Dentro de su programación especial dedicada a la Primera Guerra Mundial –prevista hasta 2018; si es que cuando los
British se ponen manos a la obra…–, y tras otras miniseries como 37 Days
(el camino, desde la muerte del archiduque austro-húngaro, hacia las
declaraciones de guerra de finales de julio y agosto de 1914, y The Crimson
Field (un grupo de enfermeras en primera línea), la BBC estrenó hace dos
semanas Our World War: miniserie de tres episodios que recoge
experiencias reales de combate de soldados británicos durante la guerra.
Tres episodios, por desgracia sólo tres, de una calidad altísima que
escoge tres momentos bélicos: las batallas de Mons (23 de agosto de
1914), del Somme (julio de 1916) y de Amiens (agosto de 1918), aunque
desde puntos de vista y enfoques muy particulares. Así, el primer
episodio se centra en la defensa de un puente (y posterior retirada) a
cargo de un grupo de batallón británico que subestimó la capacidad
ofensiva de los alemanes en el canal de Mons; el segundo episodio nos
narra las desventuras de un batallón de soldados de Manchester –los
Manchester Pals («camaradas»)– en un flanco del Somme y tocando el
espinoso tema de la deserción; y el último episodio acompaña a la
tripulación de un tanque durante la ofensiva de Amiens, que desbarataría
las defensas de los alemanes en el frente franco-belga. Se trata, pues,
de la guerra en el frente occidental desde el punto de vista y
protagonizada por soldados británicos. Soldados que sobrevivieron
(algunos) y dejaron por escrito sus recuerdos de aquella guerra, de
«nuestra guerra mundial». Y qué pena que sean sólo tres episodios…
A nivel histórico, la miniserie británica muestra un panorama completo de la guerra, que sobrevuela en su amplitud los tres episodios, buscando en los casos particulares una manera de acercarse a la complejidad y contradicciones de sucesos concretos. Como ya sucediera en 37 Days, se trata de la óptica británica, con una mentalidad y una aproximación británicas a una guerra que los ingleses sintieron como «suya», y en la que nueve millones de soldados del Reino Unido y de la Commonwealth lucharon, no regresando a sus hogares un millón de ellos. Pero, lejos de presentarnos una imagen chovinista del conflicto, los creadores de la serie tratan de tener una mirada abierta, ahondando en las dificultades que se presentaron en una guerra que se preveía corta y que se alargó durante más de cuatro años, y no rehuyendo los aspectos que, desde la perspectiva que ofrece el siglo de distancia, fueron polémicos… y nos parecen polémicos.
Las tramas de los tres episodios son aparentemente sencillas en su desarrollo: las tres siguen un parámetro similar en cuanto a la sucesión de secuencias de acción con otras de corte más pausado y dramático, e incluso con momentos emotivamente intensos que no caen en un sentimentalismo barato. El espectador se deja llevar por el brío de las secuencias de combate, narradas con una tremenda agilidad, con un diseño de sonido que puede parecer anacrónico (un score muy del siglo XXI para acompañar escenas de hace un siglo) y la inclusión de canciones de PJ Harvey («Big Exit») o The Cinematic Orchestra («To Build a Home») que, sorprendentemente, resultan ser bien escogidas y «conectar» con aquello que se ve y que se supone que «sucedió» hace cien años. De este modo, por ejemplo, cuando en el primer episodio un pelotón de soldados se topan, en la noche del 21 de agosto de 1914, con un pequeño grupo de refugiados belgas a las afueras de Mons, y se dispara una bala contra un farol, escuchar de fondo la canción de Harvey («Look out ahead / I see danger come / I want a pistol / I want a gun / I'm scared baby / I wanna run / This world's crazy / Give me the gun») no sólo no chirría sino que resulta de lo más adecuado tras el diálogo del oficial al mando británico: «Bien, muchachos, creo que es posible que el teniente M.J. Dease de la Compañía C, 4º batallón de los Fusileros de Su Majestad, haya disparado la primera bala británica de toda esta puñetera guerra»; dejando de lado incluso que las bombas austro-húngaras comenzaran a caer sobre Belgrado tres semanas atrás o que los belgas resistieran desde principios de mes la invasión alemana. Del mismo modo, en el tercer episodio, la canción de The Cinematic Orchestra se oye de fondo cuando el soldado Chas Rowland piensa en volver a casa («There is a house built out of Stone / Wooden floors, walls and window sills / Tables and chairs worn by all of the dust / This is a place where I don't feel alone / This is a place where I feel at home») mientras lee una carta que (aparentemente) es para su esposa.
Un diseño de sonido, pues, que sorprende, pero que es la punta del iceberg de un constructo visual que recuerda al espectador películas como Platoon de Oliver Stone, La chaqueta metálica de Stanley Kubrick o Redacted de Brian de Palma; el opening de los tres episodios constituye una declaración de intenciones. El efecto bullet time (como en Matrix de los hermanos Wachowski), cámaras subjetivas o sobre el hombro, primeros planos de soldados apuntando con su fusil a la cámara (al espectador, de hecho, al enemigo que no podemos ver y que en ese momento visualizamos), gráficos, infografías en movimiento, imágenes de archivo, planos y mapas detallados que se insertan en la pequeña pantalla o, ya en el tercer episodio, la cámara como un plano subjetivo sobre el que algunos personajes marcan algunos puntos del mapa «real» que están manejando. Todos estos juegos visuales y de pantalla «incrustan» al espectador en la narración del episodio, que asimismo se erige en híbrido de ficción y documental, e incluso de videojuego, un docudrama particular con una fotografía sucia y rugosa, con colores apagados (verdes, azules y marrones muy gastados), y en la que la propia sangre es de un color y una viscosidad que parecen muy «reales». En definitiva, el ritmo, el movimiento de cámara(s), la caótica percepción del combatiente que no sabe muy bien qué está sucediendo a su alrededor, los juegos visuales… nos aproximan a una manera de retratar la guerra en primera línea que evoca las películas anteriormente citadas o un estilo de cine bélico que el espectador rápidamente reconoce. Sabes que estás viendo un momento de la Primera Guerra Mundial y «te parece» que estás viviendo la guerra de Vietnam o combates contra la insurgencia iraquí. Vivacidad en estado puro. La miniserie, además, se imbrica con las narraciones transmedia y presenta un episodio interactivo on line: la historia del 1er batallón de South Staffordshire durante la batalla de High Wood, en el Somme.
Pero no dejamos de lado qué se nos cuenta y cómo. Y se relatan sensaciones, momentos y controvertidas situaciones de la Gran Guerra, vividas, narradas y recordadas por soldados que estuvieron allí. Así, en el primer episodio se cuenta una retirada que en sí fue un fracaso y una humillación para la Fuerza Expedicionaria Británica, minoritaria frente a los gigantescos ejércitos francés y alemán: la retirada de los puentes del canal de Mons tras una cruenta defensa (en dos de sus puentes) que el mando británico no supo calibrar. «Recordarán que nos hemos retirado», comenta uno de los supervivientes al final del episodio; pero antes hemos visto la arrogancia de un regimiento de soldados profesionales, practicando con la ametralladora y que subestiman la ofensiva de un ejército alemán formado por soldados de reemplazo. En el segundo episodio, por otro lado, se muestra la camaradería de esos «Pals» de Manchester, que se unieron a la guerra para luchar juntos; el valor de un pelotón cuyos integrantes se protegen unos a otros, así como el deber y la culpa; la narración se fragmenta entre lo que se ve en pantalla y que no dejan de ser largos flashbacks del soldado Paddy Kennedy, que recuerda y conversa con un capellán castrense (y comandante). El tema del horror a lo desconocido en medio de las trincheras y los bombardeos de la batalla del Somme da paso a la cuestión de la deserción: «El enemigo de la victoria no es la deserción, Paddy. El enemigo de la victoria es la posibilidad de desertar», concluye el capellán, mientras Paddy se pregunta varias veces si es cierto que en un pelotón de fusilamiento una de las balas que se dispara es de fogueo; al respecto de la deserción, es muy recomendable el libro Desertores de Charles Glass (Ariel, 2014), que recoge las experiencias de tres soldados durante la Segunda Guerra Mundial. La neurosis de guerra surge, pues, como telón de fondo en un episodio que transcurre dos años después del inicio de las matanzas sin sentido en los campos de Flandes, parafraseando el poema de John McCrae («En los campos de Flandes / crecen las amapolas. / Fila tras fila / entre las cruces que señalan nuestras tumbas. / Y en el cielo aún vuela y canta la valiente alondra, / escasamente oída por el ruido de los cañones»; escrito en mayo de 1915).
El tercer y último episodio, con un tono
evocador hacia el final del mismo, traslada al espectador a la etapa
final de la guerra en el frente occidental, con la tripulación del tanque «Niveleur» que participa en la batalla de Amiens; de los 420
tanques, la nueva arma que debía acabar de una vez con el estatismo de
las trincheras y las operaciones que apenas avanzan/retroceden unos
centenares de metros, que participaron en esa batalla, sólo 38
consiguieron sobrevivir. «¿Dónde está todo el mundo?», pregunta el
teniente al mando del tanque tras llegar a su punto de destino sobre el
mapa, y descubrir que no ha regresado nadie más; por el camino los
hombres del «Niveleur» han tenido que abandonar a uno de sus hombres,
herido, tras una feroz escaramuza con el enemigo, y –en una secuencia
que recuerda momentos de Salvar al soldado Ryan de Steven Spielberg–,
enfrentarse cara a cara con la salvaje naturaleza de la guerra: un
soldado alemán se rinde delante de ellos, apenas un muchacho
adolescente, y ninguno de ellos tiene el valor de matarlo, a pesar de la
orden de no capturar prisioneros. En este episodio, además, se hace más
evidente la necesidad de regresar a casa, tras cuatro largos años de
combates que han sangrado a la población británica; las ilusiones de las
primeras semanas quedaron enterradas en las trincheras y el componente
profesional de los soldados de la FEB ha dado paso a una conscripción
universal que provoca enfrentamientos en el suelo patrio (el pacifismo
jugó una baza esencial en el Reino Unido, como relata Adam Hochschield
en Para acabar con todas las guerras: una historia de lealtad y
rebelión, 1914-1918, Ediciones Península, 2013). También han surgido las
querellas entre los miembros de la tripulación del tanque: en un
momento de tensión, el mecánico Weston le dice al soldado Dodds –dos de
cuyos hermanos han desaparecido en combate– que en casa, en Inglaterra,
nadie quiere saber nada de lo que sucede en los campos de batalla:
«Habéis estado tanto tiempo fuera que se han olvidado de vosotros.
Cuando regreses, Dodds, sólo verán a otro soldado de mierda con otra
puta historia que nadie querrá escuchar».
Como Unsere Mütter, Unsere Vätter, la miniserie alemana de 2013 que se estrenó por nuestra lares con el título Hijos del Tercer Reich, Our World War nos acerca, a ras de suelo, a la guerra y su terrible rostro; a los miedos del soldado en combate, a las experiencias que nunca se imaginaron quienes se alistaron con alegría en agosto de 1914. Por el camino se encontraron la guerra de trincheras y días como el primero de la batalla del Somme, cuando los británicos sufrieron más de 57.000 bajas (de las cuales casi 20.000 fueron muertos), constituyendo el episodio bélico más sangriento de la historia británica. La miniserie de la BBC, huyendo de la grandilocuencia y la parafernalia de cierto cine estadounidense, muestra el heroísmo y el valor de los combatientes, las experiencias reales de soldados, así como el reverso oscuro de la guerra, de una manera como nunca habían imaginado. El resultado es una excelente y visualmente muy atractiva propuesta serial a la que vale la pena acercarse. Mucho.
A nivel histórico, la miniserie británica muestra un panorama completo de la guerra, que sobrevuela en su amplitud los tres episodios, buscando en los casos particulares una manera de acercarse a la complejidad y contradicciones de sucesos concretos. Como ya sucediera en 37 Days, se trata de la óptica británica, con una mentalidad y una aproximación británicas a una guerra que los ingleses sintieron como «suya», y en la que nueve millones de soldados del Reino Unido y de la Commonwealth lucharon, no regresando a sus hogares un millón de ellos. Pero, lejos de presentarnos una imagen chovinista del conflicto, los creadores de la serie tratan de tener una mirada abierta, ahondando en las dificultades que se presentaron en una guerra que se preveía corta y que se alargó durante más de cuatro años, y no rehuyendo los aspectos que, desde la perspectiva que ofrece el siglo de distancia, fueron polémicos… y nos parecen polémicos.
Las tramas de los tres episodios son aparentemente sencillas en su desarrollo: las tres siguen un parámetro similar en cuanto a la sucesión de secuencias de acción con otras de corte más pausado y dramático, e incluso con momentos emotivamente intensos que no caen en un sentimentalismo barato. El espectador se deja llevar por el brío de las secuencias de combate, narradas con una tremenda agilidad, con un diseño de sonido que puede parecer anacrónico (un score muy del siglo XXI para acompañar escenas de hace un siglo) y la inclusión de canciones de PJ Harvey («Big Exit») o The Cinematic Orchestra («To Build a Home») que, sorprendentemente, resultan ser bien escogidas y «conectar» con aquello que se ve y que se supone que «sucedió» hace cien años. De este modo, por ejemplo, cuando en el primer episodio un pelotón de soldados se topan, en la noche del 21 de agosto de 1914, con un pequeño grupo de refugiados belgas a las afueras de Mons, y se dispara una bala contra un farol, escuchar de fondo la canción de Harvey («Look out ahead / I see danger come / I want a pistol / I want a gun / I'm scared baby / I wanna run / This world's crazy / Give me the gun») no sólo no chirría sino que resulta de lo más adecuado tras el diálogo del oficial al mando británico: «Bien, muchachos, creo que es posible que el teniente M.J. Dease de la Compañía C, 4º batallón de los Fusileros de Su Majestad, haya disparado la primera bala británica de toda esta puñetera guerra»; dejando de lado incluso que las bombas austro-húngaras comenzaran a caer sobre Belgrado tres semanas atrás o que los belgas resistieran desde principios de mes la invasión alemana. Del mismo modo, en el tercer episodio, la canción de The Cinematic Orchestra se oye de fondo cuando el soldado Chas Rowland piensa en volver a casa («There is a house built out of Stone / Wooden floors, walls and window sills / Tables and chairs worn by all of the dust / This is a place where I don't feel alone / This is a place where I feel at home») mientras lee una carta que (aparentemente) es para su esposa.
Trabajo de infografía y gráfico sobre pantalla en el primer episodio, «The First Day»:
Un diseño de sonido, pues, que sorprende, pero que es la punta del iceberg de un constructo visual que recuerda al espectador películas como Platoon de Oliver Stone, La chaqueta metálica de Stanley Kubrick o Redacted de Brian de Palma; el opening de los tres episodios constituye una declaración de intenciones. El efecto bullet time (como en Matrix de los hermanos Wachowski), cámaras subjetivas o sobre el hombro, primeros planos de soldados apuntando con su fusil a la cámara (al espectador, de hecho, al enemigo que no podemos ver y que en ese momento visualizamos), gráficos, infografías en movimiento, imágenes de archivo, planos y mapas detallados que se insertan en la pequeña pantalla o, ya en el tercer episodio, la cámara como un plano subjetivo sobre el que algunos personajes marcan algunos puntos del mapa «real» que están manejando. Todos estos juegos visuales y de pantalla «incrustan» al espectador en la narración del episodio, que asimismo se erige en híbrido de ficción y documental, e incluso de videojuego, un docudrama particular con una fotografía sucia y rugosa, con colores apagados (verdes, azules y marrones muy gastados), y en la que la propia sangre es de un color y una viscosidad que parecen muy «reales». En definitiva, el ritmo, el movimiento de cámara(s), la caótica percepción del combatiente que no sabe muy bien qué está sucediendo a su alrededor, los juegos visuales… nos aproximan a una manera de retratar la guerra en primera línea que evoca las películas anteriormente citadas o un estilo de cine bélico que el espectador rápidamente reconoce. Sabes que estás viendo un momento de la Primera Guerra Mundial y «te parece» que estás viviendo la guerra de Vietnam o combates contra la insurgencia iraquí. Vivacidad en estado puro. La miniserie, además, se imbrica con las narraciones transmedia y presenta un episodio interactivo on line: la historia del 1er batallón de South Staffordshire durante la batalla de High Wood, en el Somme.
El punto de vista subjetivo del arma a lo largo del 2º episodio, «Pals»:
Pero no dejamos de lado qué se nos cuenta y cómo. Y se relatan sensaciones, momentos y controvertidas situaciones de la Gran Guerra, vividas, narradas y recordadas por soldados que estuvieron allí. Así, en el primer episodio se cuenta una retirada que en sí fue un fracaso y una humillación para la Fuerza Expedicionaria Británica, minoritaria frente a los gigantescos ejércitos francés y alemán: la retirada de los puentes del canal de Mons tras una cruenta defensa (en dos de sus puentes) que el mando británico no supo calibrar. «Recordarán que nos hemos retirado», comenta uno de los supervivientes al final del episodio; pero antes hemos visto la arrogancia de un regimiento de soldados profesionales, practicando con la ametralladora y que subestiman la ofensiva de un ejército alemán formado por soldados de reemplazo. En el segundo episodio, por otro lado, se muestra la camaradería de esos «Pals» de Manchester, que se unieron a la guerra para luchar juntos; el valor de un pelotón cuyos integrantes se protegen unos a otros, así como el deber y la culpa; la narración se fragmenta entre lo que se ve en pantalla y que no dejan de ser largos flashbacks del soldado Paddy Kennedy, que recuerda y conversa con un capellán castrense (y comandante). El tema del horror a lo desconocido en medio de las trincheras y los bombardeos de la batalla del Somme da paso a la cuestión de la deserción: «El enemigo de la victoria no es la deserción, Paddy. El enemigo de la victoria es la posibilidad de desertar», concluye el capellán, mientras Paddy se pregunta varias veces si es cierto que en un pelotón de fusilamiento una de las balas que se dispara es de fogueo; al respecto de la deserción, es muy recomendable el libro Desertores de Charles Glass (Ariel, 2014), que recoge las experiencias de tres soldados durante la Segunda Guerra Mundial. La neurosis de guerra surge, pues, como telón de fondo en un episodio que transcurre dos años después del inicio de las matanzas sin sentido en los campos de Flandes, parafraseando el poema de John McCrae («En los campos de Flandes / crecen las amapolas. / Fila tras fila / entre las cruces que señalan nuestras tumbas. / Y en el cielo aún vuela y canta la valiente alondra, / escasamente oída por el ruido de los cañones»; escrito en mayo de 1915).
Más juegos visuales: el mapa en el tercer episodio, «War Machine»:
Del mapa en papel... |
... al mapa subjetivo (la cámara). |
Y al llegar... no había nadie. |
Como Unsere Mütter, Unsere Vätter, la miniserie alemana de 2013 que se estrenó por nuestra lares con el título Hijos del Tercer Reich, Our World War nos acerca, a ras de suelo, a la guerra y su terrible rostro; a los miedos del soldado en combate, a las experiencias que nunca se imaginaron quienes se alistaron con alegría en agosto de 1914. Por el camino se encontraron la guerra de trincheras y días como el primero de la batalla del Somme, cuando los británicos sufrieron más de 57.000 bajas (de las cuales casi 20.000 fueron muertos), constituyendo el episodio bélico más sangriento de la historia británica. La miniserie de la BBC, huyendo de la grandilocuencia y la parafernalia de cierto cine estadounidense, muestra el heroísmo y el valor de los combatientes, las experiencias reales de soldados, así como el reverso oscuro de la guerra, de una manera como nunca habían imaginado. El resultado es una excelente y visualmente muy atractiva propuesta serial a la que vale la pena acercarse. Mucho.
Buena reseña. Me falta el último.
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