Curiosa película de la autora de Las vírgenes suicidas y Lost in translation que a nadie que la vea dejará indiferente, gustará o no. Y muchos pensarán que después de Lost in translation
se encontrarán con otra película metafísica, insustancial, vacía y sin
apenas argumento. Pero esta vez se equivocarán y es muy posible que
disfruten de un espectáculo visual e incluso musical.
Basada en la biografía María Antonieta: la última reina de Antonia Fraser (editada en castellano hace apenas unos meses por Edhasa), el filme de Coppola nos muestra a una María Antonieta (Kirsten Dunst) apenas adolescente que abandona en 1768 las tierras austríacas para casarse con el apocado y tímido delfín de Francia, Luis Augusto (Jason Schwartzman, primo de la Coppola, por cierto; siguiendo la tradición familiar...), nieto del ya anciano rey Luis XV (Rip Torn). El cambio de la corte familiar regentada por la emperatriz María Teresa (Marianne Faithfull) en la tranquila Viena al lujo, el boato y la rígida etiqueta de Versalles supone un aprendizaje para una jovencísima María Antonieta, que verá con sus ojos que vivir en la corte francesa no es nada fácil. Casada inmediatamente con el joven Luis, empezará el calvario personal de una joven por quedarse embarazada, algo que todos desean y ansían, ya para dar un heredero al reino francés, ya para afianzar la endeble alianza entre Francia y Austria. Siete años tardó Luis en consumar su matrimonio con María Antonieta; ya siendo rey de Francia con el nombre de Luis XVI, finalmente María Antonieta quedó embarazada. Al mismo tiempo, el lujo, el deroche, las fiestas, los entretenimientos, etc., acompañan en sus primeros años a una joven austríaca en la corte versallesca. Un lujo que Coppola nos retrata hasta en los mismos detalles; un derroche quepodría simbolizarse en los dulces y pasteles que constantemente comen maría Antonieta y sus favoritas en la corte. Si el epígrafe de reina adolescente del título se nota más es en las secuencias de la joven delfina participando en fiestas, comiendo dulces, eligiendo vestidos y luciendo peinados... algo que, salvando las distancias y el tiempo, las adolescentes de hoy en día, sin ser reinas, suelen hacer.
La película es excepcionalmente bella en su factura visual: quizá nunca Versalles ha sido retratado con tanto detalle (el rodaje, casi enteramente, se hizo en el palacio de Luis XIV durante semanas). Añadamos a elo un vestuario que mínimamente una nominación al Oscar conseguirá, esplendoroso, casi inagotable; un trabajo de maquillaje y estilismo que también es de un enorme mérito. Pero no sólo se nutre esta película de escenarios lujosos, vestidos y pelucas. El retrato de la rígida etiqueta de la corte versallesca aparentemente es mucho más que reflejar una simple ceremonia ritual: el servicio en palacio de las principales aristócratas francesas, obligadas a residir en la corte, era un elemento de alta política interior; y es algo a lo que la joven María Antonieta tendrá que acostumbrarse, de buen o mal grado
Basada en la biografía María Antonieta: la última reina de Antonia Fraser (editada en castellano hace apenas unos meses por Edhasa), el filme de Coppola nos muestra a una María Antonieta (Kirsten Dunst) apenas adolescente que abandona en 1768 las tierras austríacas para casarse con el apocado y tímido delfín de Francia, Luis Augusto (Jason Schwartzman, primo de la Coppola, por cierto; siguiendo la tradición familiar...), nieto del ya anciano rey Luis XV (Rip Torn). El cambio de la corte familiar regentada por la emperatriz María Teresa (Marianne Faithfull) en la tranquila Viena al lujo, el boato y la rígida etiqueta de Versalles supone un aprendizaje para una jovencísima María Antonieta, que verá con sus ojos que vivir en la corte francesa no es nada fácil. Casada inmediatamente con el joven Luis, empezará el calvario personal de una joven por quedarse embarazada, algo que todos desean y ansían, ya para dar un heredero al reino francés, ya para afianzar la endeble alianza entre Francia y Austria. Siete años tardó Luis en consumar su matrimonio con María Antonieta; ya siendo rey de Francia con el nombre de Luis XVI, finalmente María Antonieta quedó embarazada. Al mismo tiempo, el lujo, el deroche, las fiestas, los entretenimientos, etc., acompañan en sus primeros años a una joven austríaca en la corte versallesca. Un lujo que Coppola nos retrata hasta en los mismos detalles; un derroche quepodría simbolizarse en los dulces y pasteles que constantemente comen maría Antonieta y sus favoritas en la corte. Si el epígrafe de reina adolescente del título se nota más es en las secuencias de la joven delfina participando en fiestas, comiendo dulces, eligiendo vestidos y luciendo peinados... algo que, salvando las distancias y el tiempo, las adolescentes de hoy en día, sin ser reinas, suelen hacer.
La película es excepcionalmente bella en su factura visual: quizá nunca Versalles ha sido retratado con tanto detalle (el rodaje, casi enteramente, se hizo en el palacio de Luis XIV durante semanas). Añadamos a elo un vestuario que mínimamente una nominación al Oscar conseguirá, esplendoroso, casi inagotable; un trabajo de maquillaje y estilismo que también es de un enorme mérito. Pero no sólo se nutre esta película de escenarios lujosos, vestidos y pelucas. El retrato de la rígida etiqueta de la corte versallesca aparentemente es mucho más que reflejar una simple ceremonia ritual: el servicio en palacio de las principales aristócratas francesas, obligadas a residir en la corte, era un elemento de alta política interior; y es algo a lo que la joven María Antonieta tendrá que acostumbrarse, de buen o mal grado
Junto a esta rígida etiqueta, la política exterior francesa juega un
importante papel, ya sea primero en manos del duque de Choiseul
(Jean-Christophe Bouvet), valedor de la alianza franco-austríaca, ya
después por parte de un dubitativo, timorato e inexperto Luis XVI, que
valora más la imagen externa de Francia como fuerte potencia que el
bienestar de una nación, famélica y empobrecida. Algo que habitualmente
suele repetirse (y que en el filme se muestra apenas) es que Francia se
empobreció con el derroche de una corte, y de una reina extranjera en
particular. La herencia de Luis XIV, que arruinó el país, y la agresiva
política exterior de Luis XV durante gran parte de su reinado
hipotecaron las rentas de un país que, ya un siglo antes del estallido
de la Revolución, estaba en bancarrota. La decisión de Luis XVI de
apoyar la rebelión de los patriotas norteamericanos contra Gran Bretaña
fue un paso más.
Y si bien en algunas pinceladas de toque barato se habla del derroche de
la reina, Coppola no deja de perder la simpatía que siente por el
personaje en todo momento. La Revolución es algo que de pronto aparece,
en los minutos finales del filme, apenas intuida, apenas mostrada. A
Sofia Coppola no le interesa mostrar los últimos años de María
Antonieta, ni nos la presentará en el cadalso. Una escena final muy
simple pero con un simbolismo visual e histórico de enorme trascendencia
será su mención de la Revolución Francesa, precedida de una escena de
enorme dignidad de María Antonieta ante las turbas hambrientas que
quieren su sangre.
No es esta una película histórica estrictamente hablando, pero sí hay mucha Historia en ella, y muchas pequeñas historias a su alrededor (los bailes, el afffaire de la delfina y luego reina con el conde sueco Fersen, que tantos ríos de tinta desataron en los escritores románticos del siglo XIX, el alumbramiento de los herederos, etc.). Es quizá un retrato costumbrista, el de una corte y su reina, una muchacha adolescente que trata de encontrar su camino en un país y un palacio extraños para ella. La primera parte de la película, la etapa de María Antonieta como delfina, es quizá la mejor: asistimos con ella a la asombrosa corte versallesca, nos reimos con ella ante la ridiculez de algunas ceremonias, vibramos con ella ante el lujo y el derroche. Posteriormente, ya como reina, María Antonieta madura pero sin dejar de ser aquella adolescente que odia el rígido protocolo de palacio, y que prefiere retirarse a un pequeño palacio, en el campo, donde parece disfrutar del contacto con la naturaleza. Y ya en la parte final de la película contemplamos a una reina que permanece con su marido a costa de su vida, si es preciso.
Muchos personajes pasan por la película, la mayoría ya mencionados. Apenas quedan por destacar el embajador austríaco que acompaña a María Antonieta a lo largo de todo el metraje, el conde Mercy (Steve Coogan); la vulgar favorita de Luis XV, Mme. Du Barry (Asia Argento), quizá el personaje más tramposo de toda la película; el hermano de María Antonieta, el emperador José II (Danny Huston, a quien vimos hará un año en El jardinero fiel), en una escena con Luis XVI sobre "abrir cerraduras", realmente graciosa; la encantadora e impetuosa duquesa de Polignac (Rose Byrne), favorita de María Antonieta; la estirada condesa de Noailles (la veterana Judy Davis), encargada de educar a María Antonieta en el ceremonial cortesano, etc.
Pero sin duda el peso mayor de la película lo lleva una deliciosa Kirsten Dunst, que consigue llenar el personaje en todas sus fases. Junto a ella Jason Schwartzman (a quien vimos hace un año en la curiosa Extrañas coincidencias) como su apocado marido Luis XVI, más interesado en relojes y cerraduras que en cumplir como marido o en gobernar un reino.
Y por último, la música. Sin contemplaciones ni acadecimismos, Coppola nos muestra ya desde la primera escena que ha elegido música pop de los años 80 y 90 para ambientar su película, al mismo tiempo que usa música de la época (de Jean-Philippe Rameau). Es algo que ha chocado pero que, una vez metido de lleno en la película, el espectador entiende y casi aplaude. La escena del baile de máscaras en París, que parece una discoteca, con música del siglo XVIII no tendría tanta fuerza como la que Coppola nos muestra. Canciones como "Hong Kong Garden" de Siouxsie & The Banshees, "Aphrodisiac" de Bow Wow Wow, "What ever happened" de The Strokes o "Natural's not in it" de Gang of Four, entro muchas otras (el disco de la BSO debe de ser todo un lujazo) aparecen en el filme, sin que chirríen ni suenen raro como parte más de un escenario poblado por personajes con peluca y lujosos vestidos.
En resumen, y para no seguir destripando más la película (ni alargando una crítica que se ha convertido casi en otra cosa), no me queda más que recomendar esta película, ya para aquellos que sigan la breve carrera de la Coppola, para aquellos que disfruten con las películas de época, o ya para aquellos que sientan curiosidad.
No es esta una película histórica estrictamente hablando, pero sí hay mucha Historia en ella, y muchas pequeñas historias a su alrededor (los bailes, el afffaire de la delfina y luego reina con el conde sueco Fersen, que tantos ríos de tinta desataron en los escritores románticos del siglo XIX, el alumbramiento de los herederos, etc.). Es quizá un retrato costumbrista, el de una corte y su reina, una muchacha adolescente que trata de encontrar su camino en un país y un palacio extraños para ella. La primera parte de la película, la etapa de María Antonieta como delfina, es quizá la mejor: asistimos con ella a la asombrosa corte versallesca, nos reimos con ella ante la ridiculez de algunas ceremonias, vibramos con ella ante el lujo y el derroche. Posteriormente, ya como reina, María Antonieta madura pero sin dejar de ser aquella adolescente que odia el rígido protocolo de palacio, y que prefiere retirarse a un pequeño palacio, en el campo, donde parece disfrutar del contacto con la naturaleza. Y ya en la parte final de la película contemplamos a una reina que permanece con su marido a costa de su vida, si es preciso.
Muchos personajes pasan por la película, la mayoría ya mencionados. Apenas quedan por destacar el embajador austríaco que acompaña a María Antonieta a lo largo de todo el metraje, el conde Mercy (Steve Coogan); la vulgar favorita de Luis XV, Mme. Du Barry (Asia Argento), quizá el personaje más tramposo de toda la película; el hermano de María Antonieta, el emperador José II (Danny Huston, a quien vimos hará un año en El jardinero fiel), en una escena con Luis XVI sobre "abrir cerraduras", realmente graciosa; la encantadora e impetuosa duquesa de Polignac (Rose Byrne), favorita de María Antonieta; la estirada condesa de Noailles (la veterana Judy Davis), encargada de educar a María Antonieta en el ceremonial cortesano, etc.
Pero sin duda el peso mayor de la película lo lleva una deliciosa Kirsten Dunst, que consigue llenar el personaje en todas sus fases. Junto a ella Jason Schwartzman (a quien vimos hace un año en la curiosa Extrañas coincidencias) como su apocado marido Luis XVI, más interesado en relojes y cerraduras que en cumplir como marido o en gobernar un reino.
Y por último, la música. Sin contemplaciones ni acadecimismos, Coppola nos muestra ya desde la primera escena que ha elegido música pop de los años 80 y 90 para ambientar su película, al mismo tiempo que usa música de la época (de Jean-Philippe Rameau). Es algo que ha chocado pero que, una vez metido de lleno en la película, el espectador entiende y casi aplaude. La escena del baile de máscaras en París, que parece una discoteca, con música del siglo XVIII no tendría tanta fuerza como la que Coppola nos muestra. Canciones como "Hong Kong Garden" de Siouxsie & The Banshees, "Aphrodisiac" de Bow Wow Wow, "What ever happened" de The Strokes o "Natural's not in it" de Gang of Four, entro muchas otras (el disco de la BSO debe de ser todo un lujazo) aparecen en el filme, sin que chirríen ni suenen raro como parte más de un escenario poblado por personajes con peluca y lujosos vestidos.
En resumen, y para no seguir destripando más la película (ni alargando una crítica que se ha convertido casi en otra cosa), no me queda más que recomendar esta película, ya para aquellos que sigan la breve carrera de la Coppola, para aquellos que disfruten con las películas de época, o ya para aquellos que sientan curiosidad.
Coincido en el tono de la crítica. Me pareció una excelente película, como acabado retrato de un personaje complejo,que Sofía Coppola rescata de manera amorosa y delicada.
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