1 de abril de 2015

Crítica de cine: National Gallery. de Frederick Wiseman

Visitar un museo (cuando uno va por placer, no por obligación) es una experiencia personal: cada cual sigue una hoja de ruta particular, escoge unas salas o unas obras favoritas por encima de otras, deja una sala determinada para una visita posterior, revive las primersa sensaciones, asume que es imposible verlo "todo" y que hay que priorizar unos determinados cuadros, se escoge una exposición temporal antes que la colección permanente, se sienta uno delante de un cuadro y lo devora de tal manera que no se le escapa ningún detalle. Pero un museo es también todo aquello que no (necesariamente) está expuesto al público, que no es visible o que transcurre en salas de reuniones, en los almacenes, en las salas de restauración o en los despachos. Como visitantes, acudimos a los museos a pasear por unas salas en las que todo ha sido dispuesto para nuestra observación y disfrute, pero antes de ello ha habido un proceso de planificación, restauración, colocación y ordenación, ya sea de una exposición temporal, una sala o una panorámica de un pintor o un período determinado. Hay muchas personas que trabajan en un museo para que, cuando abra sus puertas, podamos contemplar aquello que habremos visto centenares de veces en libros, catálogos o documentales y películas. Conocer la National Gallery de Londres, que sería el equivalente británico del Museo del Prado español y que reúne una colección permanente de 2.300 cuadros (que a su vez abarcan un período cronológico entre el siglo XIII y finales del XIX), es quizá uno de los requisitos que todo turista que visita la capital británica tiene apuntado en su agenda. Pero quizá no la volvamos a ver (si la hemos visitado en alguna ocasión) del mismo modo tras el visionado de este documental de Frederick Wiseman.

National Gallery es un paseo de tres horas por una amplísima variedad de rincones, espacios, salas, despachos y lugares de trabajo de este museo. Durante tres horas (que no se hacen nada largas) y aparentemente sin una trama predeterminada, Wiseman nos permite conocer múltiples detalles y aspectos que suceden en un museo como el londinense: desde las reuniones de presupuesto, pasando a las discusiones entre conservadores y staff administrativo, las visitas guiadas por determinadas salas, las conferencias alrededor de un pintor o un cuadro concreto, el proceso de restauración de un cuadro, el trabajo diario de uno de esos restauradores (ya sea relacionado con la pintura en sí, las complejidades de la ornamentación de un marco o la explicación de una radiografía del Retrato de Frederick Rihel a caballo de Rembrandt, que a su vez nos permite ver lo que hay pintado en una tela a diversos niveles) o la instalación de un mueble que alberga un retablo (y los problemas que supone si la iluminación no es la adecuada o el propio mueble no ha sido repensado antes; véase un fragmento de esta secuencia en Vimeo).


Wiseman, que rodó un centenar largo de horas de metraje, consigue que el espectador, invisible para las personas que visitan/trabajan en/dirigen la National Gallery, se meta en el propio cuadro que supone la pantalla de cine y sea testigo de todo tipo de situaciones y reacciones: de los visitantes en una conferencia en petit comité en las dependencias interiores del museo y realizada por un restaurador que explica el proceso que acompaña a la reparación de una pintura, a los asistentes a una performance de danza y que forma parte de los actos de una exposición permanente de Tiziano; de los rostros de personas anónimas que contemplan un cuadro a las explicaciones a diversos niveles (para niños, para estudiantes universitarios, para señores mayores) que se realizan alrededor de un cuadro; de cómo describir el cuadro El Boulevard Montmartre de noche de Camille Pissarro a un grupo de invidentes a través de reproducciones en relieve a la cuestión de la luz en Sansón y Dalila de Rubens (sobre todo si nos explican dónde estaba originalmente esa pintura y el proceso que realizó el pintor en sus últimas fases in situ); de la lectura de un poema a la dramatización alrededor de dos cuadros de Tiziano sobre Diana y Acteón; de la metáfora que subyace en el mar en El Temerario remolcado a dique seco de Turner al debate entre un conservador y unos visitantes extranjeros respecto a la realidad o la inveción de la partitura que la figura femenina de La canción de amor de Watteau muestra al personaje que toca o empieza a tocar la guitarra, o lo que subyace en Los embajadores de Holbein y la psicología en el rostro de Cristina de Dinamarca, en un retrato también de Holbein, imagen que Enrique VIII encargó al pintor para conocer a quien valoraba como posible esposa tras el fallecimiento de Jean Seymour.Y un larguísimo etcétera...



Wiseman, que ya tiene 85 años y ha realizado diversos y aclamados documentales, asume las labores de director, montador y director de sonido en una película en la que destaca sobre todo la variedad de miradas sobre pinturas y personas, sin banda sonora (todo es sonido directo) y en el que es fácil quedar atrapado por la fascinación del arte (entrevista con el director). Arte en palabras mayúsculas y que desborda la capacidad del visitante que acude a un museo y se encuentra ante una sucesión de maravillas sobre lienzo. No es una película para todos los públicos pero sí para todo aquel interesado en el arte, en sus diversas facetas y a diversos niveles. Quizá no sea un espectador especialista en pintura, museística, ornamentación de marcos o presupuestos económicos, pero desde luego quedará seducido por asistir a muchos eventos relacionados con el arte pictórico, a diversas explicaciones y conferencias, a charlas entre especialistas y conservadores... aunque no sepa nada sobre lo que hablan ni tenga necesidad de saberlo. Este es un viaje que sólo requiere una cosa: curiosidad. Añadamos la pasión por la pintura, el interés por los detalles y el ansia de saber más. Si eres ese espectador, este documental,. aunque dure tres horas, te atrapará. Y nada más salir de la sala de cine pensarás en mirar horarios de vuelos en Internet para viajar a Londres...

Exquisito y apasionante documental que, además, merece verse en pantalla grande (si es posible). Una experiencia única...

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