La cuadrilla de los once (Lewis Milestone, 1960), el título que se puso en castellano para el original en inglés Ocean's Eleven reunió al grupo de amigos y cantantes actores de Hollywood conocido como el Rat Pack para crear una película que dejó un poso en el imaginario colectivo: un grupo de amiguetes pasándoselo bien con una película ligera, con canciones y el tema de fondo del robo simultáneo a cinco casinos de Las Vegas. La fórmula funcionó y sirvió de inspiración para el remake de la películas, de idéntico título en inglés, y que se aleja en cuanto a la calidad. A mí la trilogía Ocean's Eleven de Steven Soderbergh, liderada por George Clooney, Brad Pitt, Matt Damon y demás siempre me ha dejado frío; evoco con nostalgia el original de Frank Sinatra, Dean Martin, Peter Lawford y compañía, así como me parece mucho más interesante como "villano" César Romero en 1960 que no Andy García en 2001. Pero cuajó la idea del grupo de amiguetes que se reúnen de vez en cuando, sin importar lo que vayan a rodar, tratando de pasárselo bien mientras trabajan y haciendo partícipe al espectador de esa diversión (a mí no, yo voy al cine a disfrutar de una buena película, no de un grupo de actores de jarana). Y eso es lo que trasluce, sin demasiado disimulo, The Monuments Men, película bélico-artística (?) que reúne a Clooney y una serie de amiguetes –Matt Damon, Bill Murray, John Goodman, Bon Balaban, Hugh Bonneville, Jean Dujardin– con la excusa de mostrar una historia real: un grupo de especialistas en arte, directores de museos, artistas estadounidenses y británicos que convencieron a Franklin D. Roosevelt en los dos últimos años de la Segunda Guerra Mundial para trasladarse a la Europa ocupada por Alemania y recuperar las obras de arte robadas por Göring y demás nazis.
"¡Qué bien nos lo pasamos!" |
Algo te huele raro ya viendo el tráiler de la película. ¿Podrá Clooney plantear una película de calidad a partir de la monografía de Robert M. Edsel (publicada en España por Destino y que cuenta con uan edición en bolsillo en Booket). El guión es del propio Clooney y de su habitual colaborador Grant Heslov y es quizá lo peor de esta película: deslavazado, da la sensación de haber cogido el texto de Edsel y cuartearlo para seleccionar aquello que interesaba, descartando lo demás. Es un tema interesante el que plantea la película, el expolio del arte europeo por parte de los nazis, especialmente el de los coleccionistas privados, muchos de ellos judíos. El Reichsmarschall Göring lideró el robo a gran escala, muchas veces con destino a su castillo-palacio en Carinhall, con el propósito, planteado por Hitler, de crear un gran museo de arte en la nueva capital, Germania, que se suponía que se construiría sobre Berlín una vez los alemanes ganaran la guerra... algo que no se produjo, como bien sabemos (ucronías de Robert Harris al margen). La película incide en la cuestión y quizá lo mejor que se puede salvar de la misma sea la parte dedicada al expolio, que vivió la conservadora Claire Simone (Cate Blanchett), acusada posteriormente de colaboracionismo con los nazis en el París ocupado, personaje que a su vez es una adaptación sui generis de alguien que existió en realidad. Pero pronto nos olvidamos de este tema de fondo, pues a Clooney y Heslov les interesa más destacar el grupo de amiguetes que se reúnen.
"Follow the clue..." |
Y ahí es donde empiezan los problemas. Potenciando la comedia de los personajes (en especial el dueto Bill Murray-Bob Balaban), la película deja de lado la esencia del libro (algo que no es ilícito, que conste, pues se trata de un divertimento para multisalas), y trata de destacar el rol de los personajes, dispersados por diversos lugares en la Francia y la Bélgica ocupadas. Así, el personaje que interpreta Matt Damon (también adaptado respecto el real) se traslada a París para contactar con Claire Simone, que le pone en la pista del gran expolio de Göring y sus secuces... bueno, digamos que le da un par de datos, pone mala cara en la mayor parte de las escenas que comparten, para luego cambiar radicalmente de actitud e incluso tirarle los tejos descaradamente a un pacato Damon... sin que apenas haya una razón de peso que lo explique. Clooney interpreta al Danny Ocean de esta particular cuadrilla de protectores del arte, acompañado por un joven soldado que hace las labores de traductor del alemán (Dimitri Leonidas), con un trauma personal que se apunta pero no acaba de desarrollarse (familia judía, dispersa y se supone que recluida en un campo de concentración o de exterminio); y sigue el rastro que dejara Hugh Bonneville, buscando una escultura de Miguel Ángel, una Madonna con niño, que los nazis se llevaron junto a otras miles de obras de arte. John Goodman se mezcla con Jean Dujardin (la cuota francesa en territorio ocupado) y también dan vueltas, del mismo modo que Murray y Balaban, para finalmente reunirse todos en torno a una mina y a la búsqueda de la Madonna. El problema fundamental de todos estos personajes es que apenas están perfilados, al dispersarse por diversos lugares apenas hay una muestra de sua andanzas, quedando una sensación de superficialidad en las tramas, en una falta de profundidad en los diversos escenarios, y reduciéndolo todo a momentos cómicos, dramáticos, sensibleros incluso, heroicos y aventurescos. Todo sucede demasiado deprisa, se pasa el último año de guerra, en especial desde el desembarco en Normandía, corriendo detrás de una sucesión de pistas que se deben desentrañar para encontrar las obras de arte. Como es lógico, la búsqueda se centra en un par de muestras representativas, como son la mencionada Madonna y el Políptico de Gante de Jan van Eyck sustraido de la catedral de San Bavón. Pongan luego una carrera contrarreloj para llegar antes que los rusos a una mina alemana y dejen una populista secuencia con banderita que provoca más sonrojo que orgullo (y que a estas alturas ya sobra, pues al final se perpetúa esa imagen de los estadounidenses salvadores de los pobres europeos ocupados por los nazis, esa imagen de buenos frente a malos en la Segunda Guerra Mundial que minusvalora el papel auténtico de cada participante en el conflicto).
"Veamos... tú, John, por aquí, y llévate a Jean; Bob, llévate a Bill por allá; Hugh, mira donde tienes que ir...". |
La película tiene un importante problema de guión, al que se añade un ritmo irregular, una selección discutible de episodios breves, cosidos en la sala de maontaje con demasiada premura, y una sensación de desidia a la hora de rodar. Clooney y Heslov se centran más en la escritura de estampas cómicas o trascendentemente dramáticas y/o sensibleras (la secuencia de la ducha y el villancico en el fonógrafo, por ejemplo) que en elaborar una película de conjunto que refleje con ahínco el esfuerzo de esa patrulla de protectores del arte por la Europa occidental ocupada por los nazis. Incluso queda la sensación de que como los actores son los que son y gozan de un enorme carisma sólo con su mera presencia, pues para qué vas a darles un guión elaborado, si con que abran la boca ya van a ganarse al espectador... o eso es lo que Clooney igual pensó al ficharlos. "Bob, haz de cascarrabias; Bill, muéstrate coko habitualmente haces, entre serio y chistoso; John, saca a ese bonachón que llevas dentro". Pero eso no es suficiente, George...
Entre las curiosidades, el cameo de Alexandre Desplat, compositor de un score que, en tono ligero a veces, evoca en otras ocasiones la música de Salvar el soldado Ryan, Patton e incluso imita la "Marcha del Coronel Bogey" de El puente sobre el río Kwai, como el acompañante y miembro de la Resistencia que acompaña a Damon en la Francia ocupada; o la del propio padre de Clooney al final de la cinta. Pero no hay muicho más que brille... aunque hay que decir, en beneficio de la película, que la ligereza de todo el asunto no le sienta del todo mal. Es decir, la película entretiene, aunque decepciona (si no vas algo advertido de lo que vas a encontrarte), y podría haber sido bastante peor de lo que finalmente es. Y es eso, la panda de amiguetes que Clooney convoca, viste de militar, despliega por la Europa ocupada y trata de dar cierta trascendencia a una trama interesante sobre el papel pero que finalmente queda supeditada al carisma (fallido aquí) de sus actores. Y eso es lo que Clooney trata de dejar claro con la secuencia final de créditos... la panda de amiguetes.
Estamos en lo de siempre, ya sé que la peli es la peli, y otra cosa es libro que sirve de base al guión, pero es que yo leí el libro en su día, que no estaba mal y ya en su momento, anunciaba que Clooney haría una película sobre él, lo que me puso en actitud preventiva frente al futuro film, algo que, por lo que voy leyendo ahora, me ratifica en mi actitud.
ResponderEliminarAcabaré viendo la película, pero por lo que cuentas tú y otras personas cercanas, seguro que echaré de menos lo que pudo haber sido y no fue.
No tengas en mente el libro cuando veas la película... considérala un divertimento entre amigos. Nada más.
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