24 de diciembre de 2013

Reseña de La vida soñada de Ernesto G., de Jean-Michel Guenassia

El lector que se aproxime a esta novela encontrará un título que enmascara en parte la “realidad” del texto. No tardará en descubrir, en el último tercio de la novela, quién es ese Ernesto G., pero en cierto modo la novela podría haberse titulado Los años vividos por Joseph K, pues aun teniendo un componente coral, el protagonista de esta novela es Joseph Kaplan, un héroe-que-no-quiere-serlo, un hombre producto del siglo XX que le ha tocado vivir. La utopía forja su destino, la misma que le impulsa a buscar discos de Caros Gardel y bailar el tango sin que nadie le enseñe o tratar de encontrar una cura para el paludismo, aunque sea en una aldea perdida en Argelia durante la mayor parte de la Segunda Guerra Mundial. La utopía del comunismo en su país de origen, Checoslovaquia, que pronto se troca en dictadura de unos que se llaman comunistas pero que en realidad sólo tratan de aferrarse al poder. La utopía de quien forma una familia sin haberlo pretendido, de quien encuentra y huye del amor cuando menos lo espera. Pero al lado de la utopía, junto a ella en la balanza, la realidad y el peso de la historia que a todos nos atenaza y rodea. Los sueños están para vivirlos, pero la realidad moldea la vida a su conveniencia, siendo el sueño la materia de la que se forjan las utopías.

Jean-Michel Guenassia
Jean-Michel Guenassia (Argel, 1950) es quizá uno de los narradores europeos más cautivadores que tenemos actualmente… o eso me pareció con su anterior y primera novela (no exactamente…), El club de los optimistas incorregibles (RBA, 2010): la historia de un muchacho francés en los años sesenta, que encuentra su particular refugio en un local en el que unos cuantos exiliados del comunismo (rusos, checos, búlgaros, rumanos…) encuentran un lugar en el que reunirse. El telón de fondo de la guerra de Argelia, el Mayo del 68, la contracultura de una década convulsa nos traslada a un mundo en el que la narración de Guenassia, su particular manera de relatar, se erigía como un aliciente (y de los buenos) en una novela de iniciación… que también es un canto a la utopía, velada, amarga, nostálgica. Esa noción de la utopía se mantiene en esta segunda novela, mejor si cabe que la anterior. La novela narra la vida de Joseph Kaplan, nacido en 1910 y que pronto demuestra ser un joven judío inquieto en la Praga de los años veinte. Estudia medicina, se traslada a París y trabaja en el Instituto Pasteur y en 1935 se le ofrece la oportunidad de trasladarse a Argel, a investigar de lleno en el terreno de la epidemiología. Y allí, en el Argel que evoca novelas de Camus (no es casual que Joseph asista a la epidemia de peste que vivió la ciudad y que Camus evocaría en una de sus novelas más aclamadas), es donde Joseph Kaplan conoce la vida en todo su esplendor. No es tampoco casual que en un momento determinado Joseph converse con un director teatral acerca de las novelas de Kafka e incluso de la similitud de su nombre con el de Joseph K, protagonista de El proceso del autor checo; comparte nacionalidad y nombre con el autor de La metamorfosis o El castillo, aunque a nuestro Joseph no le gustan las novelas de Kafka: «Es un error hacer una lectura metafórica de Kafka. Él es la nada, confinado en un mundo descarnado, mientras que ellos [los fascistas] son la negación de los derechos» (p. 96). La sombra del existencialismo de Sartre también planea sobre la novela, pero Guenassia no se aferra a nada: su novela fluye entre un cierto romanticismo y nostalgia por el Argel pre guerra de independencia, el Argel de antes de su infancia, con el restaurante Padovani como otro lugar de encuentro y refugio (como el club de ajedrez en su anterior novela) para Joseph y los amigos que encuentra en la capital argelina, en esa parte de la Francia que en 1940 será ocupada y dividida por los alemanes. Joseph iniciará una nueva vida, que le llevará a conocerse a sí mismo hasta límites no sospechados por él mismo, huyendo de las leyes raciales que el régimen de Vichy impone también al otro lado del Mediterráneo.

Praga, 1966, fotografía de Charles Bridge.
Guenassia traslada a su personaje de la Praga de su infancia al París de los años treinta y el Argel de la época anterior y durante la guerra. Y de ahí de regreso a Praga, una ciudad que ya no es la que viviera en su infancia y (airada) juventud. Regresa a casa para encontrarse un país que inicia su particular revolución comunista, la utopía del socialismo más romántico… que pronto se troca en lugar del absurdo y de la dictadura de quienes se llaman comunistas pero que en realidad son simples tiranos. Joseph se entregará a esa nueva etapa de su vida, ya en la madurez, y conocerá los sinsabores de la cara B de los sueños. Y es, ya en 1966, cuando, como director de un sanatorio a doscientos kilómetros de la capital checoslovaca, tiene que encargarse de cuidar a un paciente que viene protegido desde las altas instancias del país. Un hombre roto por el paludismo, al borde de la muerte, y cuyo pasado y presente es símbolo de esa utopía que marcó las décadas centrales del siglo XX. No destripo nada si desvelo la identidad de ese Ernesto G., de ese guerrillero que también fue médico. Y comienza esa “vida soñada”: la del hombre de acción que se plantea volver a ser médico, el reverso de nuestro Joseph, médico que nunca quiso ser un hombre de acción (y mucho menos un héroe), que salva vidas, que cura a la gente, que era consciente de que la peste es endémica en el Mediterráneo y que siempre está ahí, agazapada, esperando el momento para asomar su rostro más mortífero. Joseph ya es un hombre de cincuenta y seis años, ya no tiene el ímpetu ni el aura romántica de décadas atrás, y se encontrará con un hombre roto que trata de sobrevivir, un hombre que encarna la revolución, que es temido y odiado, que es consciente de su propia etiqueta de guerrillero… y que por unos meses sueña con esa nueva vida que parece ofrecérsele. Aunque todo parezca producirse en el país real de Kafka.


La novela de Jean-Michel Guenassia es un canto a soñar y a dejarse llevar por esos sueños, sí, pero también es una oda a la creatividad de un autor que seduce con cada página y que nos cuenta una historia de personajes que tratan de continuar con sus vidas mientras la historia les sorprende cuando pensaban que el mundo era exactamente como pensaban que era. Es una novela, como El club de los optimistas incorregibles, de lugares que ya no existen y de heroicidades cotidianas que ya no pueden realizarse. El mundo de unos soñadores que sobrevivieron a sus propios sueños.

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