12 de septiembre de 2012

Crítica de cine: The Deep Blue Sea, de Terence Davies

¿Qué es el cine? Lo que uno quiere que sea, de entrada. Pero, más allá de lo obvio, ¿qué es el cine? Es magia, sin duda; es talento, también; es una historia, cierto; son sensaciones, evocaciones, sentimientos; anhelos, carencias, dudas, miedos, pasiones... fuertes pasiones, muchas veces. Es palabra y es imagen; es mezcolanza de géneros y texturas, técnicas y colores. Es teatro y es relato. Es silencio y es algarabía. Es imagen. Es palabra. Es... cine.

Londres, principios de los años 50. Hester (Rachel Weisz) sufre y actúa, intenta suicidarse. No lo consigue. Su historia es sencilla pero a la vez compleja. Hester no sabe lo que quiere. Y cuando hace las cosas es posible que no la comprendas. Tú en tu butaca, ella en la pantalla. Casada con un juez, sir William Collyer (Simon Rusell Beale), no es feliz en su matrimonio Mantiene una relación que no va a ninguna parte con Freddie Page (Tom Hiddleston), un aviador, un combatiente de la Segunda Guerra Mundial. Se ha ido a vivir con él. Pero no es feliz: ama demasiado... pero, ¿realmente ama? ¿Es posible que el amor no sea más que lujuria? ¿O el deseo se ha erigido en necesidad? ¿Por qué intenta suicidarse? 

Quizás lo mejor de esta indescriptible película sea saber poco de ella, tan sólo el punto de partida. Dejarse llevar por una cinta que huele, sabe, se construye y se muestra como una obra de teatro (de Terence Rattigan, para ser exactos), pero es cine. Y como tal se define. Como tal se muestra.

Ecos y sensaciones. Londres en los años de posguerra, en tiempos de racionamiento. Londres de jueces y aviadores, de matrimonios que duran años, de otros que no se sostienen, de mujeres que se buscan a sí mismas y se paralizan ante el amor, que todo lo puede, todo lo asume, todo lo consume. Mujeres que quizá no saben qué es el compromiso, pero quizá tampoco estén preparadas para el mismo. Mujeres cuyo sufrimiento comprendes pero al mismo tiempo no entiendes. Mujeres que llegan al abismo y se lanzan desde el barranco. Mujeres que sufren...

Es esta una película que sientes, desde dentro; que no necesita más que de un triángulo que sobrepasa lo amoroso. Terence Davies se toma su tiempo, el ritmo es pausado, hay escenas tan teatrales que parece que no acaban nunca. Flashbacks para situarnos, a veces con una sola secuencia para comprender la raíz de la pasión. Samuel Barber sonando como banda sonora en momentos clave (la película no tiene score propio), con fuerza, con intensidad. Silencios. Y palabras, muchas palabras Y un ambiente asfixiante. Y unas decisiones que son determinantes.

Buen cine. Buena película. Quizá a muchos no gustará. A otros atrapará. A otros tantos dejará indiferente. Pero es cine.

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