10 de abril de 2015

Reseña de La cripta de Franco. Viaje por la memoria y la cultura del franquismo, de Jeremy Treglown

Redacté un informe de lectura sobre este libro que finalmente publicó la Editorial Ariel. La reseña resultante se basa en el informe del libro original en inglés, por lo que pueden variar los títulos de algunos epígrafes respecto a la versión castellana. 

Este es un libro que está especialmente enfocado a un público no español. Obviamente ello sucede con prácticamente todo lo que se publica allende nuestras fronteras, pero leyendo este original se tiene la sensación de que el autor no ha estado pensando específicamente en el lector español, sino en un público básicamente anglosajón, curioso por las diatribas que le llegan acerca de los dimes y diretes en torno a la guerra civil española, Franco y el legado en la actualidad. Eso es una ventaja, pues puede desarrollar su texto con absoluta libertad, sin apriorismos coyunturales ni mediáticos y sabiendo que nadie, o prácticamente nadie, le va a enmendar la plana entre el gran público. Y es también, inevitablemente, un inconveniente si pensamos en una posible traducción: el lector español conoce la materia de este libro, la conoce muy bien, y por tanto no le sorprenderá e incluso llegará a la conclusión de que no le aporta nada nuevo. Sin embargo, el libro sistematiza y resume, con una buena estructura y un estilo ameno que enseguida atrapa, diversas cuestiones en torno a historia, memoria histórica, historiografía, cine, literatura y arte.

Jeremy Treglown
Estructurado en dos partes –“Lugares y visiones” y “Relatos e historias” (1)–, tras un prólogo sobre la “mala memoria” (histórica) (2), el libro de Treglown trata el legado de Franco y el franquismo en la actualidad, cómo el arte, la literatura y el cine de la época y posterior se forjaron y modelaron una visión del conflicto civil y de la dictaduras franquista. La primera parte tiene que ver con lo tangible en cuanto a monumentalidad, espacios de memoria y visión del arte. Como el autor no es español, su relato de la cuestión de las fosas comunes (cap. 2) no está “contaminado” por las disputas partidistas que suelen estar a la orden del día en nuestro país. El capítulo 3, dedicado a los “pantanos del cocodrilo" (3), resulta curioso pues en España suele hablarse de los logros de la dictadura, siendo la construcción de presas uno de los más repetidos. El pantano sirve de metáfora de los avances en cuanto a infraestructuras que el régimen franquista realizó, pudiéndose añadir los ferrocarriles, las autopistas o el despegue industrial, y el lector hispano podrá leerlo con interés, tanto si se acerca con la idea de que se rompan mitos como si llega prevenido y dispuesto a conocer una (que no necesariamente “la”) realidad. El Valle de los Caídos ejemplifica el debate sobre la memoria histórica en cuanto a conmemoración, museización del pasado histórico y, en consecuencia, la cuestión de la propaganda y la manipulación política del régimen franquista, y se trata en el capítulo 4, y con detalle. Quizá el capítulo 5, con la cuestión del arte en la posguerra y focalizando la atención en la obra de Eduardo Chillida, Antoni Tàpies, Antonio Saura y Manolo Millares, pueda quedar algo más inconexo; pero es en la visión del arte que se promueve desde el régimen y el trabajo de los artistas en un silencio al margen de los canales oficiales, donde se incide especialmente en el lugar del arte abstracto como refugio de memoria, de resistencia y de exilio interior. 

La segunda parte del libro se centra en debates y visiones personales, en el storytteling en torno a la construcción de la imagen y el relato de y sobre el franquismo: historiografía (capítulo 6), novela durante el franquismo (7), cine (8), memoria (9) y la novela de las generaciones que no vivieron la guerra (10). Así, en el apartado de las “guerras por la historia”, el autor se centra en las diatribas en torno a la polémica surgida con la publicación de algunos tomos del Diccionario Biográfico Español en 2011 (4), a la figura emergente y controvertida de Pío Moa (historiador (5) que involucionó desde un marxismo revolucionario a una reivindicación de los “logros” del franquismo para España) o a la cuestión del tipo de relato histórico que sobre la guerra civil y la dictadura se enseña en las aulas. Interesantísimo, aunque probablemente aportando pocas novedades, resulta el capítulo dedicado a la novela de posguerra, de los años 40 a 70 (Luis Romero, Camilo José Cela, Max Aub, Ramón J. Sender, Ramón Barea (6), José María Gironella, Carmen Laforet, Rafael Sánchez Ferlosio y Juan Benet (7)), así como a autores de memorias como Agustín de Foxá o Wenceslao Fernández Flórez). Del mismo modo, resulta enormemente interesante el capítulo dedicado al cine (ya desde el régimen con productos propagandísticos como Raza o desde la crítica de directores como Lus García Berlanga, Luis Buñuel o Carlos Saura), incidiendo también en la revisión de tópos cinematográfico-literarios en Pedro Almodóvar, Víctor Erice, Manuel Gutiérrez Aragón, José Luis Borau y David Trueba o el documentalismo de Basilio Martín Patino. Treglown repasa el memorialismo y la de autores como Jorge Semprún, Miguel Delibes y Juan Benet en el capítulo 9, dejando a la hornada de la segunda generación después de la guerra civil (Juan Marsé, Alberto Méndez) y los autores pos-Transición (de Almudena Grandes a Javier Cercas, pasando por Javier Marías y Manuel Lope) para el capítulo 10. En el epílogo, Treglown llega al año 1968, al triunfo de Massiel en Eurovisión (que es también el inicio de la trama de la serie Cuéntame cómo pasó) y al lugar que actualmente ocupa el franquismo en el imaginario colectivo.

Como se puede comprobar, el libro es amplio, tremendamente interesante por los diversos temas que trata. Y al lector hispano, en este caso, le vendrán a la cabeza cuestiones como la Ley de la Memoria Histórica (2007), el eterno debate sobre las fosas comunes (“remover”, un verbo que suele utilizarse al respecto y a menudo cuando se pregunta a la generación de nuestros padres), el futuro del Valle de los Caídos; las guerras historiográficas (Moa, Vidal, Zavala… contra historiadores académicos como Viñas, Preston, Juliá, Aróstegui, Casanovas…); novelas recientes de Almudena Grandes como El corazón helado y sus Episodios de una Guerra Interminable (8), de Javier Cercas como Soldados de Salamina, de Antonio Muñoz Molina como La noche de los tiempos o de Benjamín Prado como Mala gente que camina… y un largo etcétera; o el comentario que suele decirse cuando se publica alguna película que toca el pasado más o menos reciente: “ufff, otra película sobre la guerra civil…”. En este sentido, el libro, yendo más allá de tópicos y comentarios más o menos afortunados, incide en el lugar que siguen teniendo (y tendrán) la memoria, la conmemoración, la justicia o la condena del franquismo.


Notas

(1) “Stories and histories” en el original, diferenciándose en inglés entre relatos e historia como disciplina, un juego de palabras intraducible.

(2) Y entrando también en una dicotomía subyacente entre la amnesia y la manipulación histórica.

(3) “Hasta luego, cocodrilo...”, como dice la canción popular.

(4) Uno de cuyas consecuencias fue la publicación del, así publicitado por la editorial, “contradiccionario” coordinado por Ángel Viñas, titulado En el combate por la historia (Pasado y Presente, 2012), elaborado por una serie de historiadores críticos con los resultados del Diccionario Biográfico Español dirigido por Gonzalo Anes desde la Real Academia de la Historia.

(5) Dependiendo del punto de vista del resto de la comunidad historiográfica o de los medios de comunicación afines o contrarios.

(6) Aub, Sender y Barea desde el exilio exterior

(7) Gironella, Sánchez Ferlosio, Laforet y Benet en España.

(8) Inés y la alegría y El lector de Julio Verne, ya publicados [añadiríamos, con posterioridad a la redacción de este informe/reseña, Las tres bodas de Manolita].

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