Los cinco bloggers íbamos con algunas ideas ya en la cabeza y las primeras preguntas planteadas a las autoras fueron quizá las más previsibles, pero también las que un lector tiene en la cabeza cuando coge un ejemplar de la novela, lee la sinopsis (una trama ambientada en el París de 1625) y piensa, por ejemplo, en la referencia de Alexandre Dumas. Y así, Pilar Alonso (Anika Entre Libros) preguntó directamente qué le debían las autoras a Dumas. La respuesta era evidente: mucho, ambas son enamoradas del autor francés, de su novela mosquetera, de la ambientación. Dejaron claro que, a diferencia del autor galo, ellas buscaban un estilo y un lenguaje que sonara a decimonónico (sobre lenguajes volvimos más adelante), y que habían dejado algunas pistas, introduciendo algunos cameos (Tréville, por ejemplo), como guiños al lector y homenaje a Dumas. En mi primera intervención les pregunté sobre el equilibrio entre el elemento histórico y el esotérico en un género tan estanco como la novela histórica y hasta qué punto ese elemento fantástico podía sorprender o incluso molestar a lectores hard del género. Ambas comentaron que la suya es una novela de intriga en otra época y que no es la clásica novela histórica. Tenían muy claro el elemento esotérico de la novela, pero con una base histórica; a fin de cuentas (y estoy de acuerdo), las supersticiones, la brujería, los procesos inquisitoriales, los amuletos, los conjuros y hechizos, eran elementos de la época, sentidos, temidos y vividos por los hombres y mujeres de aquel siglo XVII. Por tanto, resultaba lógico incidir en ello para comprender las mentalidades, y describieron ambas algunas de las fuentes utilizadas, la búsqueda de datos, la documentación exhaustiva y contrastada; en definitiva, un aprendizaje constante, que les llevaba a rastrear cualquier dato para poder utilizarlo con criterio.
En este punto de la charla introdujeron la cuestión de la
documentación, ardua y que se alargó durante mucho tiempo; cuestiones
como la posibilidad (y las facilidades) de bibliotecas en Francia y
Dinamarca, a diferencia de lo que podemos conseguir por tierras hispanas
(y cualquiera que haya trabajado una tesis doctoral puede certificarlo,
sintiendo además un punto de envidia ante las posibilidades de
conseguir libros allende el Atlántico con tanta facilidad y rapidez: un
libro en una biblioteca de Iowa, en Estados Unidos, que llegó a
Copenhague en apenas tres días). Tosca y Soto comentaron aquí parte de
su proceso de trabajo en común: cuatro años de dedicación (y a
distancia, pues Tosca trabaja y vive en la capital danesa), con una
escritura en paralelo –se repartían los capítulos pero debían estar
ambas al tanto de lo que sucedía en cada uno de ellos; se los enviaban
por e-mail, los reescribían, corregían, se devolvían la una a la otra,
etc.–, de modo que nos pusieron en antecedentes de cómo escribir una
novela a cuatro manos y sobrevivir a tamaño esfuerzo. Volviendo a las
fuentes históricas, nos comentaron qué habían trabajado muchos procesos
de brujería, percatándose de las enormes diferencias de vivir en París o
en las provincias, y en cómo un proceso en la capital (y cercanías)
podía ser muy diferente de otros a centenares de kilómetros. Y lo cierto
es, les comenté, que la parte del proceso inquisitorial contra
Madeleine está muy bien trabajada en la novela, bien documentada y
reflejando las actitudes de la época alrededor de la brujería.
A continuación, el compañero de Lecturalia preguntó por el proceso
de elaboración y escritura. Ambas autoras comentaron que se conocen
desde que estudiaron juntas en la Facultad de Ciencias de la Información
de la UCM hace veinte años, que siempre han tenido unas aficiones
comunes, siendo Dumas uno de ellos y el período de la Francia de Enrique
IV y Luis XIII. Incidieron en el aprendizaje constante, la
documentación y el uso de múltiples fuentes (hasta niveles insospechados
para alguien que ve el asunto desde fuera). Cuatro años de escritura
constante, seis desde que barruntaron la novela en un bar. Cómo mantener
la relación literaria a distancia, cómo desarrollar las tramas. A este
respecto, y a una pregunta de Pepe Rodríguez de El Placer de la Lectura
sobre, en concreto, el proceso de escritura, comentaron que utilizaban
un sistema similar al de la creación de los guiones de series de
televisión: pizarras con tarjetas sin fin, trazando líneas argumentales,
desarrollando a los personajes, creando lo que es la Biblia de una
serie (es la imagen que me venía a la cabeza escuchándolas), con la
distribución por capítulos. Ambas, antes de empezar a escribir, tenían
claro cómo empezaba la novela y cómo acababa, y había pues que
desarrollar la parte central. Daniel Jerez planteó la cuestión de los
personajes, cómo trabajarlos para enganchar al lector. Tosca y Soto
tenían claro que no querían utilizarlos como elementos para soltar la
típica explicación de corte histórica; nada de saturar de información al
lector (algo que, desgraciadamente, cada vez es más común en el
género), sino que debía primar la naturalidad y verosimilitud. Al mismo
tiempo, apuntaron aspectos sobre los personajes históricos, sobre cómo
crearlos y hasta qué punto la información histórica les daba cancha para
desarrollarlos. Apuntaron la idea de que el cine y las novelas clásicas
nos han dado una imagen estereotipada de personajes como Richelieu, por
ejemplo. Contaron (algo que dejo caer en mi reseña) que en la época en
que sucede la novela el cardenal no era el todopoderoso ministro al que
estamos acostumbrados, pues apenas llevan un año y medio en el consejo y
el gobierno, era una hechura de la reina regente, con una relación
tensa con Luis XIII, que aún no confiaba del todo en él, y con una
situación comprometida para alguien que habiendo tenido una formación
militar alcanzó la púrpura cardenalicia. O la propia figura de Luis
XIII, que ellas consideraban un personaje muy complejo: tímido, muy
reservado y alejado de las extravagancias de la nobleza cortesana, y con
una sexualidad prácticamente nula o muy escasa, casado con una Ana de
Austria con la que apenas tenía tratos carnales o personales; incluso
plantearon la teoría propia de que el rey francés podía ser un
homosexual reprimido.
Con las autoras, María Soto (izquierda) y Susana Tosca. |
En esos momentos llegó el equipo de televisión, que nos comentó cómo
se realizaría la conexión en directo. Durante unos minutos se relajó el
ambiente de preguntas y respuestas, pero se mantuvo la charla con las
autoras, que estaban deseosas de seguir conversando y contando aspectos
de la novela. Se produjo la conexión (se puede ver el programa en la web
de Barcelona Televisión) y luego
retomamos la cuestión. Un par de compañeros debían regresar a sus
ciudades de origen, se planteó de nuevo la cuestión de los personajes y
la identificación con el lector, hasta qué punto eran personajes con
matices y contradicciones. Ambas comentaron sus personajes favoritos,
como por ejemplo Bernard de Serres, y cómo había evolucionado la
construcción del mismo: aunque tenían claro cómo sería –despreocupado,
ajeno a líos, deseando que lo dejen en paz–, poco a poco lo fueron
creando, aunque hubo momentos en que lo acabaron odiando; de hecho,
tiraron a la basura doscientas páginas, pues no les convencía. Dejaron
claro que no buscaban personajes estereotipos, sino complejos, con
matices y contradicciones; intervine comentando que el propio Bernard en
ocasiones hacía gala de esas contradicciones, de esos cambios de
opinión y humor, de cómo en un momento determinado decía una cosa y
luego hacía la contraria. Para ellas era normal, y tienen razón, pues el
personaje lo requiere, y la gente no es blanca o negra, pues las
circunstancias obligan a cambiar planes y a modular opiniones.
La charla se redujo a las dos autoras y tres de los blogueros y surgieron diversos temas: las actitudes de la nobleza –unos aristócratas levantiscos y conspiradores, y que anuncian la Fronda de la siguiente generación–. La sexualidad natural, como así me lo parecía, comentando Tosca y Soto la gran abundancia de documentación sobre las actitudes y comportamientos respecto el sexo, las cartas que se intercambiaban los nobles de la época; aquí hice una pequeña crítica acerca del lenguaje en ocasiones tosco y coloquial de los personajes, que ellas aceptaron de buen grado y a la que en cierto modo dieron la vuelta, pues muchas cartas de la época dejaban clara la procacidad en la manera de hablar; para ellas lo importante era utilizar expresiones que no fueran actuales, y entre ellas comentaron lo gracia que les hizo el verbo “hincar”, y en cómo lo utilizaron a menudo en la novela. Lo cierto es que mi crítica se reduce a una cuestión de gustos, aunque agradezco que sus personajes no hablen con un tono engolado o que “suena a época”, que sean naturales y digan tacos o expresiones malsonantes, pues es un elemento atemporal. Como partía con ventaja, les pregunté por detalles de algunos personajes, sobre por qué se iban de rositas, a lo que ellas contestaron con naturalidad: hay personas que a pesar de ser malévolas, se salen con la suya o salvan la cara sin problemas, y eso lo llevaron a la novela. Queda en manos del lector saber a qué nos referimos… Una de mis últimas impresiones fue acerca de que, leyendo la novela y sin saber nada de la autoría, no percibía que fueran hombres o mujeres los autores, lo cual era un detalle positivo para las autoras y editoras (que agradecieron): y es cierto, tanto da que sean mujeres u hombres los escritores, el lector entra de lleno en la novela, se deja llevar por la trama, percibe naturalidad en los personajes masculinos y femeninos.
La charla podía haber seguido, en total fueron dos horas de preguntas, respuestas y comentarios, muy a gusto y con gran interés por ambas partes: las autoras por conocer las impresiones de los lectores, y los blogueros por querer saber detalles de la creación de la novela. Se hicieron casi las ocho de la tarde, llegó el turno de las fotografías y las firmas en los ejemplares de libros, nos despedimos y nos quedó la sensación de haber sido testimonios del proceso de escritura de una novela de 1.100 páginas, larga pero bien estructurada. Una novela de verano, pero que recomiendo leer en cualquier momento. Un encuentro interesante y un buen rato comentando con escritores acerca de su libro. ¿Acaso se puede pedir algo más?
La charla se redujo a las dos autoras y tres de los blogueros y surgieron diversos temas: las actitudes de la nobleza –unos aristócratas levantiscos y conspiradores, y que anuncian la Fronda de la siguiente generación–. La sexualidad natural, como así me lo parecía, comentando Tosca y Soto la gran abundancia de documentación sobre las actitudes y comportamientos respecto el sexo, las cartas que se intercambiaban los nobles de la época; aquí hice una pequeña crítica acerca del lenguaje en ocasiones tosco y coloquial de los personajes, que ellas aceptaron de buen grado y a la que en cierto modo dieron la vuelta, pues muchas cartas de la época dejaban clara la procacidad en la manera de hablar; para ellas lo importante era utilizar expresiones que no fueran actuales, y entre ellas comentaron lo gracia que les hizo el verbo “hincar”, y en cómo lo utilizaron a menudo en la novela. Lo cierto es que mi crítica se reduce a una cuestión de gustos, aunque agradezco que sus personajes no hablen con un tono engolado o que “suena a época”, que sean naturales y digan tacos o expresiones malsonantes, pues es un elemento atemporal. Como partía con ventaja, les pregunté por detalles de algunos personajes, sobre por qué se iban de rositas, a lo que ellas contestaron con naturalidad: hay personas que a pesar de ser malévolas, se salen con la suya o salvan la cara sin problemas, y eso lo llevaron a la novela. Queda en manos del lector saber a qué nos referimos… Una de mis últimas impresiones fue acerca de que, leyendo la novela y sin saber nada de la autoría, no percibía que fueran hombres o mujeres los autores, lo cual era un detalle positivo para las autoras y editoras (que agradecieron): y es cierto, tanto da que sean mujeres u hombres los escritores, el lector entra de lleno en la novela, se deja llevar por la trama, percibe naturalidad en los personajes masculinos y femeninos.
La charla podía haber seguido, en total fueron dos horas de preguntas, respuestas y comentarios, muy a gusto y con gran interés por ambas partes: las autoras por conocer las impresiones de los lectores, y los blogueros por querer saber detalles de la creación de la novela. Se hicieron casi las ocho de la tarde, llegó el turno de las fotografías y las firmas en los ejemplares de libros, nos despedimos y nos quedó la sensación de haber sido testimonios del proceso de escritura de una novela de 1.100 páginas, larga pero bien estructurada. Una novela de verano, pero que recomiendo leer en cualquier momento. Un encuentro interesante y un buen rato comentando con escritores acerca de su libro. ¿Acaso se puede pedir algo más?
Un placer haber coincidido contigo en esta interesante mesa redonda. Buen artículo que resume la esencia de lo que fueron esas dos horas.
ResponderEliminarun abrazo.
Fue todo un gustazo estar dos horas comentando con las autoras y otros blogueros. ¡Un saludo, Daniel!
ResponderEliminarmuchas gracias por tu comentario de este acto, Oscar, igual que tu reseña, todo un lujo poder contar con lectores tan profesionales y perspicaces! :-)
ResponderEliminarMuchas gracias a vosotras, Susana y María, por el placer de poder charlar con dos escritoras y pasar tan buen rato. Al final las "críticas" eran nimias y compensadas con creces con el hecho de poder preguntaros tantas cosas. ¡Un saludo!
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