31 de octubre de 2017
30 de octubre de 2017
27 de octubre de 2017
26 de octubre de 2017
25 de octubre de 2017
24 de octubre de 2017
23 de octubre de 2017
20 de octubre de 2017
Crítica de cine: Handia, de Aitor Arregi y Jon Garaño
Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.
Loreak (Flores) se convirtió en una de las películas españolas del año 2014, superando el falso hándicap de estar hablada en eusquera y logrando varios premios en la temporada (incluyendo dos nominaciones, a mejor película y música, en los Premios Goya). Dirigida por Jon Garaño y José Mari Goenaga, con guion de ambos y de Aitor Arregi, contó la(s) historia(s) de tres mujeres que recibían de manera anónima un ramo de flores y consiguió emocionar a los espectadores con una trama sencilla pero muy poderosa. El equipo creador de la película se reúne otra vez, aunque cambiando ahora las tornas –Arregi se une a Garaño en la dirección, mientras que el guion (también en lengua vasca) corre a cargo de Goenaga y Andoni de Carlos–, para relatar otra historia (con mucha Historia) que se basa en la del “Gigante de Altzo”, en la guipuzcoana comarca de Tolosaldea: Miguel Joaquín Eleizegi, que vivió a mediados del siglo XIX y llegó a medir casi dos metros y medio de altura y pesar 200 kilos; un empresario navarro convenció a su padre para que Miguel Joaquin fuera exhibido, como la atracción y rareza que era, por España y el extranjero, logrando ambos ganar mucho dinero. Handia (grande o enorme en eusquera) es, pues, la historia de un hombre de quien se utilizó su aspecto físico como en las ferias de monstruos que pulularon en el siglo XIX (y parte del XX), pero no se reduce a este punto de partida. Afortunadamente, pues Handia es mucho más: historia, leyenda… y los brumosos límites entre ambos conceptos.
Loreak (Flores) se convirtió en una de las películas españolas del año 2014, superando el falso hándicap de estar hablada en eusquera y logrando varios premios en la temporada (incluyendo dos nominaciones, a mejor película y música, en los Premios Goya). Dirigida por Jon Garaño y José Mari Goenaga, con guion de ambos y de Aitor Arregi, contó la(s) historia(s) de tres mujeres que recibían de manera anónima un ramo de flores y consiguió emocionar a los espectadores con una trama sencilla pero muy poderosa. El equipo creador de la película se reúne otra vez, aunque cambiando ahora las tornas –Arregi se une a Garaño en la dirección, mientras que el guion (también en lengua vasca) corre a cargo de Goenaga y Andoni de Carlos–, para relatar otra historia (con mucha Historia) que se basa en la del “Gigante de Altzo”, en la guipuzcoana comarca de Tolosaldea: Miguel Joaquín Eleizegi, que vivió a mediados del siglo XIX y llegó a medir casi dos metros y medio de altura y pesar 200 kilos; un empresario navarro convenció a su padre para que Miguel Joaquin fuera exhibido, como la atracción y rareza que era, por España y el extranjero, logrando ambos ganar mucho dinero. Handia (grande o enorme en eusquera) es, pues, la historia de un hombre de quien se utilizó su aspecto físico como en las ferias de monstruos que pulularon en el siglo XIX (y parte del XX), pero no se reduce a este punto de partida. Afortunadamente, pues Handia es mucho más: historia, leyenda… y los brumosos límites entre ambos conceptos.
Crítica de cine: La piel fría, de Xavier Gens
Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.
La novela corta La piel fría (La pell freda, 2002) de Albert Sánchez Piñol fue un éxito de crítica y ventas, y se tradujo a casi cuarenta idiomas en todo el mundo. La adaptación cinematográfica, en cierto modo, estaba implícita en esta novela de terror psicológico sobre dos personajes en una isla solitaria que deben hacer frente a unos extraños seres anfibios que surgen del mar y a los que llaman “carasapos”, con la piel azulada y fría. Desde 2009 comenzaron las negociaciones para adaptar la novela a un guion cinematográfico; en 2014 los hermanos David y Álex Pastor (Infectados, Los últimos días) empezaron a escribir el guion, pero abandonaron el proyecto y no fue hasta avanzado 2015 que recogió el guante el director francés Xavier Gens (Hitman, The Crucifixion), que puso el guion en manos de Jesús Olmo, con la colaboración de Eron Sheean. De hecho, estamos ante una película que se podría decir que está más “inspirada” que basada fielmente en la novela de Sánchez Piñol, pues son numerosos los elementos divergentes entre ambos productos, novela y película; ello puede constituir un aliciente para los lectores de la novela, a los que quizá dé pereza que les cuenten exactamente lo mismo, y no compromete a los que no la hayan leído, pues podrán disfrutar de la película sin apriorismos.
La novela corta La piel fría (La pell freda, 2002) de Albert Sánchez Piñol fue un éxito de crítica y ventas, y se tradujo a casi cuarenta idiomas en todo el mundo. La adaptación cinematográfica, en cierto modo, estaba implícita en esta novela de terror psicológico sobre dos personajes en una isla solitaria que deben hacer frente a unos extraños seres anfibios que surgen del mar y a los que llaman “carasapos”, con la piel azulada y fría. Desde 2009 comenzaron las negociaciones para adaptar la novela a un guion cinematográfico; en 2014 los hermanos David y Álex Pastor (Infectados, Los últimos días) empezaron a escribir el guion, pero abandonaron el proyecto y no fue hasta avanzado 2015 que recogió el guante el director francés Xavier Gens (Hitman, The Crucifixion), que puso el guion en manos de Jesús Olmo, con la colaboración de Eron Sheean. De hecho, estamos ante una película que se podría decir que está más “inspirada” que basada fielmente en la novela de Sánchez Piñol, pues son numerosos los elementos divergentes entre ambos productos, novela y película; ello puede constituir un aliciente para los lectores de la novela, a los que quizá dé pereza que les cuenten exactamente lo mismo, y no compromete a los que no la hayan leído, pues podrán disfrutar de la película sin apriorismos.
19 de octubre de 2017
18 de octubre de 2017
17 de octubre de 2017
16 de octubre de 2017
13 de octubre de 2017
12 de octubre de 2017
11 de octubre de 2017
10 de octubre de 2017
9 de octubre de 2017
Reseña de Entre dos octubres: revoluciones y contrarrevoluciones en Rusia (1905-1917) y guerra en Eurasia, de Francisco Veiga, Pablo Martín y Juan Sánchez Monroe
La Revolución Rusa de 1917, de la que celebramos
en este 2017 su centenario, ha generado una producción historiográfica
ingente, entre novedades (algunas en sentido estricto, otras en su
traducción castellana) y reediciones, que es susceptible de agotar
incluso al lector más interesado y avezado en la materia. Visitar
algunas librerías da una imagen muy evidente, con mesas y cabeceras de
góndola en las que se ofrece una selección de libros sobre el tema, es
una muestra de cómo el tema, ya sólo en cuanto a ediciones en
castellano, se satura a sí misma y cómo las editoriales especializadas
en ensayo y libro de historia compiten entre sí por presentar una o
varias obras sobre el tema. ¿Todas son buenas? Indudablemente hay toda
una variedad de aproximaciones al tema, desde lo divulgativo a lo
académico, desde lo más reciente que se ha publicado dentro y fuera de
nuestro país a aquello que salió a la venta hace décadas y ahora se
publica por primera vez en nuestro mercado o bien se reedita cuando
parecía olvidado; desde fuentes de primera mano a cargo de testigos o
protagonistas de los hechos a monografías que desde un punto de vista
historiográfico relatan y analizan un proceso tan amplio como fue el de
la (doble) Revolución en la Rusia de 1917 y sus consecuencias más
inmediatas: cese de su participación en la Gran Guerra, conflicto civil e
intervencionismo internacional (más que matizable) y conformación de lo
que acabaría siendo la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Entre esa masa bibliográfica de corte muy diverso también en cuanto a su
reevaluación historiográfica –de una historia liberal a un
revisionismo, con múltiples estadios entre ambos puntos–, quizá la obra
más interesante de las publicadas en este 2017 (con permiso del libro de Sean McMeekin publicado por Taurus hace escasas semanas) sea Entre dos
octubres: revoluciones y contrarrevoluciones en Rusia (1905-1917) y
guerra en Eurasia, de Francisco Veiga, Pablo Martín y Juan Sánchez
Monroe (Alianza Editorial, 2017).
6 de octubre de 2017
Crítica de cine: Blade Runner 2049, de Denis Villenueve
Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.
Blader Runner, basada en parte en la novela
¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Philip K. Dick, se estrenó
sin hacer ruido en 1982, pero pronto se convirtió en una obra de culto?
Los que ya peinamos canas quizá no recordemos su estreno, pero sí
imágenes que en nuestra infancia nos parecieron fascinantes y,
especialmente, el eco de la música de Vangelis: el tema de los créditos finales, por ejemplo, forma parte de la educación sentimental de toda
una generación. Servidor no se va a poner ahora a disertar sobre el
impacto y especialmente el legado de Blader Runner: sería monopolizar el
espacio dedicado a esta crítica y caer en un ejercicio de nostalgia
–maldita nostalgia– que me impediría hacer una valoración de esta
secuela que llega treinta y cinco años. Más de tres décadas después, el
recuerdo de la visionaria película de Ridley Scott y el mundo que
prefiguró (los coches aún no vuelan, sin embargo) permanece y las
expectativas con Blade Runner 2049 eran muy elevadas y de manera
inversamente proporcional a las que generó su antecesora. Ya no está
Ridley Scott tras la cámara, sino en las labores de producción, cediendo
el testigo a quien sin duda es uno de los directores más interesantes
de la actualidad: el canadiense Denis Villeneuve, quien hace un año nos
conquistó definitivamente –tras cintas previas como Prisioneros, Enemy o
Sicario– con La llegada (Arrival).