22 de abril de 2020

Reseña de Built: The Hidden Stories Behind our Structures, de Roma Agrawal

En el inicio del último capítulo de su libro (“Dream”), y que funciona a modo de epílogo, Roma Agrawal (n. 1983) comenta: 
«Imagina, por un momento, un mundo sin ingenieros. Abandona a Arquímedes. Destierra a Brunelleschi, Bessemer, Brunel y Bazalgette. Olvida a Fazlur Khan, expulsa a Otis y, sí, obvia a Emily Roebling y Roma Agrawal. ¿Qué ves? Más o menos nada» (traducción propia). 
Y no es una cuestión baladí, todo lo contrario: imaginar un mundo en el que la ingeniería no existiera nos llevaría, y parafraseo a la autora, a un panorama sin rascacielos, sin ascensores, sin acero, sin elevadores, sin casas, sin alcantarillas; tampoco teléfonos móviles, ni Internet ni televisión. No habría coches ni siquiera carretillas, y por tanto ni carreteras ni puentes. Ni siquiera ropa, si nos apuramos, ni herramientas, ni fuego, barro para adobes, ni madera para cabañas. Por supuesto, existirían el fuego, el agua, la tierra y el viento como elementos naturales, pero no serían utilizados por el ser humano, que no vería una necesidad en utilizarlos y adaptarlos para sus medios. Sin la ingeniería, el hombre, me dejo llevar por ese razonamiento, se hubiera extinguido como especie humana; sería un animal más.

Roma Agrawal.
Quizá se podría decir: “hombre, quizá te pases en tu valoración”, pero me pregunto, siguiendo el planteamiento de la autora, cómo sería un mundo sin ingenieros. Sin edificios, puentes, calzadas, túneles, presas o acueductos… y me resulta imposible imaginarlo. No soy ingeniero, no tengo una formación en física o matemáticas (más allá de los conocimientos aprendidos en la enseñanza secundaria), pero todo ello no me impide maravillarme, como muchas otras personas, ante los frutos de la ingeniería. Me sigue provocando asombro la capacidad de un avión de miles de toneladas para volar, o la capacidad de un puente de varios cientos de metros de longitud para no desplomarse; o cómo funcionan los teléfonos, de hecho. Me pregunto a menudo por qué en los edificios los elementos voladizos, como balcones y terrazas, no se caen, o cómo se puede construir “torres de Babel” que alcanzan cientos de metros, incluso un kilómetro, y el viento no las desploma. Quizá por todo ello, este libro de Roma Agrawal me resulte tan fascinante; leyéndolo tenía la sensación de que estaba escrito para mí. Intuyo que también lo será para otros muchos lectores que sientan la curiosidad mínima como para admirar una gran obra de ingeniería. 

Built: the Hidden Stories Behind our Structures (Bloomssbury, 2018) es (mucho más que) una introducción a la ingeniería estructural en apenas 320 páginas. Un libro conciso pero lleno de datos e historias; un libro escrito por una ingeniera joven, pero con sobrada experiencia, y que es capaz de explicar las cosas de una manera clara y sencilla, pero no superficial, a un público muy amplio y (probablemente) profano en la materia. Un libro que se centra en los elementos esenciales de la ingeniería estructural, los básicos: la fuerza (tensión y compresión) que deben soportar los edificios y puentes; el fuego como elemento combativo al que hay que aportar soluciones cuando se produce; el barro, como base del adobe y el ladrillo, el metal (hierro y acero, en general) y la piedra como productos básicos en toda construcción; la altura («el cielo es el límite») en los grandes rascacielos y cómo lidiar con las limitaciones técnicas o el poder del viento; la tierra y lo que en ella subyace, es decir, túneles y alcantarillas, y la resolución de problemas como qué hacer con los residuos humanos; o el rol de mujeres ingenieras en un mundo de hombres, como Emily Warren Roebling y, por qué no, la experiencia de la propia Roma Agrawal. 

Dibujo de la pasarela de la Universidad de Northumbria, diseñada por John Parker.


El puente cierra la relación de elementos de la ingeniería estructural, y el propio libro, y constituye un epítome de los conocimientos, elementos, técnicas e historias que la autora nos ha ido explicando en cada uno de los episodios precedentes; y para ello realiza una selección personal de cinco puentes de la historia, alguno desparecido (el Old London Bridge construido en el último tercio del siglo XII y principios del XIII) y alguno otro visto desde un punto de vista propio de la naturaleza (las telarañas), que se han «construido» a lo largo de la historia: a los dos mencionados, el puente de pontones construido por Jerjes para cruzar el Helesponto en el año 480 a.C., la Rueda de Falkirk en Escocia (un elevador de barcos giratorio que conecta el canal Forth y Clyde con el canal Unión), y el puente (o pasarela) de Ishibune en Japón. Cinco puentes muy diferentes, cada uno «construido» con técnicas y materiales diferentes, y que nos ayudan a entender la evolución de la ingeniería estructural y el futuro que se abre: la posibilidad de utilizar «viejos/nuevos» materiales procedentes de la naturaleza –a imitación del poderoso pero flexible hilo de seda de la araña–, de otros reciclados, incluso de algunos nuevos como el grafeno (del mismo modo, se podría decir, que fue una revolución el uso del titanio en la carrera espacial). Terminar el libro con este capítulo sobre puentes resulta pertinente y cierra el círculo que la propia autora inició en el primer capítulo acerca de sus experiencias profesionales en la construcción del puente-pasarela en la Universidad de Nortumbria). El epílogo, mencionado al inicio de este informe, cobra también mayor sentido: después del despliegue de datos y explicaciones de los capítulos precedentes, cuesta imaginar un mundo sin la ingeniería estructural… 

Dibujo de la maquina de Marc Brunel para excavar el Túnel del Támesis de Londres (1825-1843).


… y sin ingenieros, pues otro de los aciertos del volumen es la relación de historias de algunos ingenieros en particulares, de sus experiencias en relación con algunas de las grandes obras de la ingeniería realizadas a lo largo de la historia. Empezando por los ingenieros anónimos romanos, a los que suele asociarse el origen de la ingeniería, pero sin olvidarnos de los egipcios que construyeron las pirámides o del asirio Senaquerib, que llevó agua a Nínive mediante el acueducto de Jerwan. Las historias de Brunelleschi en torno a la cúpula de la catedral de Florencia, de Henry Bessemer y la forja del acero moderno, de Marc e Isambard Kingdom Brunel, que construyeron el Túnel del Támesis en la primera mitad del siglo XIX, de Joseph Bazalgette (constructor de la principal red de alcantarillado moderno en el Londres victoriano), de Fazlur Khan (ingeniero y arquitecto de rascacielos como la Sears Tower, hoy Willis Tower, en Chicago, entre otros) o de la ya citada Emily Warren Roebling, que fue imprescindible en la construcción del Puente de Brooklyn en Nueva York. En prácticamente cada capítulo del libro hay una historia asociada a un ingeniero en particular, a un problema que debió de resolver y a una obra de ingeniería estructural que cambió un aspecto de nuestra vida para siempre. Y son historias muy interesantes, que en ocasiones me han hecho recordar un libro tan interesante –y de ventas discretas, me temo– como es Los revolucionarios industriales: la creación del mundo contemporáneo de Gavin Weightman (Ariel, 2008). 

Estamos, pues, ante un libro fascinante (como fascinante es la materia que trata), amenísimo y espléndidamente ilustrado (sobre todo si se hojea la edición publicada), y que hará las delicias de lectores curiosos, aficionados o avezados en la ingeniería estructural; de espectadores de programas documentales como Megaconstrucciones (en inglés: Extreme Engineering, 2003-2011), en Discovery Channel (D-MAX en España), que nos permiten observar grandes proyectos de ingeniería y arquitectura por todo el mundo, o de vídeos de youtubers como Ter. Un libro delicioso, muy bien escrito y con un punto de vista diverso –el de Roma Agrawal ingeniera, pero también el de Roma Agrawal persona y algunas de las experiencias vitales que la condujeron a este campo de conocimientos, y que a veces se pone en la piel de un lector/peatón medio que se deja maravillar por lo que observa–, y en el que hay mucho que aprender: especialmente los que somos profanos en la materia pero con unos conocimientos mínimos (y una curiosidad) que nos permite seguir con fascinación todo lo que nos cuenta la autora.

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