.
Publicada en inglés en 1978 –la edición castellana, a cargo de Impedimenta, es de 2010–, La librería de Penelope Fitzgerald se convirtió pronto en un éxito de crítica (fue finalista del Premio Booker, galardón que ganó en 1979 por su novela Offshore [A la deriva, Mondadori, 2000]) y una novela que se ganó el cariño de muchos lectores en los años, décadas incluso, siguientes. Y eso que Fitzgerald (1916-2000) “tardó” en convertirse en escritora: su primer libro, una biografía del pintor prerrafaelita Edward Burne-Jones, se publicó en 1975, iniciando una obra en la que alternó un género tan británico como la biografía con las novelas, el ensayo y el cuento. Pero es que de casta le venía al galgo, se podría decir: su padre, Edmund Fox, fue editor de la revista Punch en los años treinta y cuarenta, y su tío, Ronald Knox, autor de novelas negras. Fitzgerald trabajó en la BBC durante la Segunda Guerra Mundial, se casó después y formó una familia, tarea que combinó con un empleo de media jornada en una librería, donde adquirió la experiencia que plasmaría en su novela de 1978. No sería hasta los años sesenta, ya crecidos los niños, que pudo regresar por completo al ámbito laboral, como profesora en una academia de arte dramático y, una vez retirada, como escritora a tiempo completo. Una vida plena, pues, que reflejó en algunas de sus novelas, como en La librería y que, tarde o temprano, alguien se atrevería a llevar a la gran pantalla. Y así ha sido, de la mano de la directora española Isabel Coixet, que también se ha encargado de la adaptación del libro al guion.