28 de enero de 2016

Crítica de cine: La gran apuesta, de Adam McKay

La crisis financiera y económica que estalló globalmente desde 2007-2008 y cuyas consecuencias aún seguimos sintiendo (¿de un modo más liviano? ¿Hemos "salido", quizá, de la crisis) ha dado pie a varias películas y documentales sobre sus orígenes, causas, evolución... y sobre todo secuelas. Secuelas en la población mundial "común" y no en quienes, tras décadas de prestidigitación bursátil y burbuja inmobiliaria, se fueron de rositas. Al final quien ha acabado pagando el pato no han sido la caterva de especuladores, banqueros y traders diversos, sino, como se concluye en La gran apuesta, las clases medias y los más pobres (unos perdiendo sus casas y empleos y otros siendo aún más pobres y marginados). Todo eso lo sabemos: lo hemos sentido de cerca, consecuencias de una crisis que comenzó en Estados Unidos y se extendió por gran parte del planeta, afectando sobre todo a las grandes potencias económicas. Con un germen en 2007, lo que se denomina ya como Gran Recesión estalló en septiembre de 2008 con la quiebra del banco de inversiones Lehman Brothers, arrastrado al fango tras la crisis de las hipotecas sub-prime que hizo pinchar una burbuja inmobiliaria y dio paso a una crisis financiera, el colapso de empresas aseguradoras y la caída en picado de muchos valores bursátiles, generando a su vez más quiebras, despidos y que millones de estadounidenses perdieran sus casas al no pagar las hipotecas. Entender lo que sucedió desde agosto de 2007 y especialmente el otoño de 2008 es algo que poco a poco se puede hacer, pero hacerlo fácilmente comprensible para el lector o, en este caso, el espectador profano, es, con todas las simplificaciones que se quiera en unos pocos personajes, resulta una tarea aún más ardua. Y puede quedar la sensación de que se ha logrado... en parte.

La gran apuesta marea con tanto dato, concepto y neologismos económicos que el más común de los mortales desconoce o no suele utilizar. Marea, sí, pero no hace ininteligible la historia que se cuenta. Adam McKay, que dirige y coguioniza esta película a partir del libro homónimo de Michael Lewis (editado en castellano por Debate), escoge a una serie de personajes, la mayoría de ellos basados en algunos casos reales (siendo únicamente Michael Burry/Christian Bale, el único cien por cien "real"), y a través de ellos, mediante diálogos a veces tan intensos como los que escribe Aaron Sorkin, explicar el camino que condujo al crash mundial. Personajes que intuyeron, de una manera u otra, con sus fuentes propias y especialmentye con sus mecanismos y respuestas diversas, lo que iba a suceder: que la burbuja inmobiliaria pincharía y que las hipotecas sub-prime, o hipotecas basura, provocarían que millones de personas se arruinaran, pero también que bancos y sociedades de inversión que habían apostado por ellas de la manera más codiciosa estuvieran a punto de hacerlo... o en algunos casos lo hicieran. Construida con una narración lineal y poliédrica, la trama comienza en 2005 y a través de las andanzas de ese puñado de personajes conduce a la quiebra de Lehman Brothers y el derrumbe de la pirámide económica. Personajes como Michael Burry, peculiar donde los haya, que desde su despacho en la firma financiera Scion Capital, se dio cuenta de que algo fallaba en el sistema y, como mánager de los fondos de cobertura de la empresa, se dio cuenta que la burbuja inmobiliaria pincharía y pensó que (a ver si lo explico bien…) podía realizar una permuta de incumplimiento crediticio, un tipo de cobertura en caso de que el mercado inmobiliario pudiera colapsarse (como así fue), algo que los bancos (que no creyeron que ni les pasó por la cabeza dicha posibilidad) aceptaron; los inversores de la firma creyeron que Burry se había vuelto loco y que desperdiciaba su dinero... pero a la postre los beneficios que Burry logró, cuando el mercado inmobiliario finalmente se desplomó, fueron de un 489%. Personajes como Jared Vennett (Ryan Gosling), tiburón bursátil, que asume por otras fuentes que Burry tiene razón y aprovecha para sacar tajada. Personajes como Mark Baum (Steve Carell), que a través de Vennett, descubre que productos financieros como las obligación garantizada por deuda (CDO por sus siglas en inglés... y que el espectador de esta película en su versión original no deja de escuchar), que reciben una elevada calificación por las agencias de ratings (una triple A)... pero que en caso de crisis no valdrán ni el papel en el que están escritas; Baum, de por sí un tipo nervioso y con escasas dotes sociales (vamos, el típico cenizo que a la mínima de cambio te suelta un "te lo dije"), llega a la conclusión que el fraude es tan elevado que puede hacer caer todo el entramado económico como si fuera un castillo de naipes. Y personajes como el trader Ben Rickert (Brad Pitt), que asesora a un par de jóvenes inversores ávidos de enriquecerse (Finn Wittrock y John Magaro), que descubren que todo el tinglado de las hipotecas puede irse al garete, no sin antes sacar partido y ganar unos cuantos millones. 

Sí, a estas alturas uno tiene la noción de que no se ha enterado de nada y servidor ha tenido que repasar algunos fragmentos de la película para hacerse una idea (más o menos) clara de qué diablos le están contando; y aun así probablemente haya comprendido apenas la mitad de lo que se relata. Pero esto no es lo interesante: asumamos que hacen falta estudios de posgrado para enterarse de lo que dialogan los personajes, pero lo que subyace en esos diálogos es lo que importa. Y es que la película nos habla de una "gran apuesta", sí, de un gran fraude, un timo a escala mundial y ante el que las autoridades gubernamentales apenas pueden hacer nada (a menos que sea "rescatar" a los peces gordos de las empresas, sociedades y bancos que provocaron tal desaguisado... mientras millones de personas "normales" perdían sus bienes). Hay una historia "humana" que aparece en los intersticios del galimatías económico: la sensación de que unos cuantos hacen negocio mientras mucha gente con esas hipotecas y esos bonos basura lo perderán todo. De ahí el dilema ético de algún personaje, el disgusto de otro ante las celebraciones de quienes saben que van a enriquecerse... o la descarada fruición de quienes no dudan que sacarán tajada: "no les dije que fuera a ser el héroe de esta historia, amigos", dirá uno de los personajes en dirección a los espectadores. Pues he aquí también, junto a la propia historia que se cuenta, otro elemento destacable de la película: cómo se cuenta. Una voz en off (uno de los personajes) pone en antecedentes al espectador, algunos personajes no dudan en romper la cuarta pared para dirigirse a cámara y decir aquello que piensan (o decirlo con mayor franqueza), mientras que en ocasiones aparecen personajes reales y famosos (de Margot Robbie a Selena Gómez) para "explicarle" al espectador aquellos términos económicos que no conoce. Y, por ejemplo, resulta especialmente graciosa la aparición de Robbie, a quien viéramos hace un par de años de esposa del "lobo de Wall Street" Jordan Belfort; de hecho, es inevitable recordar la película de Martin Scorsese mientras uno visiona esta otra cinta. Personalmente me parece un acierto este recurso dramático, que rompe en parte la densidad expositiva y aporta un punto de comedia a lo que intuimos que poco a poco se convertirá en tragedia. Más incómodos resultan los movimientos de cámara, tan desasosegantes como lo que se cuenta, y que pueden cansar al espectador (más aún si te sitúas en las primeras filas de una sala).



La película convierte en virtud lo que inicialmente es dificultad expositiva y logra que las dos horas (algo largas) no sean (demasiado) pesadas. A ello ayudan que los actores, prácticamente todos ellos, son muy convincentes con sus interpretaciones, de modo que te "crees" lo que dicen, sienten e incluso ocultan en sí mismos. Vaya cuarteto de personalidades, se dirá, tenemos en los personajes que encarnan Bale, Carell, Pitt y Gosling, sin dejar a un lado a los asistentes de Carell o los dos jóvenes inversores que acuden a Pitt. Lo que parece abstruso se compensa con un montaje dinámico y ágil (quizá lo mejor del filme en cuanto a sus "prestaciones") y un buen uso de la banda sonora. Y todo para que se pueda "digerir" lo que inevitablemente es una tragedia. Te quedas con la sensación de que esa historia de fraude y codicia no tardará en repetirse (si es que no lo está haciendo ya) y que en cualquier momento el mundo puede irse otra vez al garete, económicamente hablando. A fin de cuentas, comenta uno de los personajes al final de la película, pase lo que pase los inmigrantes y los pobres acabarán pagando los platos rotos de cualquier nueva crisis que se produzca. O, si no, se dirá que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades...

Una película que, por qué no, cabría etiquetar dentro del género de terror.

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